domingo, 31 de diciembre de 2017

Las Páginas Negras de Antonio Rosales

Con la Historia Oficial lanzando siempre panegíricos y apologías de sus personajes históricos preferidos, a menudo dibujados como santos, como seres perfectos o al menos impolutos, y aunado a esto libros de autores que apasionados se apartan de la delgada línea de imparcialidad en que debe mantenerse un historiador si desea que su obra se apegue a la verdad,  resulta difícil creer que algunos  personajes de nuestra Historia fueran capaces de equivocarse, de mentir, de sentir envidia, de ser rencorosos, de ser mujeriegos. Fueron ellos, al igual que usted y que yo, hombres y mujeres de carne y hueso, con hormonas fluyendo dentro de sí, y por ende seres con sentimientos y con pasiones. Personas que amaban su patria, que deseaban lo mejor pare ella y sus hijos, pero que también sentían envidias, que sabían mentir, que eran capaces de traicionar, de equivocarse; que lo mismo podían amar a alguien u odiarlo. Plácido Vega Daza fue un mujeriego empedernido; Ramón Corona era envidioso y rencoroso; Eustaquio Buelna jamás pudo perdonar a Vega Daza y lo cubrió de oprobio sin piedad; y José Antonio Abundio de Jesús Rosales Flores, el “Héroe de la Batalla de San Pedro”, mejor conocido simplemente como  Antonio Rosales…

El 23 de junio de 1860 Plácido Vega se encontraba en campaña por el sur de Jalisco cuando el coronel Antonio Rosales, a quien Plácido Vega había puesta a la cabeza del Segundo Batallón de Sinaloa,  encabezó un movimiento intentando derrocarlo. Para ello el coronel se alió con Remedios Meza y Adolfo Palacio, quienes junto con el hermano de éste, licenciado Ricardo Palacio, y quien era ministro suplente del Tribunal de Justicia del estado,  fraguaron un plan e intentaron seducir a las tropas para destituir al gobernador del estado.   Al enterarse de esto Plácido Vega volvió a Mazatlán y se encargó de castigar a los instigadores. Sin embargo, a él le urgía salir rumbo a Sonora a unirse a Ignacio Pesqueira, pero el proceso seguido a los inculpados le entorpecía la salida; Antonio Rosales exigía ser juzgado por un Juez de Distrito y no por la justicia militar. El general temía que la sola presencia de estos hombres causaría una nueva asonada, por lo que optó por remitir  a Adolfo Palacios a Colima, previniéndole no regresar a Sinaloa, mientras que al coronel  Antonio Rosales lo envió a Acapulco con la prevención de no regresar a Sinaloa hasta recibir nuevas órdenes. Y allá fue conducido el coronel Rosales en la balandra Veloz, bajo la guardia del teniente Ignacio Zúñiga. Aunque no estaba en prisión, Antonio Rosales permaneció en calidad de preso en Acapulco, fue por ello que aprovechando la nula vigilancia que se ejercía sobre su persona,  el 22 de julio de 1861 se escapó abordando un buque vapor con destino desconocido.

