viernes, 25 de noviembre de 2016

Presentación del libro Mazatlán Decimonónico IV



Está usted cordialmente invitado a la presentación del libro Mazatlán Decimonónico IV, de Antonio Lerma Garay.

La presentación, de lujo, será moderada por el maestro José Ángel Pescador Osuna, y contará con los comentarios de los maestros María Muñiz Ángel y Juan Lizárraga Tisnado.

La cita es a las 18:00 horas, seis de la tarde, de este miércoles 30 de noviembre, en la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Sinaloa, muy cerca del Acuario.

Los esperamos a usted y sus amigos.

viernes, 21 de octubre de 2016

Navidad en Mazatlán

Título:  Navidad en Mazatlán
Autor: Antonio Lerma Garay
Género: Cuento
Público al que va dirigido: Infantil y juvenil 
Editorial:  Creativos 7, de Culiacán, Sinaloa.
Precio al público: $100.00

Con una par de niñas como protagonistas, y con personajes salidos de otras dimensiones,  Navidad en Mazatlán más allá de un cuento navideño, mezcla la realidad y la fantasía con el tema ecológico de actualidad.

Sinopsis
:

Ruth Alicia y Ana, dos niñas de ocho años de edad,  sueñan con que un día  nieve sobre la ciudad donde viven, Mazatlán. Pero  ésta se ubica sobre el Trópico de Cáncer y, por ende,  es calurosa casi al extremo. Por eso una noche ellas invocan a la Hada Madrina de lo Imposible, pero ésta es incapaz de lograr tal proeza. Entonces recurren a Santa Claus. Por casualidad concurre el fenómeno de El Niño, causando que la temperatura  descienda días tras  día. Sin embargo, aparece un tercer implicado: Sapam Junera (del idioma yaqui Sapam que significa hielo o nieve y Junera que significa feo) dios de la nieve y el hielo quien llevará los sueños de estas niñas a  extremos jamás imaginados. Vientos gélidos e incluso témpanos aparecen en las aguas tropicales,  causando enfermedades y muerte.

A la venta en:
Librería Aquamar,  sita en Heriberto Frías número 1123, Centro Histórico. Muy cerca de la Plazuela Machado.
Librería Casa del Caracol, sita en Constitución número 83, Centro Histórico. Muy cerca de la Plazuela Machado.
Librería de la Multiversidad Lationoamericana, sita en  calle 21 de marzo número 36, Centro, a un costado del Palacio Municipal.

viernes, 7 de octubre de 2016

Una Historia de Amor

Una Historia de Amor

En el marco de la Revolución Mexicana, el Cañonero Tampico sirvió a las fuerzas federales hasta el día veintidós de febrero de mil novecientos catorce, cuando varios de sus oficiales y tripulación no sólo desertaron sino que se unieron a los constitucionalistas; el principal oficial era Hilario Rodríguez Malpica, quien era nativo de Coatzacoalcos, Veracruz.


Capitán Hilario Rodríguez Malpica

Existe la versión de que Rodríguez Malpica conoció en un baile celebrado en Guaymas, Sonora, a una guapa señorita de quien se enamoró. Esa noche él le propuso matrimonio, mismo que ella rechazó aduciendo ser la hija de un   general  comandante de las fuerzas rebeldes en Topolobampo. Sin embargo ella le dijo que aceptaría casarse con él si tomaba  el cañonero Tampico y lo ponía  a disposición de su padre en dicho puerto sinaloense. De vuelta a su barco, Malpica aseguró a su superior haber recibido órdenes de trasladar el cañonero a Topolobampo para bombardear a los rebeldes, a lo cual aquél asintió. En este puerto el capitán huertista fue arrestado por sus enemigos y enviado a Mazatlán.  Malpica fue puesto por los rebeldes al mando del cañonero Tampico y poco tiempo después se casó con aquella guapa mujer.


martes, 4 de octubre de 2016

Ultraje en Mazatlán

Ultraje en Mazatlán

El día 10 de enero de 1877 la goleta Montana, al mando de Charles Anderson, zarpó de San Francisco, California, rumbo a Mazatlán y a los puertos guatemaltecos de San José, Champerico y La Libertad.  El buque transportaba una elevada cantidad de mercancías diversas tales como municiones, pólvora, maquinaria, papelería, zapatos, máquinas de coser, licores, papelería, etcétera. El valor total de  las que iban destinadas al puerto sinaloense ascendía a 15 886 dólares; las destinadas a los otros era de 5873. La carga dirigida al puerto nacional había sido debidamente declarada ante el consulado de México en la ciudad californiana; en  tanto que la que iría a Centroamérica siguió las normas de dicho país, y era propiedad de Parrot & Co, C. Adolphe Low & Co, M. Bromberger, Carrera, Roma & Co y Urruela & Urioste; todas ellas de la ciudad y condado de San Francisco. También en ese mismo mes y año el buque de guerra estadounidense USS Lackawanna, al mando del capitán William P. Mc Cune, se encontraba en los muelles sanfranciscanos.

Sin contratiempo alguno, días después el Montana ancló en las aguas mazatlecas, descargó la mercadería destinada a esta ciudad, y enseguida se preparó para zarpar rumbo a Centroamérica. Pero aquí se encontró con una muy desagradable sorpresa. El director de la aduana local, identificado sólo como Mijoni, ordenó al capitán descargara toda la mercancía a bordo de este navío ya que en su concepto cuanto buque tocara Mazatlán estaba obligado a bajar aquí toda su carga y pagar los aranceles correspondientes, aun de aquella que no estaba destinada a este puerto. El capitán Anderson no podía creer lo que le estaba ordenando la autoridad mexicana, pero se negó a bajar la carga que iba a dichos puertos centroamericanos. Ante esto, el jefe aduanal mexicano ordenó el aseguramiento del navío así como de toda la mercancía que se encontraba en él.

Anderson acudió de inmediato al consulado de Estados Unidos en el puerto solicitando el  auxilio de su titular, señor K. Eldridge, pero nada hizo cambiar de parecer al director de la aduana quien recién había llegado de la Ciudad de México y, a decir verdad, no era la legislación aduanal una de sus especialidades. Quizá este funcionario no tuvo la menor idea de las repercusiones que tendría la arbitrariedad que estaba cometiendo, y el asunto siguió su curso. Muy pronto la prensa de San Francisco notició este acto, al cual le otorgó el título de Ultraje en Mazatlán.

El 15 de febrero ante lo infructuoso de sus esfuerzos, el cónsul envió una carta a Schleiden & Scholl, compañía propietaria del navío detenido, dándole cuenta de su intervención en el caso. Así mismo le solicitaba informara este asunto a los propietarios de la carga decomisada.

Enterados de la detención del Montana y de su mercancía dirigida a Guatemala, el 8 de marzo los remitentes de ésta acudieron ante el director de la aduana de San Francisco y le pidieron hiciera del conocimiento del Procurador General y del Secretario de Estado este Ultraje en Mazatlán, para que tomaran el caso en sus manos. Pero en Washington el asunto ya era del conocimiento de un senador de apellido Sargent, quien fue directamente ante el este funcionario y tras informarle al respecto le pidió interviniera no sólo él, sino que solicitara la intervención del presidente, Rutherford B. Hayes.

