miércoles, 27 de julio de 2016

El Fusilamiento de Coleman J. Smith


El día 31 de enero de 1863 al menos dos estadounidenses se encontraban hospedados en el Hotel Cosmopolitan de Mazatlán; uno de ellos era un joven de nombre James Isaac Williams, el otro era Coleman J. Smith,  un capitán y propietario de una goleta, quien había vivido en Alameda County, cuya principal ciudad es Oakland, California. Ya oscurecía cuando el primero de ellos se retiró a su habitación, se desvistió y  se acostó. Sin embargo, alrededor de las nueve de la noche otro hombre pasó por el cuarto en que se hospedaba Williams y notó que sangraba del cuello. De inmediato él dio la voz de alarma. Al escucharlo varios hombres más corrieron hacia el cuarto del joven suicida y lo hallaron aún con vida. Sin embargo, el joven no podía hablar debido a que ya agonizaba. Al verlo así un hombre corrió en busca de un doctor, pero cuando éste llegó al hotel Isaac ya había perdido la vida.

En el cuarto se encontró una nota escrita a lápiz en un miserable trozo de papel, la cual decía: “Mi vida es una carga, y no culpo a nadie más que a mí. A nadie se culpe por este acto.  He sufrido todo el tiempo que pude soportar y vivir. Sepúltenme donde sea mejor.  J. Isaac Williams.

Todo indicaba que se trataba de un suicidio, aunque no aparecía el cuchillo que Williams debía haber utilizado para quitarse la vida. Fue por ello que los hombres iniciaron una búsqueda de dicha arma blanca y sólo encontraron un cuchillo de cocina común, pero que no había sido usado en el “suicidio” ya que no tenía rastros de sangre. Unos voluntarios entraron al baño y encontraron escondido en la taza un cuchillo de carnicero ensangrentado y que se veía recién afilado. Isaac no podía haberse suicidado en su cama y haber dejado el arma en el baño. Ahora había indicios de que no se trataba de un suicidio como quería hacer creer aquella nota, sino que alguien había matado al joven.

Por alguna rara razón alguien comenzó a sospechar del capitán Coleman  y se trasladaron al cuarto de éste. Ahí  encontraron una camisa blanca con rastros de sangre. En el patio también se encontró una chaqueta ensangrentada que, admitió  el sospechoso, era de su propiedad.

Ahí mismo la policía de Mazatlán arrestó al capitán bajo sospechas de que había sido él quien había asesinado al joven Williams. Las pertenencias del difunto fueron entregadas al cónsul de los Estados Unidos en el puerto.

El capitán de la  goleta tenía en realidad una mala reputación. En una ocasión en su barco  viajaba por el Golfo de California cuando uno de sus marineros le exigió le pagara los días trabajados. Smith no se amilanó y conminó al trabajador a dejar de molestarlo. Luego, al pasar cerca de una isla acercó el barco a ésta y bajó a tierra junto con quien osaba exigir su  dinero. El capitán del barco regresó solo a éste. Tiempo después el cuerpo del infortunado fue encontrado en la misma isla; había sido asesinado con un arma de fuego. También se supo que Coleman había sido involucrado en tres homicidios más, los cuales habían tenido como fin despojar de su dinero a los asesinados.  Con la ropa ensangrentada propiedad del capitán y con estos antecedentes la policía tenía  sobradas razones para el arresto.

En la época en que sucedió el homicidio del joven Williams los juicios eran sumarios verbales, muy  rápidos. El asesinato en cuestión sucedió el día 31 de enero y un par de semanas  después el hombre fue sentenciado a morir fusilado. El juez fijó las doce horas del día 22 de febrero; el fusilamiento tendría lugar precisamente en el traspatio del hotel donde se había cometido el asesinato. Pero  el caso no paró ahí ya que Coleman apeló la sentencia.  A pesar de esto, el Tribunal  Superior confirmó la sentencia.