Plácido Vega otorgó el perdón a Antonio Rosales. Casi dos años después de acaecida la intentona, el 25 de abril de 1863, éste entró en Culiacán siendo nombrado prefecto. Dos días después se celebró una Junta de Notables la cual, de la cual supo el general Vega, entre otras cosas resolvió respecto a él: “…para que sea elevada al Supremo Magistrado de la Nación. Los puntos que dicha representación debe abrazar son: 1. No admitir tu persona en el estado, caso que vuelvas; 2. Rechazarte con la fuerza en caso necesario…
El día 4 de mayo de ese mismo año (1863) Jesús García Morales volvió a encargarse de nuevo de la gubernatura del estado. Cinco días después, en Culiacán, el coronel Antonio Rosales mandó acuartelar a todos los elementos de la guardia nacional que pudo reunir, haciendo un total de 120.  Eran las 7 de la mañana del día 12 siguiente cuando los armó, equipó, y sin darles explicación alguna salieron rumbo a Cosalá. En un punto denominado Las Moras los soldados detuvieron su marcha y preguntaron al coronel cuáles eran su destino y misión. Ni Antonio Rosales ni su segundo, Fernando Ramírez, pudieron contestarles. Entonces los soldados  exigieron a Rosales les dijera a dónde los conducía. Viendo la situación, Fernando Ramírez optó por unirse a los soldados que exigían una explicación. Al no obtener respuesta los hombres lanzaron vítores al gobierno y al estado. Al verse descubierto, Rosales cinchó su caballo e inicio la huida. Los soldados le dispararon entre diez y doce veces, pero el coronel se alejó ileso. Los hombres regresaron a Culiacán, a  donde entraron a las 11 de la mañana de ese mismo día. El segundo del coronel Rosales manifestó que éste se quedó con seis mil pesos en libranzas contra Cosalá, las cuales había tomado de la casa de moneda de Culiacán. En aquel acto se recogieron varios cajones de parque, 49 fusiles y 129 pesos; numerario que, como premio a su proceder,  fue repartido entre los soldados que se rehusaron a iniciar la asonada.  Aún más,  Plácido Vega premió a los militares que no secundaron a Rosales, otorgándoles la suma de setecientos cuarenta pesos. El 4 de noviembre siguiente el prefecto y comandante militar de Culiacán, Ignacio Izabal,  realizó la ceremonia pública de premiación, en las cual el numerario se repartió entre los soldados fieles a Vega.

El plan del coronel Rosales, y al cual había enviado cartas a varios prefectos invitándolos a que se le adhirieran establecía: “…el plan será desconocer a don Plácido, porque las elecciones se hicieron bajo la presión de su tiránico poder  que se impedirá su vuelta; se suplica al gobierno general que haga volver al señor Márquez a ponerse al frente del estado….”  Poco después Antonio Rosales fue capturado y Jesús García Morales lo deportó al estado de Durango, encabezando él mismo la escolta.

El presidente Benito Juárez envió a Plácido Vega a San Francisco, California, a comprar armas para la guerra contra Francia. El general sinaloense inició las actividades propias de su misión. Pero poco después tuvo lugar una anécdota que da prueba de los sentimientos y las convicciones del héroe de la Batalla de San Lorenzo. Proveniente de Mazatlán y otros puertos del Golfo de California, el 30 de abril de 1864 llegó a San Francisco el buque vapor  John L. Stephens. El coronel Antonio Rosales venía abordo de dicho barco y de inmediato buscó a su antiguo enemigo para pedirle un favor. Narra el propio  fuertense en carta enviada al gobernador de Sonora, Ignacio Pesqueira: “…al arribo del vapor John L. Stephens a este puerto me manifestó el señor Antonio Rosales que como mexicano no podía permanecer indiferente a la situación que guarda nuestro país, ni dejar de ofrecer sus servicios a los estados de Sinaloa y Sonora cuando estaba el primero atacado por los franceses y lo iba a ser próximamente el segundo. Que en tal virtud ofrecía por mi conducto a los gobernadores de ambos estados  sus servicios. Cumpliendo antes que todo con el deber de mexicano, no he vacilado en complacer a este señor garantizándole que si usted no aceptaba sus servicios, lo dejaría en libertad para dirigirse a otro estado, o para regresar al extranjero”  El general Vega no sólo escribió esa carta, sino que también en la misma fecha y en los mismos términos  envió sendas misivas al gobernador de Sinaloa, Jesús García Morales, y al de Colima, Julio García. Aún más, en esa misma fecha Plácido Vega envió cartas a los comerciantes Celso Furhken, de Mazatlán, y Antonio Morales, de Guaymas, en las que les pedía: “…estimaré a usted de sobremanera que en caso de que el señor don Antonio Rosales solicite de usted su pasaje de esa ciudad para algún otro lugar se lo dé usted por mi cuenta particular seguro de que yo satisfaré su importe y que con esto aumentará el número de los servicios que a usted adeudo