La prensa de San Francisco investigó acerca de Mijoni y anunció que él había sido un seguidor de Maximiliano I y que había llegado a la aduana de Mazatlán por orden directa de Porfirio Díaz. Este indio, así lo calificó este periódico, se creía un indio muy grande, y ejemplificaba su actuar con el  refrán put a beggar on horseback, de mensaje parecido al mexicano no tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre. Sin embargo, lo primordial de esta nota fue su sentencia: “El resultado final será que ‘pobre México’ será forzado a pagar unas cinco veces lo que valen el buque y su carga” Por una u otra causa, finalmente Mijoni se desentendió del caso y en un principio lo puso en manos de sus superiores, pero casi al mismo tiempo lo cedió al Juez de Distrito de la localidad.

El 21 de marzo de ese año el Lackawanna, se encontraba en San Francisco cargando vituallas cuando su capitán recibió un telegrama enviado desde el Departamento de Marina, en Washington, D C, por el cual se le ordenaba trasladarse a Mazatlán a investigar el caso del Montana. McCune no perdió el tiempo y en cuestión de días el buque de guerra ancló en las aguas mazatlecas. Cierto fue que su capitán se abstuvo de inquirir ante las autoridades locales sobre el caso, pero la sola presencia del buque llevaba un claro mensaje.

El Juez de Distrito de Mazatlán tomó el caso en sus manos el mes de marzo, y su primera resolución fue que no podía dictar sentencia si la mercancía sobre la que giraba el asunto no estaba en poder del jefe de la aduana. En efecto, si bien éste había ordenado su decomiso, la carga aún se encontraba a bordo del Montana. Por ende el juez ordenó que la carga fuera bajada a tierra y fuera puesta a disposición del funcionario aduanal. Una vez que esto sucedió, el día 19 se llevó a cabo una audiencia a la que acudieron Anderson en compañía de su abogado, de apellido Galán, así como Mijoni. Ahí el juzgador emitió una resolución que no dejó satisfecho a ninguna de las partes: el jefe de la aduana no tenía derecho alguno para retener la goleta Montana  y, por ende, se ordenó a éste que la dejara en libertad de partir cuanto antes; sin embargo, la mercancía dirigida a Guatemala debería esperar una posterior decisión. El navío zarpó ese mismo día rumbo a San Blas, Jalisco, mientras que la carga quedaba a disposición del juez. Ante esto, el cónsul Eldridge aconsejó a Anderson darla por perdida y esperar la resolución que vendría desde la Ciudad de México, sí, pero con la presión que ya ejercía el Departamento de Estado.  

En efecto, los gobiernos de Washington y de la Ciudad de México ya habían tomado el asunto en sus manos. Y para el día 31 de marzo todos los oficiales de la aduana de Mazatlán fueron removidos de su cargo, previamente se había enviado un oficio reprobando el actuar de Mijoni.

Pero el Ultraje en Mazatlán no terminaba con el cese de los aduanales. Tal como lo había anticipado la nota del periódico Alta California Daily, los dueños del navío,  Schleiden & Scholl, lo mismo que los remitentes de la carga exigían una indemnización por el decomiso ilegal que les había impuesto la casa aduanal, y para ello aún se encontraba en las aguas mazatlecas el Lackawanna. No se dio a conocer el monto de la indemnización que el gobierno de Porfirio Díaz Morí se vio obligado a otorgar a las compañías perjudicadas por este incidente.


lunes, 26 de septiembre de 2016

El Secuestro del Vapor Stephens

El Secuestro del Vapor Stephens

En las filas de las  fuerzas liberales de Ramón Corona existía un grupo élite conformado por estadounidenses al mando del coronel Frank F. Danna. Un día el general mexicano mandó llamar a este hombre para conferirle una arriesgada misión. Después de la entrevista que se efectuó en Villa Unión el 15 de marzo de 1866, el coronel y su pelotón se trasladaron de ese punto a Altata. Ahí abordaron un barco que los llevó hasta San José del Cabo y de ahí fueron hasta Cabo San Lucas donde esperarían un  buque.  

Eran aproximadamente las tres de la mañana del día 6 de abril del mismo año cuando el vapor John L. Stephens ancló en las aguas de Cabo San Lucas, Baja California Sur. De inmediato de él bajaron dos lanchas que portaban la mercadería destinada a este sitio. El buque, que había zarpado de San Francisco, California, el día 31 de marzo anterior, pertenecía a la  California, Oregon and Mexico Steamship Company, la cual había celebrado un contrato con el  Gobierno Imperial de México. De acuerdo a lo estipulado en dicho documento este navío   navegaba  entre los puertos del Pacífico mexicano y San Francisco, llevando el correo oficial además de mercaderías. Su ruta regular era San Francisco, Mazatlán, Guaymas, La Paz y Cabo San Lucas, para regresar al puerto californiano desde este último punto. El capitán del navío era el experimentado señor Edgar Ned Wakeman, quien esa oscura madrugada se aseguró de que ambos  botes bajaran la mercancía y luego regresaran al navío trayendo nuevos viajeros.


Debido a la hora en que el Stephens había anclado en Cabo, excepto Wakeman, un vigía y los dos hombres que habían bajado a tierra, la tripulación dormía, lo mismo que los casi setenta pasajeros. Muy pronto las dos lanchas regresaron al barco trayendo unos hombres que vestían con sombreros mexicanos y zarapes. Al  verlos subir al navío, el capitán descubrió que no eran mexicanos sino estadounidenses quienes, pensó él, eran prospectos de minero que habían caído en desgracia.

- ¿Son estadounidenses? –les preguntó el capitán.
- Si –le respondió uno de ellos.
- ¿Cuántos son?
- Ocho que viajaremos en cubierta –le contestó el mismo.
Tres hombres ya habían subido al barco. 

- ¿Es usted el capitán Wakeman? –le preguntó uno de los que ya habían abordado. Éste, tras recibir la respuesta afirmativa, le pidió hablar con él en privado. El capitán pensó que se trataba del supervisor de aquellos mineros y que le solicitaría una rebaja en el precio del pasaje. Los dos hombres, Wakeman y Frank Danna, se encontraban cara a cara cuando el primero sintió dos ligeras presiones, una  en cada lado de su barriga. Su instinto le  hizo voltear hacia esos dos puntos, y fue entonces cuando descubrió sendas pistolas. En ese instante vio un ligero brillo frente a él, era una tercera pistola que le apuntaba a la frente. Mientras esto sucedía otros hombres abordaban el barco. En voz baja Danna le ordenó  guardar silencio y luego le dijo:

Soy el coronel Frank F. Danna de las Fuerzas Liberales Mexicanas. Usted, su tripulación y sus pasajeros son mis prisioneros, y su barco queda detenido, de acuerdo a las instrucciones que he recibido, las cuales le mostraré. Cualquier resistencia será inútil. Tengo dieciocho hombres armados a bordo del barco, algunos de ellos han abordado por la amura. Sus oficiales serán asegurados y los pasajeros desarmados. No será detenido aquí por mucho tiempo. Busco a un pasajero y al contrabando de guerra. Si obedece y permanece en silencio, qué bien. Si no –le dijo agitando el revolver–  me da lo mismo. Le advierto que no intente nada.