Coleman J. Smith pudo aplazar su muerte, pero no por mucho tiempo. La sentencia definitiva lo condenó a morir fusilado el día 15 de marzo. Y llegado el momento, el hombre fue llevado al paredón donde uno de los soldados intentó vendarle los ojos, pero el hombre lo rechazó. Además pidió ser él quien diera la orden al pelotón. Ambos deseos le fueron concedidos.  Sin vendas en los ojos, sin mostrar miedo ni arrepentimiento, él hombre dio la orden al pelotón para que le dispararan. Fue así como, atestiguado por un elevado número de mazatlecos curiosos, Coleman fue ejecutado por haber asesinado al joven James Isaac Williams.


sábado, 23 de julio de 2016

Carlos Karam Quiñones, director del INAPI Sinaloa, cuestionado.

Esta nota fue tomada de: Noroeste. Culiacán. 13 de julio de 2016. P. 2 Local, Palabra de Lector.

¡Vivan  la transparencia y la Innovación!

El INAPI y su  Convocatoria; un verdadero traspié
Antonio Lerma Garay


El 14 de marzo de este año el Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación, dirigido por Carlos Karam Quiñones, lanzó la Convocatoria para Denominar con el Nombre de Un(a) Sinaloense Distinguido(a) al Premio a la Mejor Tesis de Posgrado,  cuyo proceso se ha visto controvertido debido a las inconsistencias en que se ha incurrido por parte del propio INAPI. Leí con atención la carta aparecida en el diario Noroeste del día 13 de julio de este año, signada por la doctora Dina Beltrán López, en la que cuestiona el procedimiento seguido para designar el nombre de la Mejor Tesis de Posgrado, como lo propone este instituto.

Basta con leer la primera línea de la convocatoria para  darse cuenta de una serie de errores en la redacción, que la hacen ver que quien o quienes la redactaron conocen poco el idioma español. El texto puede ser leído en la página oficial del INAPI.  Desde el primer renglón se puede ver que el convocante confunde el género gramatical con el sexo de las personas; algo que puso de moda el señor Vicente Fox Quezada basado, tengo entendido, en su concepto de equidad de género. Este desdoblamiento léxico (ciudadanos –as–) al que constantemente recurre el INAPI en su convocatoria no habla bien de quienes intervinieron en su redacción; si les era tan imprescindible recalcar que se incluye a hombres y mujeres, en vez de ciudadanos(as) pudieron utilizar la palabra ciudadanía. Pero aún hay más, resulta que al convocar a ciudadanos y ciudadanas, el INAPI excluye a un gran porcentaje de la población ya que el artículo 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que “Son ciudadanos de la República los varones y mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años, y II. Tener un modo honesto de vivir.” Es decir, la convocatoria en cuestión excluye a todos los jóvenes que son menores de edad, muchos de ellos  estudiantes de preparatoria y secundaria.

Ya en las bases del  documento que inicia el proceso que la doctora Dina cuestiona, en el apartado I Objetivos, se señala: “Denominar al Premio a la Mejor Tesis de Posgrado a la memoria de un(a) distinguido(a) sinaloense de excepción, con aportaciones de gran relevancia para la cultura, la ciencia y la formación de recursos humanos.” Sin embargo, en el apartado 1 de Propuestas se establece: “Los(as) participantes deberán proponer a la memoria de un(a) sinaloense destacado(a) en el ámbito científico y tecnológico, su nombre para complementar la denominación actual que lleva el Premio a la Mejor Tesis de Posgrado.” En este nuevo párrafo se excluye a sinaloenses ejemplares en el campo de la formación de recursos humanos y en la cultura; no obstante, se agrega para quedar únicamente a aquellos sinaloenses que han destacado en el “ámbito científico y tecnológico” Es decir, el apartado 1 de propuestas, contradice parcialmente al apartado I de objetivos, ambos de la misma convocatoria.

Pero este tipo de errores no es nuevo en el INAPI. El artículo séptimo del Código de Ética del INAPI, signado por Karam Quiñones el año 2014, se plasmó de esta manera: Para efectos del presente código se entenderá por I. Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación. Es obvio que lo que se pretendió aclarar en dicho precepto es que a lo largo de dicho código al decir “instituto” debe entenderse  “Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación” pero al no hacerse esa aclaración en el artículo séptimo y dado que de ahí en adelante se alude al INAPI (no se refiere a éste ya que no existe esa aclaración preceptual) simplemente como “instituto”, lo que conlleva una serie de imprecisiones en muchos de sus 40 artículos.