El 15 de octubre de 1864, Antonio Rosales y Ramón Corona unieron sus fuerzas para derrocar al gobernador Jesús García Morales, por la madrugada sus tropas entraron en Mazatlán y lograron su cometido. El día 19 siguiente, al parecer el general Ramón Corona nombró al coronel Antonio  Rosales gobernador del estado de Sinaloa. No obstante, el 13 de noviembre siguiente se vio obligado a entregar esta ciudad a las fuerzas francesas. Y es aquí donde cometió un grave error ya que habiendo sido notificado sobre las fuerzas francesas que las hostilidades comenzarían a la mañana siguiente de su llegada, Rosales abandonó Mazatlán sin notificarlo a los franceses y así, estos comenzaron a bombardear la ciudad. Fue por este capítulo que la prensa francesa se mofó de Rosales: ”En el momento en que el cuerpo de desembarco ponía pie a tierra, los últimos pelotones de la guarnición escapaban por la ruta de Culiacán, y el general Lozada penetraba en la plaza, con 400 hombres, por la ruta de Presidio.  La caballería de este general se puso inmediatamente en persecución  de los fugitivos y diezmó su retaguardia. Nuestras tropas encontraron en Mazatlán 25 piezas de cañón, de los cuales 15 están en buen estado, que el enemigo, en la precipitación de su fuga, no tuvo tiempo de enclavar. Las municiones, los aprovisionamientos, una parte incluso de las armas de la guarnición que cayeron en nuestro poder, atestiguan el terror que la pronta determinación del ataque arrojó en las filas del enemigo.” (Le Monde Illustré. París. 14 de enero de 1865. Página 24.)



sábado, 21 de octubre de 2017

Cuatro Vestigios de la Historia

Cuatro Vestigios de la Historia

Si alguna vez visita usted Quilá, en el centro del estado de Sinaloa, lo invito a que conozca las luminarias colocadas en las cuatro esquinas de la plazuela principal, junto a la iglesia católica. Pintadas de color verde, de inmediato se dará usted cuenta de que se trata de envejecidos postes de fierro con tres farolas casi en el extremo superior;  éste se encuentra adornado con enredaderas y una hoja hechas de metal. Se trata sólo de dos pares de piezas viejas del alumbrado público de este pueblo;  pero sobre todo son objetos que constituyen vestigios de una historia olvidada de nuestro estado, Sinaloa.



Si usted ve con detención la primera de estas fotos, la que muestra una  lámpara completa, al principio podrá  parecerle nada especial. Sin embargo, en  el poste, a casi metro y medio del suelo podrá usted leer la inscripción que hay en cada uno de los postes: “Obsequio de la Colonia China.1910”




Durante el siglo XIX, por oleadas,  un elevado número de inmigrantes chinos llegaba a Mazatlán y de ahí se distribuían a lo largo y ancho del territorio del estado. Muchos traspasaban las fronteras estatales para aposentarse en otros estados como Sonora, Chihuahua y Baja California. Gente trabajadora, industriosa, estos inmigrantes asiáticos de inmediato fundaban y hacían florecer sus propios negocios, luego, gracias a éstos, contribuían a mejorar la economía regional. Fundaban tiendas misceláneas en las que vendían incluso lo que no vendían las tiendas de los locales; sembraban sus verduras en tierras que para otros eran inútiles; abrían restaurantes ofreciendo a los lugareños comidas y sabores que ni siquiera habían adivinado; en Mazatlán fue un chino, de nombre Luëng-Sing, quien fundó el primer hotel con servicio de restaurante, “La Fonda de Cantón”. Los chinos, pues, formaron parte importante de la economía regional.