Entonces Wakeman fue llevado a la cubierta superior del barco y quedó resguardado por dos hombres. El resto de ellos desarmó a la tripulación para luego, camarote por camarote, despertar a sus ocupantes y obligarlos a entregar sus armas de fuego y cuchillos. Media hora después el Stephens era completamente de Danna y sus hombres.

A las seis de la mañana el coronel fue hasta donde se encontraba Wakeman y le dijo que había encontrado contrabando de guerra, y que procedería a seguir las instrucciones recibidas, de las cuales le entregó una copia. Esta decía:

Brigadas Unidas de Sinaloa y Jalisco.
Comandante de Escuadrón Francisco F. Danna
Con la fuerza que he puesto bajo su mando, y de acuerdo con la autoridad que le he conferido en este cuartel general, procederá usted a asegurar el vapor John L. Stephens,  que sirve ahora en el Pacífico al llamado Imperio Mexicano, transportando correspondencia, armas y forrajes para los invasores del país.
Habiendo asegurado el barco, pondrá a disposición del Jefe de Hacienda en el estado todos los bienes que pertenecen a ciudadanos de naciones amigas, el resto de los bienes y útiles de guerra los pondrá en la playa en el primer puerto o bahía que estime conveniente.
Tomará usted prisioneros al capitán y la tripulación del barco.
De todo esto dará usted noticia a este cuartel general, con el propósito de realizar las disposiciones convenientes.
Si fuera atacado por los buques de guerra del enemigo, prenderá fuego al John L. Stephens, procurando la seguridad de usted y sus hombres de la mejor manera posible, y se reportará a este cuartel general.
Independencia y Libertad.
Villa Unión, marzo 15 de 1866.

Danna se retiró no sin antes decirle a Wakeman que el barco quedaba decomisado debido al armamento encontrado a bordo. A las nueve de la mañana, el coronel regresó y entregó al otro una orden por escrito que decía:

Cabo San Lucas. 6 de abril de 1866.
Capitán E. Wakeman.
Vapor John L. Stephens.
Por medio del presente le ordeno, por la autoridad con que he sido investido por las propias autoridades de la República de México, proceder de inmediato al puerto de Altata, y entregar ahí el vapor y sus efectos al comandante en jefe u oficial en cargo; de acuerdo con las instrucciones que me fueron conferidas en el cuartel general el 15 de marzo de 1866.
Francisco F. Danna

Wakeman entregó a Danna una protesta por escrito, en la que argüía que el Stephens transportaba legalmente mercancías desde San Francisco, y que el coronel no tenía autoridad alguna para decomisar el barco, además de hacerle saber que Altata no era un puerto seguro para que anclara ahí un buque del calado de este.
El plan ideado por Corona era en realidad demasiado audaz para que funcionara. El general pretendía transportar tropas liberales a bordo del Stephens y anclarlo en Mazatlán, acercarse, abordar y posesionarse de los buques de guerra franceses Victoire y Lucifer que se encontraban ahí anclados.  Al  mismo tiempo él y sus hombres atacarían a los imperialistas. Con estos dos frentes los franceses serían derrotados y se verían obligados a entregar esta ciudad.

Al saber que se le ordenaba trasladarse a Altata, el capitán tomó una determinación, y tajantemente le dijo a Danna que el Stephens nunca iría a dicho puerto, y que si insistía en hacerlo podía descomponerlo y con esto el navío no podría moverse un ápice. Además, le dijo, cuando una autoridad decomisa un barco es su responsabilidad llevarlo al puerto más cercano.

Sabiendo que nada haría cambiar de parecer a Wakeman, el coronel fue a conferenciar  con sus hombres para regresar luego de unos minutos. Aquél escuchó la nueva orden, y accedió a cumplirla;  el Stephens debería trasladarse a La Paz. En realidad cada uno de los hombres había cedido un poco. Danna sabía que si el Stephens hubiera atravesado el golfo posiblemente se hubiera encontrado con un buque de guerra francés y se habría enfrentado a graves problemas; a la vez Wakeman sabía que La Paz era un puerto seguro, a pesar de estar en manos de los liberales.

Hasta entonces el capitán del navío había recibido sólo un par de visitas de parte de pasajeros. Sin embargo, fue capaz de idear un plan para deshacerse de Danna y sus hombres el cual fue comunicado a través de aquéllas a otros miembros de la tripulación. La defensa se basaría en un solo revolver que alguien había podido esconder, y en trozos de metal con los que atacarían a los liberales. Así pues, si el plan de Corona de posesionarse de Mazatlán era descabellado, el de Wakeman que buscaba deshacerse de aquellos hombres bien armados no lo era menos.

Frank Danna fue a hablar con el ingeniero del buque, señor Houston, y lo que le dijo lo sorprendió. El plan había sido descubierto. Entonces Houston pidió al coronel  permiso para conversar con el capitán e informarle sobre esto.

El ingeniero entró al camarote donde se encontraba el capitán y le avisó lo que Danna le acababa de descubrir. Tras aquél también entró el coronel, y le dijo a éste: 

Wakeman, es inútil. Todo tu plan ha sido descubierto. Uno de tu tripulación y un pasajero te traicionaron. ¡Entiende! Yo y mis hombres abordamos este barco con un propósito y debido a unas órdenes. Ante un problema así, puedes estar seguro que con gusto daríamos nuestras vidas. Mis hombres sabían lo que podía suceder y hasta aquí han llegado. Ellos están fuertemente armados y a la primera señal de un ataque irán por todo el barco y no dejarán un hombre vivo de proa a popa.

Ya era la media mañana del día 7 cuando el Stephens ancló en La Paz, y de inmediato Wakeman envió una  protesta ante el cónsul de los Estados Unidos, señor F. B. Elmer. Pero los liberales ya habían  procedido a bajar la mercancía que venía en el Stephens. Luego el coronel exigió al capitán del barco le firmara  una fianza de cien mil dólares, lo que el otro rehusó en definitiva. Cuatro horas más tarde Danna bajó la garantía a sólo un mil quinientos dólares, más otros quinientos que deberían pagarse en efectivo. El coronel hizo ver al capitán que transportaba doscientas toneladas de carbón destinado al buque Panama, de la misma línea que el Stephens, y que, ergo, también servía al gobierno imperial. El capitán del barco sopesó la situación, sabía bien que dicho combustible podía ser confiscado también, y por ello accedió; entregó a Danna los quinientos dólares en efectivo y le firmó una fianza por la cantidad requerida, la cual fue entregada al jefe de la aduana local.

Con las armas decomisadas, los quinientos dólares pagados a Danna y la fianza, Wakeman pensó que pronto el Stephens sería liberado. Y tenía razón. Muy pronto el coronel le hizo llegar una carta en la que le decía:

La Paz, Abril 8 de 1866.
Capitán E. Wakeman.
Vapor John L. Stephens
Querido señor. Por medio del presente queda usted autorizado para tomar control completo de su barco y proceder con su viaje mañana por la tarde, renunciando yo a futuras reclamaciones sobre este viaje, su barco, carga y pasajeros.
F. F. Danna
Comandante del Escuadrón.


Al día siguiente un nuevo incidente en el que se involucraron soldados mexicanos y el Stephens amenazó con no permitir la salida del vapor de La Paz. Pero Danna ya había dado su palabra, y le hizo llegar a Wakeman un nuevo oficio:

República de México.
Cuartel General.
Comandante en Comisión.