Pero, cómo saber si el sinaloense propuesto es o ha sido distinguido. El propio INAPI puso como regla en el apartado II, Propuestas, 6, que para llegar a esta convicción los concursantes deben investigar y desarrollar una semblanza del personaje propuesto. Aquí de nueva cuenta, me parece a todas luces, existe una contradicción en la redacción de esta convocatoria ya que según el diccionario de la lengua española de la Real Academia,  una semblanza es un bosquejo biográfico, lo cual significa una traza primera de cualquier obra intelectual o artística, o una idea vaga y preliminar de algo. No obstante las anteriores definiciones, el INAPI determina que esa semblanza debe tener hasta tres cuartillas de extensión. ¿Puede una semblanza extenderse hasta las tres cuartillas sin dejar de ser eso, una semblanza? Checando miles de biografías en las enciclopedias puede uno darse cuenta de que la gran mayoría de ellas apenas abarcan de una a dos  hojas.

El INAPI nos muestra en su sitio web que en la terna de finalistas de sinaloenses distinguidos se encuentran sólo tres;  el jurista Raúl Cervantes Ahumada, Eustaquio Buelna Pérez y don Juan de Dios Bátiz.  Pero aún así, le concedo la razón a la doctora Dina Beltrán cuando nos dice que lo que ahí se nos muestran son textos tomados de internet, y no como establece la regla 6 de Propuestas del apartado II de la convocatoria, que a la letra dice: “6. La semblanza deberá constar de un texto de tres cuartillas como máximo, y debe ser desarrollada a través de un proceso de investigación y/o argumentación por parte del(a) o los(as) integrante(s) de la propuesta.

¿Esto es innovación, esto es transparencia? La verdad es que dista mucho de ser cualquiera de ellas.

El Colegio de Sinaloa tiene la beca Raúl Cervantes Ahumada en Ciencias Sociales y Humanidades; el nombre de Buelna satura los eventos y actividades culturales a lo largo y ancho del estado; para que figure el nombre de Juan de Dios Bátiz, ¿se tomó en cuenta su marcada xenofobia? Porque no hay que olvidar su papel en la expulsión de los ciudadanos chinos de Sinaloa.

 Y es aquí donde yo me atrevo a preguntar ¿De verdad en Sinaloa sólo estos tres personajes son ejemplares o distinguidos?


Espero que el INAPI, a través de su director Carlos Karam Quiñones, desista de este traspié  y cancele esta Convocatoria para Denominar con el Nombre de Un(a) Sinaloense Distinguido(a) al Premio a la Mejor Tesis de Posgrado,  debido a todas las irregularidades que ha habido en el proceso de selección ésta.


De no ser así, queda a los interesados recurrir a la justicia administrativa para revocar el resultado que pudiera derivarse el cual sería, a todas luces ilegal.  De ser necesario los interesados pueden llevar el asunto hasta sus últimas instancias, ante la justicia federal.

domingo, 17 de julio de 2016

Después de la Tormenta


Marga López en El Hijo Desobediente


Tin Tan y su compañero Marcelo  bebían  alcohol, se emborrachaban en un cabaret de la Ciudad de México. Los efectos de las bebidas ya eran visibles en ambos, la voz del primero trastabillaba, el segundo apenas atinaba a responder. La mesera que les atendía los miraba con gran impaciencia. Ella era joven, de unos veinte años de edad; bella, alta y delgada, de gran cabellera negra. Con impaciencia, con una voz típica de chilango les reclamó  que la tenían ahí parada pero que no ordenaban nada.  Se trata ésta de una escena de la película El Hijo Desobediente, 1945, dirigida por Humberto Gómez Landero y estelarizada por este par de comediantes. En el último de los créditos actorales se puede leer el nombre de una mujer que en este film hizo su debut y  que aparece sólo por unos breves segundos. Ella es la impaciente mesera que atiende a aquel par de borrachos en el tugurio: se trata de doña Marga López.