Sin embargo, jamás fueron bien vistos por los mexicanos quienes los discriminaban, los vejaban, les robaban y saqueaban sus comercios, los asesinaban. Algunos historiadores ubican este sentimiento antichino como exclusivo del siglo XX, pero no es así. Esta repulsión data del siglo XIX: “En marzo de mil ochocientos ochenta y seis se esperaba la llegada del buque Sardony proveniente de China, el cual transportaba varios cientos de chinos. El gobierno mexicano había convenido la inmigración de  ellos para emplearlo en labores pesadas. Fue por ello que el día veintiocho se corrió la voz en Mazatlán de que este navío anclaría en las aguas mazatlecas trayendo a los inmigrantes asiáticos. Cientos de mazatlecos fueron hasta el muelle para protestar por la llegada de aquellos extranjeros, y cuando vieron un barco acercarse los gritos se acrecentaron. Sin embargo, se trataba del barco nacional Romero Rubio. Al percatarse de su error los agitadores marcharon por las calles dando rienda suelta a su xenofobia, por lo que fue necesario concentrar a todos los elementos de la policía para calmar a los racistas. Pero las fuerzas policiales fueron insuficientes por lo que resultó indispensable recurrir al ejército. En las calles se escuchaban consignas en contra de los chinos y pronto las casas que éstos habitaban fueron atacadas por la turba que destrozaba las puertas de las viviendas y se introducía para destruir todo lo que encontraba. Por fortuna los chinos al percatarse de este salvajismo habían huido de la ciudad, y todos resultaron ilesos.”  (Tomado de Érase Una Vez en Mazatlán, de Antonio Lerma Garay)

El gobierno federal se hacía de la vista gorda cuando había linchamientos y asesinatos en masa de estos inmigrantes, que también se daban en otros estados como Coahuila, Durango y Nuevo León.

Fue en Sonora y en Sinaloa donde se llegó al extremo de decretar la expulsión de los chinos de sus territorios. El  último día de agosto de mil novecientos treinta y uno los gobiernos de ambos estados decretaron la expulsión de los chinos. En los primeros días de octubre en Guamúchil, Sinaloa, se dio un enfrentamiento entre asiáticos y guamuchilenses cuyo resultado fue uno de aquéllos muerto y varios heridos por bando.

En el estado de Sinaloa los proscritos asiáticos eran obligados a dirigirse al puerto de Mazatlán, y en Sonora eran congregados en Nogales, sitios donde esperaban la deportación. Los que llegaban a este puerto eran en su mayoría granjeros quienes de un día para otro eran arrancados de sus tierras y por ende serían deportados sin llevar un solo centavo en sus bolsillos.

Pero qué despertaba esa xenofobia en los sinaloenses, sonorenses y otros mexicanos. La envidia parecía ser la primera explicación; los chinos eran propietarios del ochenta a noventa por ciento de las tiendas. La segunda explicación era que la Gran Depresión de Estados Unidos había hecho perder sus empleos a miles de mexicanos obligándolos a regresar a su país.

Son varios los estados que deberían ofrecer una disculpa pública a la comunidad china por aquellos actos y leyes xenofóbicas, racistas, discriminatorias; entre ellos, por supuesto, Sinaloa y aun el gobierno federal.  Algo que, claro, jamás sucederá.


Por ello, si alguna vez viaja a Quilá, deténgase un momento a apreciar estos cuatro fierros viejos que, más que eso, son recuerdos de un pasado vergonzoso, vestigios de una historia olvidada.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Mazatlán en el Colls Bleus




En su edición del 30 de abril de 1988 la revista parisina «Cols bleus: hebdomadaire de la Marine française» (Cuellos Azules. Hebdomadario de la Marina Francesa) publicó el artículo «En Amérique latine avec l'E.V.Henry» (En América Latina en el E. V. Henry) en el cual dedica a Mazatlán un par de párrafos con sendas fotografías.

Proveniente de Callao, Perú, Guayaquil, Ecuador, y de las Islas Cliperton, el 13 de marzo de 1988 ancló en las aguas mazatlecas el buque de guerra francés «Enseigne de vaisseau Henry» al mando del capitán de fragata Houyvet. Los objetivos principales de esta misión francesa eran la representación de Francia en el extranjero así como reafirmar la presencia francesa en el Océano Pacífico.

Es curioso, pero tan real, lo que se señala acerca de Mazatlán:
«La escala  mexicana fue quizás la más sorprendente de las tres por el carácter turístico de Mazaltán. Este balneario en la línea de Acapulco está lleno de turistas estadounidenses que llenan los muchos hoteles de moda, restaurantes y discotecas. Poco parecido al México folclórico, como se puede imaginar, pero esta escala es una transición ideal con América del Norte que se espera que sea igual de emocionante que su contraparte en el Sur. Sin debilitamiento, con renovado entusiasmo, continuamos nuestra misión a San Francisco, Portland, Vancouver y Honolulu.»