Señor Capitán del vapor Norteamericano John L. Stephens
Habiendo asegurado el vapor norteamericano John L. Stephens bajo su comando en Cabo San Lucas, el 6 de este mes a las 4 de la mañana, por orden del general de las fuerzas republicanas beligerantes unidas de Sinaloa y Jalisco, ciudadano Ramón Corona, este día he dado órdenes para remover de dicho barco las herramientas, utensilios de guerra y otras cosas que puedan pertenecer al Gobierno Imperial. He puesto en entera libertad el barco, su tripulación y pasajeros, hoy a las doce en punto, para que puedan continuar su viaje a los puertos a donde se dirigen. He hecho esto sin causar molestias a las propiedades privadas de ciudadanos.
Francisco F. Danna
Comandante del escuadrón.

Por fin libre, el Stephens zarpó de La Paz y en vez de dirigirse a Mazatlán, que era su ruta usual, fue a Guaymas. De ahí navegó hasta el puerto sinaloense, a donde llegó el día 13. Las autoridades imperiales, al enterarse de todo lo que había sucedido abrieron una investigación que, gracias a testimonios de los pasajeros y a los documentos agregados, determinó que Wakeman era inocente de la pérdida del armamento, herramienta y piensos destinados al gobierno imperial.

En el certificado que el administrador de la aduana extendió al capitán del Stephens quedó descrito lo que Danna confiscó a los imperialistas y entregó a la la causa juarista. El documento establece:

Certificado.
Yo, Próspero Salazar Bustamante, administrador de la Aduana Marítima de La Paz, Baja California, testifico que habiendo encontrado a bordo del vapor norteamericano John L. Stephens contrabando de guerra siendo conducido para los invasores del país, he procedido a confiscarlo y ponerlo en posesión de las autoridades nacionales. Dicho contrabando de guerra consiste en lo siguiente:
U. L. Veintisiete cajas de sables y armas de fuego, que vienen haciéndose pasar  como herramientas; enviadas por J. Chavier a U. Lasepas.
P. M. J. Tres cajas haciéndose pasar  en el manifiesto   como vino claret; enviadas por P. Maury al cónsul francés.
U. L. Una caja de herramienta consignada al mismo Lasepas.
U. L. Quince cajas de herramienta consignadas al mismo Lasepas.
Ocho barriles de pólvora que no aparecen en el manifiesto.
Catorce cajas que no aparecen en el manifiesto, dirigidas al Prefecto de Mazatlán.
Todo lo anterior junto con trescientos veintiséis pacas de heno que, como el capitán dice, fueron consignadas al puerto de Mazatlán, lo he obligado a dejar en este puerto.
A petición del capitán, y para su propio uso otorgo esta declaración en La Paz, B. C, el 8 de abril de 1866.
P. S. Bustamante.

Administrador.

viernes, 5 de agosto de 2016

The Mazatlan Cosmopolitan


A las cuatro de la tarde del día 15 de noviembre de 1862 el vapor Oregon,  capitaneado por el señor Edgar Wakeman, zarpó de San Francisco, California, rumbo al puerto de Mazatlán, al cual arribó diez días más tarde, a las 2:20 de la mañana del 25 del mismo mes. Al día siguiente salió rumbo a La Paz y Guaymas para luego regresar al puerto sinaloense, donde se encontraba el buque de guerra inglés HMS Tribune  así como el navío mercante Mazatlan, de bandera danesa. Desde este punto, el 8 de diciembre  inició su retorno al puerto californiano llevando, entre otros pasajeros, a don Fernando Cortez, asistente personal del  gobernador Plácido Vega Daza; a la esposa del general  Emilio Lamberg, también allegado del gobernador sinaloense;  y al pintor Fortunato Arriola, quien viajaba en compañía de uno de sus hijos.

El vapor también transportaba diversas mercancías a comerciantes de San Francisco, así como los dos primeros números de uno  de los hebdomadarios más especiales que se editaran en el México del siglo XIX: The Mazatlan Cosmopolitan; El Cosmopolita de Mazatlán. El periódico aparecía los jueves y su contenido era tanto en idioma inglés como español, su editor era el estadounidense A. D. Jones, quien había laborado en San Francisco para el diario Daily Alta California. El señor Jones no podía haber escogido título más adecuado para este periódico  bilingüe: cosmopolita, que, entre otras acepciones, significa lugar en el que confluyen  personas de diversas naciones y costumbres. Y es que desde su nacimiento como villa, Mazatlán se distinguió por ser un punto donde convivían mexicanos venidos de apartados puntos del país, así como extranjeros provenientes de las ciudades anseáticas, de Francia, de Inglaterra, de China, de Estados Unidos y de otros países. En las calles de Mazatlán se hablaban cuatro idiomas; español, inglés, francés y alemán. De hecho así lo describió un corresponsal en la prensa de San Francisco: “Para quien ha vivido cualquier período de tiempo en el interior de México, Mazatlán aparece como que pertenece a otro país, probablemente esto se debe a la influencia extranjera ejercida en el puerto durante los últimos veinte años…

En su edición del día 4 de diciembre de 1862 el Cosmopolitan dio cuenta de la corrida de toros celebrada la tarde del domingo anterior, 30 de noviembre. Unas dos mil personas, muchas de ellas extranjeros, atestiguaron el toreo de ese día que comprendió cuatro o cinco de estos ungulados. También dio cuenta de la llegada de la fragata de guerra inglesa Tribune, de 23 cañones y una tripulación de 300 hombres comandados por Lord Bufford; el navío provenía de Callao, Perú. Desde Durango había arribado una conducta que traía un total de $ 157 500.00 para diversos comerciantes de la ciudad.

El día primero de enero de 1863 el semanario bilingüe dio la noticia de que el cónsul de Estados Unidos en Guaymas, W. L. Baker, y varias personas más habían sido masacrados al sur de dicho puerto por los indios Yaquis. Para el día 15 anunció que Sinaloa tenía un jefe del ejército, don Jesús García Morales. Y el día 29 del mismo mes el Cosmopolitan anunció que de Mazatlán la Brigada Sinaloa, compuesta de unos 2200 hombres, zarpaba a bordo de cinco barcos a enfrentar a los invasores franceses.

El día primero de febrero se publicó un número extraordinario del semanario. En este especial se notició el asesinato del joven estadounidense James Isaac Williams.

Ahora bien, quedan en el aire dos cosas de este semanario bilingüe. Uno, cuándo apareció el primer número; dos, si el señor Jones no era versado en el idioma de Cervantes, quién le auxiliaba en la sección en español. El Oregon arribó a San Francisco el día 18 de diciembre, habiendo zarpado de Mazatlán el día 8. Y consigo llevaba los dos primeros números del The Mazatlan Cosmopolitan. Uno de ellos del día jueves 4 de diciembre. Por ende, sacando cuentas, el primer número de este semanario debió haber aparecido el jueves  27 de noviembre de 1862. Y en lo que respecta a la mitad en nuestro idioma, fue el señor Miguel F.  Castro quien se encargaba de ella.