Marga López nació en Tucumán, Argentina, y murió en la Ciudad de México el año 2005, tras una larga  y exitosa carrera  como actriz. Tele visa nos acostumbró a su imagen y voz gracias a las innumerables ocasiones en que transmitió las películas Los Tres García,  Vuelven los García y Un Rincón Cerca del Cielo;  en las dos primeras actuando  como Lupita, o Lupita Smith, y como Margarita en la última. Para el año 1959 ya había participado en 52 películas y fue entonces cuando su belleza y dotes histriónicos llamaron la atención de Luis Buñuel, con quien trabajó como Beatriz en el filme Nazarín, 1959, el cual de vez en cuando se asomaba en la programación cultural del citado grupo televisivo.  

Pero cuatro años antes de la filmación de Nazarín, en 1955, Marga López actuó en dos películas que por su tema nunca fueron transmitidas por la televisión abierta de México. La primera fue Después de la Tormenta, la otra De Carne Somos. En ésta Marga López  da vida a Linda, una mujer muy  liberal que para sostener a su hombre, Mario Vidal interpretado por Carlos Rivas, quien aspira a ser un gran escritor, no duda en rentar su cuerpo por las calles oscuras de la ciudad de México.

En Después de la Tormenta, Marga López interpreta el papel de Rosa Rivero, una abnegada mujer que sólo vive para su esposo Melchor, interpretado por Ramón Gay. La historia se desarrolla en la diminuta Isla de Lobos, en la costa norte del estado de Veracruz. Melchor es el guarda faro en la pequeña isla, y con él y su esposa viven  su gemelo  Rafael con su esposa María, Lilia Prado, y Pepito, el hijo de éstos.


Melchor y Rafael, interpretados ambos por Ramón Gay,  son físicamente idénticos. María es mucho más joven que Rosa, además es bella y sensual. Pero ésta  es incapaz de ocultar los deseos que siente por su cuñado Melchor, y esto él lo sabe.  Pero  Rosa también está consciente de esta situación, y es por ello que ha conminado a su hombre a dejar la isla e irse a vivir a otro lugar

Un día los hermanos salen en su canoa a bucear lejos de Isla de Lobos para extraer perlas y ya por la tarde son sorprendidos por un norte que voltea su pequeña embarcación. En tierra, esa noche se hace interminable para las dos concuñas  ante la incertidumbre del destino  de sus hombres. La mañana siguiente llega una lancha con noticias de los gemelos: la tarde anterior su embarcación fue hundida por las violentas olas  pero uno de ellos fue rescatado por otra canoa; del otro hombre nada se sabe.  Ambas mujeres se preguntan quién será el sobreviviente ¿Melchor o Rafael?

Más tarde se ve que se aproxima una lancha que trae al ex náufrago a quien de inmediato Rosa reconoce como su esposo Melchor. Sin embargo, el hombre dice ser Rafael, el esposo de María. Tanto Rosa como María y aun Pepito se ven confusos. Rosa no puede creer que el hombre no sea el suyo, Melchor. Pero María es joven, atractiva y lujuriosa, además ella desea al gemelo de su esposo, y a él ésta no le era  indiferente, así que esa noche la supuesta viuda a través de una ventana cerrada ve las sombras de su concuña  y el sobreviviente haciendo el amor desenfrenadamente.

Poco después se acerca a la isla un barco de pesca a borde del cual viene el verdadero Rafael quien había sido rescatado de las aguas por la tripulación del buque. En cuanto Rosa se da cuenta de quién se trata, para evitar que su cuñado se entere de la situación,  corre a avisarles a María y Melchor quienes se encuentran en su nido de amor.  A pesar de que entre los tres, Melchor, María y ella, esconden lo sucedido entre éste y su cuñada, Pepito se encarga de proporcionar datos a Rafael  haciendo que el hombre se entere del amorío que ha habido entre su mujer y su hermano  gemelo.  Por su parte la abnegada Rosa es capaz de perdonar el engaño y el desliz de su esposo, pero…

Marga López y José Luis Jiménez, actor de reparto,  fueron nominados para recibir el Ariel de Plata del año 1956, mientras que el niño, Pepito Romay fue nominado y lo obtuvo al igual que Manuel Topete, por el sonido de la película.


