viernes, 21 de octubre de 2016

Navidad en Mazatlán

Título:  Navidad en Mazatlán
Autor: Antonio Lerma Garay
Género: Cuento
Público al que va dirigido: Infantil y juvenil 
Editorial:  Creativos 7, de Culiacán, Sinaloa.
Precio al público: $100.00

Con una par de niñas como protagonistas, y con personajes salidos de otras dimensiones,  Navidad en Mazatlán más allá de un cuento navideño, mezcla la realidad y la fantasía con el tema ecológico de actualidad.

Sinopsis
:

Ruth Alicia y Ana, dos niñas de ocho años de edad,  sueñan con que un día  nieve sobre la ciudad donde viven, Mazatlán. Pero  ésta se ubica sobre el Trópico de Cáncer y, por ende,  es calurosa casi al extremo. Por eso una noche ellas invocan a la Hada Madrina de lo Imposible, pero ésta es incapaz de lograr tal proeza. Entonces recurren a Santa Claus. Por casualidad concurre el fenómeno de El Niño, causando que la temperatura  descienda días tras  día. Sin embargo, aparece un tercer implicado: Sapam Junera (del idioma yaqui Sapam que significa hielo o nieve y Junera que significa feo) dios de la nieve y el hielo quien llevará los sueños de estas niñas a  extremos jamás imaginados. Vientos gélidos e incluso témpanos aparecen en las aguas tropicales,  causando enfermedades y muerte.

A la venta en:
Librería Aquamar,  sita en Heriberto Frías número 1123, Centro Histórico. Muy cerca de la Plazuela Machado.
Librería Casa del Caracol, sita en Constitución número 83, Centro Histórico. Muy cerca de la Plazuela Machado.
Librería de la Multiversidad Lationoamericana, sita en  calle 21 de marzo número 36, Centro, a un costado del Palacio Municipal.

viernes, 7 de octubre de 2016

Una Historia de Amor

Una Historia de Amor

En el marco de la Revolución Mexicana, el Cañonero Tampico sirvió a las fuerzas federales hasta el día veintidós de febrero de mil novecientos catorce, cuando varios de sus oficiales y tripulación no sólo desertaron sino que se unieron a los constitucionalistas; el principal oficial era Hilario Rodríguez Malpica, quien era nativo de Coatzacoalcos, Veracruz.


Capitán Hilario Rodríguez Malpica

Existe la versión de que Rodríguez Malpica conoció en un baile celebrado en Guaymas, Sonora, a una guapa señorita de quien se enamoró. Esa noche él le propuso matrimonio, mismo que ella rechazó aduciendo ser la hija de un   general  comandante de las fuerzas rebeldes en Topolobampo. Sin embargo ella le dijo que aceptaría casarse con él si tomaba  el cañonero Tampico y lo ponía  a disposición de su padre en dicho puerto sinaloense. De vuelta a su barco, Malpica aseguró a su superior haber recibido órdenes de trasladar el cañonero a Topolobampo para bombardear a los rebeldes, a lo cual aquél asintió. En este puerto el capitán huertista fue arrestado por sus enemigos y enviado a Mazatlán.  Malpica fue puesto por los rebeldes al mando del cañonero Tampico y poco tiempo después se casó con aquella guapa mujer.


martes, 4 de octubre de 2016

Ultraje en Mazatlán

Ultraje en Mazatlán

El día 10 de enero de 1877 la goleta Montana, al mando de Charles Anderson, zarpó de San Francisco, California, rumbo a Mazatlán y a los puertos guatemaltecos de San José, Champerico y La Libertad.  El buque transportaba una elevada cantidad de mercancías diversas tales como municiones, pólvora, maquinaria, papelería, zapatos, máquinas de coser, licores, papelería, etcétera. El valor total de  las que iban destinadas al puerto sinaloense ascendía a 15 886 dólares; las destinadas a los otros era de 5873. La carga dirigida al puerto nacional había sido debidamente declarada ante el consulado de México en la ciudad californiana; en  tanto que la que iría a Centroamérica siguió las normas de dicho país, y era propiedad de Parrot & Co, C. Adolphe Low & Co, M. Bromberger, Carrera, Roma & Co y Urruela & Urioste; todas ellas de la ciudad y condado de San Francisco. También en ese mismo mes y año el buque de guerra estadounidense USS Lackawanna, al mando del capitán William P. Mc Cune, se encontraba en los muelles sanfranciscanos.

Sin contratiempo alguno, días después el Montana ancló en las aguas mazatlecas, descargó la mercadería destinada a esta ciudad, y enseguida se preparó para zarpar rumbo a Centroamérica. Pero aquí se encontró con una muy desagradable sorpresa. El director de la aduana local, identificado sólo como Mijoni, ordenó al capitán descargara toda la mercancía a bordo de este navío ya que en su concepto cuanto buque tocara Mazatlán estaba obligado a bajar aquí toda su carga y pagar los aranceles correspondientes, aun de aquella que no estaba destinada a este puerto. El capitán Anderson no podía creer lo que le estaba ordenando la autoridad mexicana, pero se negó a bajar la carga que iba a dichos puertos centroamericanos. Ante esto, el jefe aduanal mexicano ordenó el aseguramiento del navío así como de toda la mercancía que se encontraba en él.