El señor A D Jones se dio cuenta que su experimento periodístico sí valía la pena, y  fue por ello que The Mazatlan Cosmopolitan tuvo una muy corta vida. El día 12 de mayo de 1863 apareció el primer número de The Mazatlan Times, que vino a sustituir al Cosmopolitan, con dos grandes diferencias:  éste no era bilingüe, sino que se editaba exclusivamente en idioma inglés; ergo, el nombre de don Miguel F. Castro ya no apareció en el Times, ya que no era él necesario para editar el nuevo hebdomadario.

miércoles, 27 de julio de 2016

El Fusilamiento de Coleman J. Smith


El día 31 de enero de 1863 al menos dos estadounidenses se encontraban hospedados en el Hotel Cosmopolitan de Mazatlán; uno de ellos era un joven de nombre James Isaac Williams, el otro era Coleman J. Smith,  un capitán y propietario de una goleta, quien había vivido en Alameda County, cuya principal ciudad es Oakland, California. Ya oscurecía cuando el primero de ellos se retiró a su habitación, se desvistió y  se acostó. Sin embargo, alrededor de las nueve de la noche otro hombre pasó por el cuarto en que se hospedaba Williams y notó que sangraba del cuello. De inmediato él dio la voz de alarma. Al escucharlo varios hombres más corrieron hacia el cuarto del joven suicida y lo hallaron aún con vida. Sin embargo, el joven no podía hablar debido a que ya agonizaba. Al verlo así un hombre corrió en busca de un doctor, pero cuando éste llegó al hotel Isaac ya había perdido la vida.

En el cuarto se encontró una nota escrita a lápiz en un miserable trozo de papel, la cual decía: “Mi vida es una carga, y no culpo a nadie más que a mí. A nadie se culpe por este acto.  He sufrido todo el tiempo que pude soportar y vivir. Sepúltenme donde sea mejor.  J. Isaac Williams.

Todo indicaba que se trataba de un suicidio, aunque no aparecía el cuchillo que Williams debía haber utilizado para quitarse la vida. Fue por ello que los hombres iniciaron una búsqueda de dicha arma blanca y sólo encontraron un cuchillo de cocina común, pero que no había sido usado en el “suicidio” ya que no tenía rastros de sangre. Unos voluntarios entraron al baño y encontraron escondido en la taza un cuchillo de carnicero ensangrentado y que se veía recién afilado. Isaac no podía haberse suicidado en su cama y haber dejado el arma en el baño. Ahora había indicios de que no se trataba de un suicidio como quería hacer creer aquella nota, sino que alguien había matado al joven.

Por alguna rara razón alguien comenzó a sospechar del capitán Coleman  y se trasladaron al cuarto de éste. Ahí  encontraron una camisa blanca con rastros de sangre. En el patio también se encontró una chaqueta ensangrentada que, admitió  el sospechoso, era de su propiedad.

Ahí mismo la policía de Mazatlán arrestó al capitán bajo sospechas de que había sido él quien había asesinado al joven Williams. Las pertenencias del difunto fueron entregadas al cónsul de los Estados Unidos en el puerto.

El capitán de la  goleta tenía en realidad una mala reputación. En una ocasión en su barco  viajaba por el Golfo de California cuando uno de sus marineros le exigió le pagara los días trabajados. Smith no se amilanó y conminó al trabajador a dejar de molestarlo. Luego, al pasar cerca de una isla acercó el barco a ésta y bajó a tierra junto con quien osaba exigir su  dinero. El capitán del barco regresó solo a éste. Tiempo después el cuerpo del infortunado fue encontrado en la misma isla; había sido asesinado con un arma de fuego. También se supo que Coleman había sido involucrado en tres homicidios más, los cuales habían tenido como fin despojar de su dinero a los asesinados.  Con la ropa ensangrentada propiedad del capitán y con estos antecedentes la policía tenía  sobradas razones para el arresto.

En la época en que sucedió el homicidio del joven Williams los juicios eran sumarios verbales, muy  rápidos. El asesinato en cuestión sucedió el día 31 de enero y un par de semanas  después el hombre fue sentenciado a morir fusilado. El juez fijó las doce horas del día 22 de febrero; el fusilamiento tendría lugar precisamente en el traspatio del hotel donde se había cometido el asesinato. Pero  el caso no paró ahí ya que Coleman apeló la sentencia.  A pesar de esto, el Tribunal  Superior confirmó la sentencia.

Coleman J. Smith pudo aplazar su muerte, pero no por mucho tiempo. La sentencia definitiva lo condenó a morir fusilado el día 15 de marzo. Y llegado el momento, el hombre fue llevado al paredón donde uno de los soldados intentó vendarle los ojos, pero el hombre lo rechazó. Además pidió ser él quien diera la orden al pelotón. Ambos deseos le fueron concedidos.  Sin vendas en los ojos, sin mostrar miedo ni arrepentimiento, él hombre dio la orden al pelotón para que le dispararan. Fue así como, atestiguado por un elevado número de mazatlecos curiosos, Coleman fue ejecutado por haber asesinado al joven James Isaac Williams.


sábado, 23 de julio de 2016

Carlos Karam Quiñones, director del INAPI Sinaloa, cuestionado.

Esta nota fue tomada de: Noroeste. Culiacán. 13 de julio de 2016. P. 2 Local, Palabra de Lector.

¡Vivan  la transparencia y la Innovación!

El INAPI y su  Convocatoria; un verdadero traspié
Antonio Lerma Garay


El 14 de marzo de este año el Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación, dirigido por Carlos Karam Quiñones, lanzó la Convocatoria para Denominar con el Nombre de Un(a) Sinaloense Distinguido(a) al Premio a la Mejor Tesis de Posgrado,  cuyo proceso se ha visto controvertido debido a las inconsistencias en que se ha incurrido por parte del propio INAPI. Leí con atención la carta aparecida en el diario Noroeste del día 13 de julio de este año, signada por la doctora Dina Beltrán López, en la que cuestiona el procedimiento seguido para designar el nombre de la Mejor Tesis de Posgrado, como lo propone este instituto.

Basta con leer la primera línea de la convocatoria para  darse cuenta de una serie de errores en la redacción, que la hacen ver que quien o quienes la redactaron conocen poco el idioma español. El texto puede ser leído en la página oficial del INAPI.  Desde el primer renglón se puede ver que el convocante confunde el género gramatical con el sexo de las personas; algo que puso de moda el señor Vicente Fox Quezada basado, tengo entendido, en su concepto de equidad de género. Este desdoblamiento léxico (ciudadanos –as–) al que constantemente recurre el INAPI en su convocatoria no habla bien de quienes intervinieron en su redacción; si les era tan imprescindible recalcar que se incluye a hombres y mujeres, en vez de ciudadanos(as) pudieron utilizar la palabra ciudadanía. Pero aún hay más, resulta que al convocar a ciudadanos y ciudadanas, el INAPI excluye a un gran porcentaje de la población ya que el artículo 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que “Son ciudadanos de la República los varones y mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años, y II. Tener un modo honesto de vivir.” Es decir, la convocatoria en cuestión excluye a todos los jóvenes que son menores de edad, muchos de ellos  estudiantes de preparatoria y secundaria.