Pero la calidad de Después de la tormenta traspasó las fronteras nacionales y su director, Roberto Gavaldón, fue nominado para recibir el León de Oro como mejor director  en el Festival de Cine de Venecia del año 1955. 

domingo, 3 de julio de 2016

El Misterioso Cuadro de Fortunato Arriola



A las ocho de la mañana del 3 de septiembre de 1864 fue inaugurada la Cuarta Feria Industrial de Mecánicos de San Francisco, para la cual se erigió un gran pabellón en Union Square, entre  las calles Stockton y Powell. La feria exhibía miles de artículos de las diversas ramas de la  industria: minerales, vegetales, madera, carbón, asfalto, petróleo, además de una gran variedad de productos  y maquinaria; vinos, frutas, madera, muebles, gabinetes, bombas de agua, etcétera. Había más de 500 personas y compañías presentando al  público sus productos. Debido al elevado número de productos en  exhibición, esta feria fue considerada como la más extensa jamás hecha en todo el estado de California.  

Pero esta exposición  también tuvo una galería de arte con un elevado número de pinturas al óleo hechas por los más prestigiados artistas locales. Al fondo de esta sección, como si sus obras no tuvieran mérito suficiente, se encontraban una pintura de tamaño natural de una señorita de Mazatlán, otro de una señorita de San Francisco y uno más, un autorretrato del autor de éstos.

Fortunato Arriola era el autor de estos tres cuadros. Él nació en la sierra sur de Sinaloa, en Cosalá, el año 1827. Su abuelo era un español que había sido enviado por el gobierno de su país a México en una misión político-diplomática. El hijo de éste, padre del pintor, había permanecido en México y supo aprovechar la situación de aquel entonces ya que adquirió ricas tierras y minas. Sin embargo, debido a las constantes turbulencias políticas así como las había adquirido, las había perdido. Fortunato sabía que al arte corría por sus venas  y quiso  ir a Europa a estudiar, pero su padre se lo impidió suplicándole no lo dejara solo. Fue así como aquel joven se hizo un artista autodidacta.

Sintiendo el llamado del arte, Fortunato en 1847 abandonó Cosalá y se fue a vivir al puerto, a Mazatlán, donde conoció a quien sería su esposa, la joven Guadalupe Arzápalo. Pero esta ciudad tampoco llenó sus expectativas y en 1857 viajó a San Francisco, California, dejando atrás a su esposa y siete hijos.  Ahí abrió su estudio en el número 235 de la calle Washington, esquina con Waverly, y a  partir del día 23 de enero de 1859, quizá antes, comenzó a publicitarse en el diario Alta California Daily de la siguiente manera: “Fortunato Arriola, Artista. Retratos al óleo hechos en vivo o a partir de daguerrotipos. Paisajes de la naturaleza y fotografías pintadas al óleo. Pinturas de niños en el estilo más satisfactorio.

En efecto, para sobrevivir, Arriola pintaba retratos, paisajes, banderillas con emblemas, y llevaba a cabo cualquier encargo de pintura que se le hiciera. Pero también daba clases de pintura. Toby Rosenthal, un prestigiado pintor de esa generación y quien fuera su alumno  le encontraba un parecido con el artista Diego Velázquez,  y sobre él escribió así: Fortunato era alto, de piel amarillenta, con grandes ojos color negro, de nariz casi griega, labios rojos, con barba y bigote negro.

En octubre de 1866 la galería Snow & Roos exhibía en su escaparate principal una nueva ´pintura, de la cual la prensa local escribió: “Notamos en el escaparate de los señores Snow & Roos un gran cuadro al óleo de “Helmet Rock y Punta Lobos”, de Arriola. La vista está tomada del lado sur de la entrada al Golden Gate, y la imagen tiene sus méritos, aunque  con algunos fuertes defectos de apariencia. La escena es invernal, las nubes espesas y oscuras, el agua corriendo pesadamente en la playa rocosa, y las colinas se visten en el brillante verdor  que sólo se ve en la localidad durante la estación de lluvias o inmediatamente después de ésta. En general, se calcula que el  cuadro suma no poco a la ya alta reputación del joven artista.” Las pinturas del señor Arriola ya eran consideradas como de buen gusto. Atrás había quedado aquella Feria Industrial de Mecánicos en la que la obra del cosalteco fue colocada en la parte posterior de la galería.