Anderson acudió de inmediato al consulado de Estados Unidos en el puerto solicitando el  auxilio de su titular, señor K. Eldridge, pero nada hizo cambiar de parecer al director de la aduana quien recién había llegado de la Ciudad de México y, a decir verdad, no era la legislación aduanal una de sus especialidades. Quizá este funcionario no tuvo la menor idea de las repercusiones que tendría la arbitrariedad que estaba cometiendo, y el asunto siguió su curso. Muy pronto la prensa de San Francisco notició este acto, al cual le otorgó el título de Ultraje en Mazatlán.

El 15 de febrero ante lo infructuoso de sus esfuerzos, el cónsul envió una carta a Schleiden & Scholl, compañía propietaria del navío detenido, dándole cuenta de su intervención en el caso. Así mismo le solicitaba informara este asunto a los propietarios de la carga decomisada.

Enterados de la detención del Montana y de su mercancía dirigida a Guatemala, el 8 de marzo los remitentes de ésta acudieron ante el director de la aduana de San Francisco y le pidieron hiciera del conocimiento del Procurador General y del Secretario de Estado este Ultraje en Mazatlán, para que tomaran el caso en sus manos. Pero en Washington el asunto ya era del conocimiento de un senador de apellido Sargent, quien fue directamente ante el este funcionario y tras informarle al respecto le pidió interviniera no sólo él, sino que solicitara la intervención del presidente, Rutherford B. Hayes.

La prensa de San Francisco investigó acerca de Mijoni y anunció que él había sido un seguidor de Maximiliano I y que había llegado a la aduana de Mazatlán por orden directa de Porfirio Díaz. Este indio, así lo calificó este periódico, se creía un indio muy grande, y ejemplificaba su actuar con el  refrán put a beggar on horseback, de mensaje parecido al mexicano no tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre. Sin embargo, lo primordial de esta nota fue su sentencia: “El resultado final será que ‘pobre México’ será forzado a pagar unas cinco veces lo que valen el buque y su carga” Por una u otra causa, finalmente Mijoni se desentendió del caso y en un principio lo puso en manos de sus superiores, pero casi al mismo tiempo lo cedió al Juez de Distrito de la localidad.

El 21 de marzo de ese año el Lackawanna, se encontraba en San Francisco cargando vituallas cuando su capitán recibió un telegrama enviado desde el Departamento de Marina, en Washington, D C, por el cual se le ordenaba trasladarse a Mazatlán a investigar el caso del Montana. McCune no perdió el tiempo y en cuestión de días el buque de guerra ancló en las aguas mazatlecas. Cierto fue que su capitán se abstuvo de inquirir ante las autoridades locales sobre el caso, pero la sola presencia del buque llevaba un claro mensaje.

El Juez de Distrito de Mazatlán tomó el caso en sus manos el mes de marzo, y su primera resolución fue que no podía dictar sentencia si la mercancía sobre la que giraba el asunto no estaba en poder del jefe de la aduana. En efecto, si bien éste había ordenado su decomiso, la carga aún se encontraba a bordo del Montana. Por ende el juez ordenó que la carga fuera bajada a tierra y fuera puesta a disposición del funcionario aduanal. Una vez que esto sucedió, el día 19 se llevó a cabo una audiencia a la que acudieron Anderson en compañía de su abogado, de apellido Galán, así como Mijoni. Ahí el juzgador emitió una resolución que no dejó satisfecho a ninguna de las partes: el jefe de la aduana no tenía derecho alguno para retener la goleta Montana  y, por ende, se ordenó a éste que la dejara en libertad de partir cuanto antes; sin embargo, la mercancía dirigida a Guatemala debería esperar una posterior decisión. El navío zarpó ese mismo día rumbo a San Blas, Jalisco, mientras que la carga quedaba a disposición del juez. Ante esto, el cónsul Eldridge aconsejó a Anderson darla por perdida y esperar la resolución que vendría desde la Ciudad de México, sí, pero con la presión que ya ejercía el Departamento de Estado.  

En efecto, los gobiernos de Washington y de la Ciudad de México ya habían tomado el asunto en sus manos. Y para el día 31 de marzo todos los oficiales de la aduana de Mazatlán fueron removidos de su cargo, previamente se había enviado un oficio reprobando el actuar de Mijoni.

Pero el Ultraje en Mazatlán no terminaba con el cese de los aduanales. Tal como lo había anticipado la nota del periódico Alta California Daily, los dueños del navío,  Schleiden & Scholl, lo mismo que los remitentes de la carga exigían una indemnización por el decomiso ilegal que les había impuesto la casa aduanal, y para ello aún se encontraba en las aguas mazatlecas el Lackawanna. No se dio a conocer el monto de la indemnización que el gobierno de Porfirio Díaz Morí se vio obligado a otorgar a las compañías perjudicadas por este incidente.