Ya en las bases del  documento que inicia el proceso que la doctora Dina cuestiona, en el apartado I Objetivos, se señala: “Denominar al Premio a la Mejor Tesis de Posgrado a la memoria de un(a) distinguido(a) sinaloense de excepción, con aportaciones de gran relevancia para la cultura, la ciencia y la formación de recursos humanos.” Sin embargo, en el apartado 1 de Propuestas se establece: “Los(as) participantes deberán proponer a la memoria de un(a) sinaloense destacado(a) en el ámbito científico y tecnológico, su nombre para complementar la denominación actual que lleva el Premio a la Mejor Tesis de Posgrado.” En este nuevo párrafo se excluye a sinaloenses ejemplares en el campo de la formación de recursos humanos y en la cultura; no obstante, se agrega para quedar únicamente a aquellos sinaloenses que han destacado en el “ámbito científico y tecnológico” Es decir, el apartado 1 de propuestas, contradice parcialmente al apartado I de objetivos, ambos de la misma convocatoria.

Pero este tipo de errores no es nuevo en el INAPI. El artículo séptimo del Código de Ética del INAPI, signado por Karam Quiñones el año 2014, se plasmó de esta manera: Para efectos del presente código se entenderá por I. Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación. Es obvio que lo que se pretendió aclarar en dicho precepto es que a lo largo de dicho código al decir “instituto” debe entenderse  “Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación” pero al no hacerse esa aclaración en el artículo séptimo y dado que de ahí en adelante se alude al INAPI (no se refiere a éste ya que no existe esa aclaración preceptual) simplemente como “instituto”, lo que conlleva una serie de imprecisiones en muchos de sus 40 artículos.

Pero, cómo saber si el sinaloense propuesto es o ha sido distinguido. El propio INAPI puso como regla en el apartado II, Propuestas, 6, que para llegar a esta convicción los concursantes deben investigar y desarrollar una semblanza del personaje propuesto. Aquí de nueva cuenta, me parece a todas luces, existe una contradicción en la redacción de esta convocatoria ya que según el diccionario de la lengua española de la Real Academia,  una semblanza es un bosquejo biográfico, lo cual significa una traza primera de cualquier obra intelectual o artística, o una idea vaga y preliminar de algo. No obstante las anteriores definiciones, el INAPI determina que esa semblanza debe tener hasta tres cuartillas de extensión. ¿Puede una semblanza extenderse hasta las tres cuartillas sin dejar de ser eso, una semblanza? Checando miles de biografías en las enciclopedias puede uno darse cuenta de que la gran mayoría de ellas apenas abarcan de una a dos  hojas.

El INAPI nos muestra en su sitio web que en la terna de finalistas de sinaloenses distinguidos se encuentran sólo tres;  el jurista Raúl Cervantes Ahumada, Eustaquio Buelna Pérez y don Juan de Dios Bátiz.  Pero aún así, le concedo la razón a la doctora Dina Beltrán cuando nos dice que lo que ahí se nos muestran son textos tomados de internet, y no como establece la regla 6 de Propuestas del apartado II de la convocatoria, que a la letra dice: “6. La semblanza deberá constar de un texto de tres cuartillas como máximo, y debe ser desarrollada a través de un proceso de investigación y/o argumentación por parte del(a) o los(as) integrante(s) de la propuesta.

¿Esto es innovación, esto es transparencia? La verdad es que dista mucho de ser cualquiera de ellas.

El Colegio de Sinaloa tiene la beca Raúl Cervantes Ahumada en Ciencias Sociales y Humanidades; el nombre de Buelna satura los eventos y actividades culturales a lo largo y ancho del estado; para que figure el nombre de Juan de Dios Bátiz, ¿se tomó en cuenta su marcada xenofobia? Porque no hay que olvidar su papel en la expulsión de los ciudadanos chinos de Sinaloa.

 Y es aquí donde yo me atrevo a preguntar ¿De verdad en Sinaloa sólo estos tres personajes son ejemplares o distinguidos?


Espero que el INAPI, a través de su director Carlos Karam Quiñones, desista de este traspié  y cancele esta Convocatoria para Denominar con el Nombre de Un(a) Sinaloense Distinguido(a) al Premio a la Mejor Tesis de Posgrado,  debido a todas las irregularidades que ha habido en el proceso de selección ésta.


De no ser así, queda a los interesados recurrir a la justicia administrativa para revocar el resultado que pudiera derivarse el cual sería, a todas luces ilegal.  De ser necesario los interesados pueden llevar el asunto hasta sus últimas instancias, ante la justicia federal.

domingo, 17 de julio de 2016

Después de la Tormenta


Marga López en El Hijo Desobediente


Tin Tan y su compañero Marcelo  bebían  alcohol, se emborrachaban en un cabaret de la Ciudad de México. Los efectos de las bebidas ya eran visibles en ambos, la voz del primero trastabillaba, el segundo apenas atinaba a responder. La mesera que les atendía los miraba con gran impaciencia. Ella era joven, de unos veinte años de edad; bella, alta y delgada, de gran cabellera negra. Con impaciencia, con una voz típica de chilango les reclamó  que la tenían ahí parada pero que no ordenaban nada.  Se trata ésta de una escena de la película El Hijo Desobediente, 1945, dirigida por Humberto Gómez Landero y estelarizada por este par de comediantes. En el último de los créditos actorales se puede leer el nombre de una mujer que en este film hizo su debut y  que aparece sólo por unos breves segundos. Ella es la impaciente mesera que atiende a aquel par de borrachos en el tugurio: se trata de doña Marga López.

Marga López nació en Tucumán, Argentina, y murió en la Ciudad de México el año 2005, tras una larga  y exitosa carrera  como actriz. Tele visa nos acostumbró a su imagen y voz gracias a las innumerables ocasiones en que transmitió las películas Los Tres García,  Vuelven los García y Un Rincón Cerca del Cielo;  en las dos primeras actuando  como Lupita, o Lupita Smith, y como Margarita en la última. Para el año 1959 ya había participado en 52 películas y fue entonces cuando su belleza y dotes histriónicos llamaron la atención de Luis Buñuel, con quien trabajó como Beatriz en el filme Nazarín, 1959, el cual de vez en cuando se asomaba en la programación cultural del citado grupo televisivo.  

Pero cuatro años antes de la filmación de Nazarín, en 1955, Marga López actuó en dos películas que por su tema nunca fueron transmitidas por la televisión abierta de México. La primera fue Después de la Tormenta, la otra De Carne Somos. En ésta Marga López  da vida a Linda, una mujer muy  liberal que para sostener a su hombre, Mario Vidal interpretado por Carlos Rivas, quien aspira a ser un gran escritor, no duda en rentar su cuerpo por las calles oscuras de la ciudad de México.

En Después de la Tormenta, Marga López interpreta el papel de Rosa Rivero, una abnegada mujer que sólo vive para su esposo Melchor, interpretado por Ramón Gay. La historia se desarrolla en la diminuta Isla de Lobos, en la costa norte del estado de Veracruz. Melchor es el guarda faro en la pequeña isla, y con él y su esposa viven  su gemelo  Rafael con su esposa María, Lilia Prado, y Pepito, el hijo de éstos.