¿Alguien recuerda esa visita del barco francés? ¿Reconoce dónde están esas mazatlecas posando?

sábado, 29 de julio de 2017

El Hielo Llega a Mazatlán


J. Woodley, capitán de la Goleta Emma, de 200 toneladas, tenía proyectado zarpar de San Francisco, California, rumbo a los puertos mexicanos de Mazatlán y Guaymas el día 17 de mayo de 1861. Sin embargo, por alguna desconocida razón le fue imposible salir ese día. No fue sino hasta el día 20 de ese mes cuando el buque partió rumbo a los citados puertos llevando, además de los pasajeros,  vinos, una carreta, medicinas, queroseno, pinturas, pólvora, cohetes, una máquina de coser y varios artículos más, cuyo valor ascendía a 9618.03 dólares.

Pero el agente naviero de este buque, señor W. Schleiden,  exportaba hacia Mazatlán un artículo nunca antes visto en esta ciudad: hielo. Sí, agua en estado sólido. Y no se trataba de unas cuantas barritas, sino de 40 toneladas de hielo fabricado en la ciudad de San Francisco.

Es raro que no haya quedado registro de la fecha exacta en que el Emma ancló en las aguas mazatlecas. Sin embargo, tomando en consideración que zarpó del puerto californiano el día 20 de mayo y que en dicho viaje este navío hacía un promedio de 13 a 15 días, seguro es que la primera vez que llegó hielo artificialmente fabricado a Mazatlán  fue en los primeros días de junio de 1861. El hielo fue una de las máximas sensaciones en Mazatlán, incluso de inmediato algunos locales comenzaron a llamar «agua dura».

Cuenta la leyenda que el hielo que venía de San Francisco era depositado en el Cerro de la Nevería, pero no sucedió así con este cargamento.  El señor Schleiden lo hizo guardar en un vagón cubierto, al parecer cerca del Hotel de Las Diligencias, y comenzó a venderlo a los comerciantes locales.

En esa época eran dos los salones principales existentes en Mazatlán: «La Sociedad», en las cercanías de la Plazuela Machado al que acudían las personas con recursos; y «El Café de los Baños» frecuentada por personas de clases inferiores.  Era junio, el calor ya llegaba a los 35°  centígrados a la sombra, y apenas el hielo había desembarcado las bebidas alcohólicas frías comenzaron a ser servidas en estos establecimientos.

Pero no nada más las bebidas alcohólicas merecían un trozo de hielo, de inmediato limonadas y naranjadas comenzaron a ser vendidas frías en otros establecimientos.  Los mazatlecos tenía un nuevo lujo, que no en cualquier otra ciudad o población de México se podía disfrutar: bebidas heladas. Y, también gracias al hielo traído por el Emma, casi de inmediato alguien comenzó a vender «nieves» de sabores por las calles de Mazatlán, aunque en realidad ésta distaba mucho de ser nieve de verdad.

El señor Shleiden no sólo era un  comerciante, era un buen comerciante, y para celebrar la llegada del hielo a Mazatlán mandó imprimir pósters que mandó colocar en diversas partes de la ciudad, en los que sobre un fondo verde, blanco y rojo se leía:

“Fiebres, Calenturas, Jaquecas,
Tristezas y aun Mal de Amor.
En Todo y por Todo se Alivian
Con Hielo o Con Nieve, Señor”


Y entonces la curiosidad mató al gato. Perdón, al ignorante:

Un indio proveniente de uno de los pueblos del interior quedó maravillado al conocer la «agua dura» y de inmediato ideó un plan para llevarla hasta su pueblo, para que los de su tribu conocieran aquella maravilla. El hombre se introdujo al vagón, robó un gran pedazo de hielo y antes de que nadie pudiera hacer nada varias personas lo vieron huir con él manos. El hombre ignorante, desconociendo la naturaleza del hielo, creyó que éste llegaría intacto hasta su destino. Pero grande debe haber sido su sorpresa al ver que poco a poco se derretía. Seguro es que aun soportando la sensación de ardor durante minutos, ni un poco de esa «agua dura» pudo llegar siquiera a El Castillo o a El Venadillo.