En diciembre de 1868 los artistas locales acordaron la creación de una Sociedad de Artistas, y Arriola no se quedó atrás; también suscribió el contrato de creación.  Y en la primera recepción que dio la Asociación de Arte de San Francisco, ya en 1871,  Arriola participó con 18 de sus obras.

En febrero de 1868 se inauguró una exhibición en la misma galería.  Y ahí estuvieron  dos obras de Arriola, ambas con  en el Istmo de Tehuantepec como objetivo central, la primera titulada Amanecer y la otra Ocaso, ambas en el citado istmo. El reportaje sobre esta exhibición ubicaba a Arriola como, al menos, un buen artista. Y fue por ello que el periodista fue hasta el estudio del artista y describió los cuadros que ahí encontró, en su mayoría paisajes de San Francisco y sus alrededores.

En 1862 Rosenthal, de familia judía proveniente de Prusia,  era un niño de doce años cuando se apareció en el estudio de Arriola, fascinado por los cuadros de éste, el pequeño miraba alrededor. Entonces le mostró al colsalteco un cuadro pintado por él; el hombre quedó prendido y le dijo al menor: “Te enseñaré todo lo que sé sin cobrarte, aunque no creo que te enseñaré mucho; tu estilo es superior al mío”. Y cuando ya no pudo enseñarle más, fue Fortunato a la casa de los padres de Toby y les dijo llanamente que él ya había hecho todo lo que podía hacer como maestro del joven, que sólo quedaba enviarlo a estudiar a Europa. Y así fue, los padres del muchacho de 17 años de edad habían estado ahorrando para cuando llegara ese momento; muy pronto él abordó un barco rumbo a Alemania. 

Pero  Fortunato no pudo olvidar que él también quería ir a Europa, a estudiar más y especializarse en su arte. Habrían de pasar dos lustros hasta que por fin pudo hacer realidad su sueño, y se fue él solo a Europa a estudiar, pero antes de hacerlo trajo a su esposa e hijos de regreso a Mazatlán.  El día 4 de agosto de 1870 se vendieron en una subasta varios de sus cuadros, y ahí hizo públicas sus intenciones de viajar a Europa en plan de estudios. El viaje incluiría Italia, Austria,  Turquía y, posiblemente, Francia y Prusia.

Y como suele suceder, Arriola también era un artista del hambre, y fue por ello que el 17 de septiembre de 1871 figuró en una lista nada placentera, aparecida en el Daily Alta California de San Francisco. Pero no sólo se trataba de él, el listado incluía a cientos de ciudadanos de San Francisco; el pintor adeudaba a la ciudad la cantidad de tres dólares con treinta y siete centavos.

Por fin, pues, Arriola viajó  a Europa,   pero al regresar el destino ya le aguardaba. Del viejo mundo hasta San Francisco el viaje incluía una escala obligada en Nueva York, ciudad en la que ya habían hecho aparición sus obras. Y el 10 de agosto de 1872 el pintor abordó el buque Bienville que tras incendiarse en el Atlántico se hundió el día 15 del mismo mes y año. Una persona vio al pintor aferrado a un  barril que flotaba en las aguas, su cara mostraba desesperación, pero a la vez tranquilidad. Las infalibles leyes de la  física permitieron a aquel barril flotar por un corto tiempo hasta que se hundió llevándose al fondo al artista Fortunato Arriola, aquel cosalteco ilustre.

Guadalupe Arzápalo y sus doce huérfanos guardaban en Mazatlán el retorno de Fortunato cuando se enteraron de  su prematura muerte. Al parecer ella no se acostumbró a la vida de Mazatlán y regresó junto a sus doce hijos a San Francisco, donde recibió la ayuda de los amigos y colegas de su finado esposo.