Melchor y Rafael, interpretados ambos por Ramón Gay,  son físicamente idénticos. María es mucho más joven que Rosa, además es bella y sensual. Pero ésta  es incapaz de ocultar los deseos que siente por su cuñado Melchor, y esto él lo sabe.  Pero  Rosa también está consciente de esta situación, y es por ello que ha conminado a su hombre a dejar la isla e irse a vivir a otro lugar

Un día los hermanos salen en su canoa a bucear lejos de Isla de Lobos para extraer perlas y ya por la tarde son sorprendidos por un norte que voltea su pequeña embarcación. En tierra, esa noche se hace interminable para las dos concuñas  ante la incertidumbre del destino  de sus hombres. La mañana siguiente llega una lancha con noticias de los gemelos: la tarde anterior su embarcación fue hundida por las violentas olas  pero uno de ellos fue rescatado por otra canoa; del otro hombre nada se sabe.  Ambas mujeres se preguntan quién será el sobreviviente ¿Melchor o Rafael?

Más tarde se ve que se aproxima una lancha que trae al ex náufrago a quien de inmediato Rosa reconoce como su esposo Melchor. Sin embargo, el hombre dice ser Rafael, el esposo de María. Tanto Rosa como María y aun Pepito se ven confusos. Rosa no puede creer que el hombre no sea el suyo, Melchor. Pero María es joven, atractiva y lujuriosa, además ella desea al gemelo de su esposo, y a él ésta no le era  indiferente, así que esa noche la supuesta viuda a través de una ventana cerrada ve las sombras de su concuña  y el sobreviviente haciendo el amor desenfrenadamente.

Poco después se acerca a la isla un barco de pesca a borde del cual viene el verdadero Rafael quien había sido rescatado de las aguas por la tripulación del buque. En cuanto Rosa se da cuenta de quién se trata, para evitar que su cuñado se entere de la situación,  corre a avisarles a María y Melchor quienes se encuentran en su nido de amor.  A pesar de que entre los tres, Melchor, María y ella, esconden lo sucedido entre éste y su cuñada, Pepito se encarga de proporcionar datos a Rafael  haciendo que el hombre se entere del amorío que ha habido entre su mujer y su hermano  gemelo.  Por su parte la abnegada Rosa es capaz de perdonar el engaño y el desliz de su esposo, pero…

Marga López y José Luis Jiménez, actor de reparto,  fueron nominados para recibir el Ariel de Plata del año 1956, mientras que el niño, Pepito Romay fue nominado y lo obtuvo al igual que Manuel Topete, por el sonido de la película.


Pero la calidad de Después de la tormenta traspasó las fronteras nacionales y su director, Roberto Gavaldón, fue nominado para recibir el León de Oro como mejor director  en el Festival de Cine de Venecia del año 1955. 

domingo, 3 de julio de 2016

El Misterioso Cuadro de Fortunato Arriola



A las ocho de la mañana del 3 de septiembre de 1864 fue inaugurada la Cuarta Feria Industrial de Mecánicos de San Francisco, para la cual se erigió un gran pabellón en Union Square, entre  las calles Stockton y Powell. La feria exhibía miles de artículos de las diversas ramas de la  industria: minerales, vegetales, madera, carbón, asfalto, petróleo, además de una gran variedad de productos  y maquinaria; vinos, frutas, madera, muebles, gabinetes, bombas de agua, etcétera. Había más de 500 personas y compañías presentando al  público sus productos. Debido al elevado número de productos en  exhibición, esta feria fue considerada como la más extensa jamás hecha en todo el estado de California.  

Pero esta exposición  también tuvo una galería de arte con un elevado número de pinturas al óleo hechas por los más prestigiados artistas locales. Al fondo de esta sección, como si sus obras no tuvieran mérito suficiente, se encontraban una pintura de tamaño natural de una señorita de Mazatlán, otro de una señorita de San Francisco y uno más, un autorretrato del autor de éstos.

Fortunato Arriola era el autor de estos tres cuadros. Él nació en la sierra sur de Sinaloa, en Cosalá, el año 1827. Su abuelo era un español que había sido enviado por el gobierno de su país a México en una misión político-diplomática. El hijo de éste, padre del pintor, había permanecido en México y supo aprovechar la situación de aquel entonces ya que adquirió ricas tierras y minas. Sin embargo, debido a las constantes turbulencias políticas así como las había adquirido, las había perdido. Fortunato sabía que al arte corría por sus venas  y quiso  ir a Europa a estudiar, pero su padre se lo impidió suplicándole no lo dejara solo. Fue así como aquel joven se hizo un artista autodidacta.

Sintiendo el llamado del arte, Fortunato en 1847 abandonó Cosalá y se fue a vivir al puerto, a Mazatlán, donde conoció a quien sería su esposa, la joven Guadalupe Arzápalo. Pero esta ciudad tampoco llenó sus expectativas y en 1857 viajó a San Francisco, California, dejando atrás a su esposa y siete hijos.  Ahí abrió su estudio en el número 235 de la calle Washington, esquina con Waverly, y a  partir del día 23 de enero de 1859, quizá antes, comenzó a publicitarse en el diario Alta California Daily de la siguiente manera: “Fortunato Arriola, Artista. Retratos al óleo hechos en vivo o a partir de daguerrotipos. Paisajes de la naturaleza y fotografías pintadas al óleo. Pinturas de niños en el estilo más satisfactorio.

En efecto, para sobrevivir, Arriola pintaba retratos, paisajes, banderillas con emblemas, y llevaba a cabo cualquier encargo de pintura que se le hiciera. Pero también daba clases de pintura. Toby Rosenthal, un prestigiado pintor de esa generación y quien fuera su alumno  le encontraba un parecido con el artista Diego Velázquez,  y sobre él escribió así: Fortunato era alto, de piel amarillenta, con grandes ojos color negro, de nariz casi griega, labios rojos, con barba y bigote negro.

En octubre de 1866 la galería Snow & Roos exhibía en su escaparate principal una nueva ´pintura, de la cual la prensa local escribió: “Notamos en el escaparate de los señores Snow & Roos un gran cuadro al óleo de “Helmet Rock y Punta Lobos”, de Arriola. La vista está tomada del lado sur de la entrada al Golden Gate, y la imagen tiene sus méritos, aunque  con algunos fuertes defectos de apariencia. La escena es invernal, las nubes espesas y oscuras, el agua corriendo pesadamente en la playa rocosa, y las colinas se visten en el brillante verdor  que sólo se ve en la localidad durante la estación de lluvias o inmediatamente después de ésta. En general, se calcula que el  cuadro suma no poco a la ya alta reputación del joven artista.” Las pinturas del señor Arriola ya eran consideradas como de buen gusto. Atrás había quedado aquella Feria Industrial de Mecánicos en la que la obra del cosalteco fue colocada en la parte posterior de la galería.

En diciembre de 1868 los artistas locales acordaron la creación de una Sociedad de Artistas, y Arriola no se quedó atrás; también suscribió el contrato de creación.  Y en la primera recepción que dio la Asociación de Arte de San Francisco, ya en 1871,  Arriola participó con 18 de sus obras.

En febrero de 1868 se inauguró una exhibición en la misma galería.  Y ahí estuvieron  dos obras de Arriola, ambas con  en el Istmo de Tehuantepec como objetivo central, la primera titulada Amanecer y la otra Ocaso, ambas en el citado istmo. El reportaje sobre esta exhibición ubicaba a Arriola como, al menos, un buen artista. Y fue por ello que el periodista fue hasta el estudio del artista y describió los cuadros que ahí encontró, en su mayoría paisajes de San Francisco y sus alrededores.