domingo, 9 de julio de 2017

Un Asesino en Serie


Hacia el año mil ochocientos sesenta y cuatro el señor Tom Adams, quien era un súbdito británico, se aposentó en Mazatlán. Diez años antes  había decidido cambiar de residencia por lo que viajó de Inglaterra a Canadá, país donde residió un par de años. Luego vivió en varias ciudades del este de Estados Unidos. De ahí viajó al puerto de  Veracruz, luego a la capital mexicana. Ahí se sintió atraído por la vigorosa economía de Mazatlán, lugar al que llegó en el año señalado. El británico abrió una cantina, que muy pronto se convirtió en el club obligado de los personajes con la peor fama de la ciudad. Allí iban los hombres más violentos, la escoria de la sociedad porteña. Pero el propietario del tugurio también tenía su propia fama. Muchas personas le temían ya que era extremadamente violento.

Un día estaba el señor Adams jugando dados con un español conocido como González, quien tenía fama de ser un experto en juegos de azahar. Los dos hombres habían bebido ya varias copas y los efectos del alcohol eran inocultables. Después de un tiro de los dados sobrevino lo inevitable en esas condiciones. González sabía bien que el inglés era violento por naturaleza, por eso cuando comenzó el pleito entre ambos él no la pensó dos veces antes de sacar su pistola y dispararle a su contrincante. Adams no murió ahí. Durante varios meses resintió su salud menguada y sufría de dolores a consecuencia de los balazos recibidos, hasta que finalmente falleció el dieciséis de octubre de mil ochocientos setenta y cuatro.

Pero el pasado de este hombre británico guardaba secretos confesables sólo cuando se sabe que el castigo terrenal ya no puede alcanzarle. Fue así como  días antes de morir, sabiendo que su final se acercaba, Adams mandó llamar a un hombre estadounidense radicado también en Mazatlán, un capitán de apellido Verplanck, quien se dedicaba al comercio. El cantinero pidió al comerciante escuchase y tomara nota de lo que tenía que iba a contarle. Lo que estaba por confesarle, imploró el inglés, debería darlo a conocer en los Estados Unidos. El comerciante de buen agrado se preparó a cumplir la última voluntad de aquel que agonizaba.

El súbdito británico hizo saber al capitán que su verdadero nombre no era Tom Adams, sino George Worley, nacido en Manchester, Inglaterra y que a lo  largo de su vida había cometido trece asesinatos, además de una innumerable serie de robos. Hacia el año mil ochocientos cincuenta y cuatro el confesante vivía en Inglaterra, y un día de ese año el barco estadounidense Cultivator se hallaba anclado en los muelles de Liverpool. Entonces uno de sus marinos bajó a tierra, lo que él aprovechó para  asesinarlo sin motivo aparente. Fue entonces cuando decidió mudarse a Canadá, país en el que se hizo llamar Orton.

El inglés comenzó a  trabajar como marinero en los lagos canadienses, y en uno de sus viajes al puerto estadounidense de Oswego conoció a un pintor en una cantina. Orton siguió al otro hombre y en un paraje solitario lo descalabró con una piedra lanzada con una honda. Después, seguro de que había muerto, arrojó el cadáver por un puente.

Orton regresó a Canadá y asumió el nombre de Townsend. Pronto se unió a otros dos hombres y se dedicaron a robar en las cercanías de la ciudad de Toronto. Pero los robos incluyeron cuatro asesinatos, incluido un Sheriff que les seguía los pasos. Con el homicidio del oficial de la policía canadiense, ésta intensificó la búsqueda de los ladrones y asesinos. Las autoridades ofrecieron una jugosa recompensa a quien aportara datos para el arresto de éstos. Worley decidió decir adiós a Canadá, y en un barco llegó al puerto estadounidense de Toledo, de donde se trasladó a la ciudad de Chicago. Ese verano el inglés no reprimió sus impulsos y primero asesinó al capitán de un barco con quien había bebido en una cantina. Después fue el turno de un hombre de nacionalidad alemana, a quien siguió hasta su oficina, ubicada en las cercanías de la estación del tren y que le servía de casa,  y lo asesinó mientras dormía. Su tercera víctima fue un hombre que había conocido en un prostíbulo.