Los colegas de profesión del joven fallecido formaron un comité de ayuda a la viuda y sus hijos, donando sus propias obras para venderlas en una subasta pública que se realizó el 18 de noviembre de ese mismo año. Antes de ello el comité de ayuda para la familia de Arriola envió una carta al artista Alfred Bierstadt solicitándole donara una de sus obras para auxilio de la viuda y sus huérfanos. Pero este artista no quiso o no pudo donar una de sus pinturas y les envió un cheque por cincuenta dólares acompañado de una nota que decía: “Este es el único dibujo que tengo a la mano ahora, y me temo que no traerá más que las figuras insertas en la esquina. Podría, sin embargo, traer una suma mucho más grande. Podría ser que valga la pena enmarcarlo.” Petulancia o sinceridad, cómo saber de qué se trataba. El caso fue que su nombre no figuró en el comité de ayuda para la familia de Arriola.

También el  12 de abril de 1874 se realizó una subasta en una exhibición denominada Elaine, de todo lo que se donó ahí, ciento cuarenta y un dólares fueron para el fondo de ayuda para la familia de Fortunato Arriola.

Arriola era un paisajista tropical conocido también como “el luminista americano”, y muchas de sus obras se observaban paisajes de San Francisco y sus alrededores, así como de México. Pero también, para hacerse de más recursos económicos, pintaba retratos de quien lo requiriera. A las ocho quince de la mañana del día 11 de diciembre de 1868 murió la prestigiada actriz Helen Western, cuyas actuaciones incluían a Inglaterra, Irlanda, Escocia, Sudamérica y, por supuesto, su natal Estados Unidos. Pero ella pocos meses atrás lucía bella y feliz en  la Maguire’s Opera House de San Francisco. Presumía la joven no sólo su belleza natural sino también una pintura de ella, en tamaño natural, que recientemente había sido realizada por uno de los más prestigiados artistas de la localidad, don Fortunato Arriola.

Aún hoy día se conservan varias obras de Arriola en museos de Estados Unidos, y aun en la colección privada del comediante Steve Martin, quien sobre él, en una entrevista dijo: “Fortunato Arriola, un desconocido pero buen artista quien, a propósito, murió joven, ahogado en el mar”. Pero de todos los paisajes y retratos que pintó aquel joven cosalteco no hay uno sólo que llame tanto la atención como un óleo de 121 por 193 centímetros que lleva por título “Paisaje Tropical” del año 1870, inspirado quizá por sus orígenes sinaloenses, aunque se anuncia como paisaje de Panamá. Cuando Arriola realizó este cuadro se podían ver tres hombres vestidos como ricos  hacendados cabalgando sendos equinos; el primero es azabache, el del medio blancuzco y el último café. Los  caballos con sus jinetes encima comienzan a cruzar lo que parece ser una gran laguna, al fondo se ven unas montañas. Detrás de los hombres hay dos palmas de plátano, al fondo otros árboles, un alto cocotero y arbustos. Frente a ellos se aprecia el agua tranquila, y más allá un gran árbol que parece ser una ceiba con un gran número de arbustos a su pie.

Este cuadro  fue adquirido por el Museo de la ciudad de Oakland y puesto en exhibición permanente. Sin embargo, cuando fue puesto a la vista de los visitantes, esta pintura de don Fortunato Arriola ya no era la misma que en 1870.

Cocotero, palmas plataneras, ceiba y demás vegetación permanece igual; lo mismo sucede con el lago y las montañas. Pero aquellos tres hombres vestidos como hacendados han desaparecido. Y en su lugar han emergido un hombre sobre el primero de los caballos, enseguida se encuentra una mujer vestida de negro pero que no se ubica sobre ninguno de los ungulados, a su lado hay otra mujer que monta el equino albo y a su lado sobre el tercer animal otro hombre que con su sombrero en la mano derecha parece ventilarse mitigando el calor. Los cuatro personajes, indudablemente citadinos, no campiranos, van elegantemente vestidos, con ropa decimonónica. Es inocultable que en las caras de la primera pareja hay preocupación, angustia mientras que en la de la otra mujer hay dolor. El cuarto personaje parece dirigir palabras de consuelo a ésta. Además en el bridón del tercer equino se aprecia el escudo de los Estados Unidos.

Se han hecho estudios a este cuadro para entender qué o quién usurpó el pincel de Arriola. Sin embargo, hasta ahora nadie se explica cómo emergieron esos cambios  en el cuadro,  ni quién fue el autor de éstos.