En 1862 Rosenthal, de familia judía proveniente de Prusia,  era un niño de doce años cuando se apareció en el estudio de Arriola, fascinado por los cuadros de éste, el pequeño miraba alrededor. Entonces le mostró al colsalteco un cuadro pintado por él; el hombre quedó prendido y le dijo al menor: “Te enseñaré todo lo que sé sin cobrarte, aunque no creo que te enseñaré mucho; tu estilo es superior al mío”. Y cuando ya no pudo enseñarle más, fue Fortunato a la casa de los padres de Toby y les dijo llanamente que él ya había hecho todo lo que podía hacer como maestro del joven, que sólo quedaba enviarlo a estudiar a Europa. Y así fue, los padres del muchacho de 17 años de edad habían estado ahorrando para cuando llegara ese momento; muy pronto él abordó un barco rumbo a Alemania. 

Pero  Fortunato no pudo olvidar que él también quería ir a Europa, a estudiar más y especializarse en su arte. Habrían de pasar dos lustros hasta que por fin pudo hacer realidad su sueño, y se fue él solo a Europa a estudiar, pero antes de hacerlo trajo a su esposa e hijos de regreso a Mazatlán.  El día 4 de agosto de 1870 se vendieron en una subasta varios de sus cuadros, y ahí hizo públicas sus intenciones de viajar a Europa en plan de estudios. El viaje incluiría Italia, Austria,  Turquía y, posiblemente, Francia y Prusia.

Y como suele suceder, Arriola también era un artista del hambre, y fue por ello que el 17 de septiembre de 1871 figuró en una lista nada placentera, aparecida en el Daily Alta California de San Francisco. Pero no sólo se trataba de él, el listado incluía a cientos de ciudadanos de San Francisco; el pintor adeudaba a la ciudad la cantidad de tres dólares con treinta y siete centavos.

Por fin, pues, Arriola viajó  a Europa,   pero al regresar el destino ya le aguardaba. Del viejo mundo hasta San Francisco el viaje incluía una escala obligada en Nueva York, ciudad en la que ya habían hecho aparición sus obras. Y el 10 de agosto de 1872 el pintor abordó el buque Bienville que tras incendiarse en el Atlántico se hundió el día 15 del mismo mes y año. Una persona vio al pintor aferrado a un  barril que flotaba en las aguas, su cara mostraba desesperación, pero a la vez tranquilidad. Las infalibles leyes de la  física permitieron a aquel barril flotar por un corto tiempo hasta que se hundió llevándose al fondo al artista Fortunato Arriola, aquel cosalteco ilustre.

Guadalupe Arzápalo y sus doce huérfanos guardaban en Mazatlán el retorno de Fortunato cuando se enteraron de  su prematura muerte. Al parecer ella no se acostumbró a la vida de Mazatlán y regresó junto a sus doce hijos a San Francisco, donde recibió la ayuda de los amigos y colegas de su finado esposo.

Los colegas de profesión del joven fallecido formaron un comité de ayuda a la viuda y sus hijos, donando sus propias obras para venderlas en una subasta pública que se realizó el 18 de noviembre de ese mismo año. Antes de ello el comité de ayuda para la familia de Arriola envió una carta al artista Alfred Bierstadt solicitándole donara una de sus obras para auxilio de la viuda y sus huérfanos. Pero este artista no quiso o no pudo donar una de sus pinturas y les envió un cheque por cincuenta dólares acompañado de una nota que decía: “Este es el único dibujo que tengo a la mano ahora, y me temo que no traerá más que las figuras insertas en la esquina. Podría, sin embargo, traer una suma mucho más grande. Podría ser que valga la pena enmarcarlo.” Petulancia o sinceridad, cómo saber de qué se trataba. El caso fue que su nombre no figuró en el comité de ayuda para la familia de Arriola.

También el  12 de abril de 1874 se realizó una subasta en una exhibición denominada Elaine, de todo lo que se donó ahí, ciento cuarenta y un dólares fueron para el fondo de ayuda para la familia de Fortunato Arriola.

Arriola era un paisajista tropical conocido también como “el luminista americano”, y muchas de sus obras se observaban paisajes de San Francisco y sus alrededores, así como de México. Pero también, para hacerse de más recursos económicos, pintaba retratos de quien lo requiriera. A las ocho quince de la mañana del día 11 de diciembre de 1868 murió la prestigiada actriz Helen Western, cuyas actuaciones incluían a Inglaterra, Irlanda, Escocia, Sudamérica y, por supuesto, su natal Estados Unidos. Pero ella pocos meses atrás lucía bella y feliz en  la Maguire’s Opera House de San Francisco. Presumía la joven no sólo su belleza natural sino también una pintura de ella, en tamaño natural, que recientemente había sido realizada por uno de los más prestigiados artistas de la localidad, don Fortunato Arriola.

Aún hoy día se conservan varias obras de Arriola en museos de Estados Unidos, y aun en la colección privada del comediante Steve Martin, quien sobre él, en una entrevista dijo: “Fortunato Arriola, un desconocido pero buen artista quien, a propósito, murió joven, ahogado en el mar”. Pero de todos los paisajes y retratos que pintó aquel joven cosalteco no hay uno sólo que llame tanto la atención como un óleo de 121 por 193 centímetros que lleva por título “Paisaje Tropical” del año 1870, inspirado quizá por sus orígenes sinaloenses, aunque se anuncia como paisaje de Panamá. Cuando Arriola realizó este cuadro se podían ver tres hombres vestidos como ricos  hacendados cabalgando sendos equinos; el primero es azabache, el del medio blancuzco y el último café. Los  caballos con sus jinetes encima comienzan a cruzar lo que parece ser una gran laguna, al fondo se ven unas montañas. Detrás de los hombres hay dos palmas de plátano, al fondo otros árboles, un alto cocotero y arbustos. Frente a ellos se aprecia el agua tranquila, y más allá un gran árbol que parece ser una ceiba con un gran número de arbustos a su pie.

Este cuadro  fue adquirido por el Museo de la ciudad de Oakland y puesto en exhibición permanente. Sin embargo, cuando fue puesto a la vista de los visitantes, esta pintura de don Fortunato Arriola ya no era la misma que en 1870.

Cocotero, palmas plataneras, ceiba y demás vegetación permanece igual; lo mismo sucede con el lago y las montañas. Pero aquellos tres hombres vestidos como hacendados han desaparecido. Y en su lugar han emergido un hombre sobre el primero de los caballos, enseguida se encuentra una mujer vestida de negro pero que no se ubica sobre ninguno de los ungulados, a su lado hay otra mujer que monta el equino albo y a su lado sobre el tercer animal otro hombre que con su sombrero en la mano derecha parece ventilarse mitigando el calor. Los cuatro personajes, indudablemente citadinos, no campiranos, van elegantemente vestidos, con ropa decimonónica. Es inocultable que en las caras de la primera pareja hay preocupación, angustia mientras que en la de la otra mujer hay dolor. El cuarto personaje parece dirigir palabras de consuelo a ésta. Además en el bridón del tercer equino se aprecia el escudo de los Estados Unidos.

Se han hecho estudios a este cuadro para entender qué o quién usurpó el pincel de Arriola. Sin embargo, hasta ahora nadie se explica cómo emergieron esos cambios  en el cuadro,  ni quién fue el autor de éstos.