Pero la suerte del inglés parecía haber llegado a su fin, ya que en uno de sus frecuentes robos fue atrapado por la policía y fue condenado a permanecer tres años en la prisión estatal de Illinois. Sin embargo, cuando Worley recuperó su libertad se fue a vivir a la ciudad de Nueva York. Ahí conoció y se hizo amigo de un hombre a quien con engaños llevó hasta las afueras de la ciudad. Ahí lo asesinó y tomó de sus ropas un mil dólares. Pero esa no sería la única víctima, ya que también asesinó a otro de sus conocidos.

Entonces Townsend partió de Nueva York y se dedicó a robar en diversas ciudades y pueblos sureños. En la ciudad de Baltimore conoció a una prostituta y muy pronto la agregó a su lista de asesinados. En Louisville cometió otro asesinato, y uno más en Memphis.
Fue entonces cuando el británico decidió conocer otras culturas y viajó a México. Pero en la ciudad sinaloense terminó pagando sus fechorías a manos del jugador González.

Cierto es que Adams era muy temido en Mazatlán, pero no se supo que cometiera aquí o en las demás ciudades de México homicidio alguno. En cambio dejó como herencia dinero en efectivo que Verplanck calculó entre quince mil y dieciocho mil pesos. Una fortuna nada despreciable en esa época. El homicida pidió al comerciante hiciera llegar ese dinero a su único familiar,  una hermana suya quien vivía en un lugar de Inglaterra.

martes, 4 de julio de 2017

Un Hombre Muy Demandante

Un hombre de cincuenta años de edad, que jamás había tenido esposa ni mujer, vivía solo en su casa, sintiéndose solitario y deprimido. El pobre anhelaba tener una compañera en el otoño de su vida, pero ninguna mujer le hacía caso. Una noche de invierno fue a la cama solitario como siempre, pero antes de dormirse o rezó, oró y le imploró a todos los santos le concedieran una mujer. Minutos más tarde, en los sueños se le apareció primero un santo, a quien le dijo:

- Querido y milagroso San Javier,
concédeme el amor de una mujer.
A lo que éste le respondió:
- Una mujer muy pronto tendrás,
siempre y cuando no pidas de más.

Un poco más tarde, el hombre pareció haber olvidado algo, y pidió:
- Pero para favor, Santa Clara
quiero que sea de bella cara

Una hora más tarde le pidió a otro:
- Querido Santo Daniel,
que sea de suave piel.

Luego le dijo a otro de los santos:
- Pero te ruego, San Juan Nepomuceno,
que ella sea de grandes y bellos senos.

Al rato le rogó a uno más:
Por favor San Buenaventura
que sea de muy fina cintura.

A San Javier ya le parecía excesiva tanta petición del hombre solitario, pero lo comprendió. Sin embargo, el mortal volvió a pedir un atributo más, y le rogó al santo de su devoción:

- Pero sobre todo, Santo Niño de Atocha
Haz que tenga que tenga bien rica la

En ese instante San Javier lo despertó y el hombre no pudo terminar su ruego al santo niño. Y así fue como, por demandante, años más tarde murió solo sin una mujer.

viernes, 30 de junio de 2017

Lo Mejor del Mazatlán Decimonónico

Estimados amigos:
 
Voy a hacer una edición personal de LO MEJOR DEL MAZATLÁN DECIMONÓNICO, el cual contendrá selecciones de todo lo que yo he investigado y escrito acerca de nuestra ciudad y puerto.
 
NO HABRÁ PRESENTACIÓN OFICIAL, NO SE VA A VENDER EN LAS LIBRERÍAS, será únicamente por suscripción: La cooperación es de $ 220 el ejemplar.
 
Los artículos, más de treinta, se encuentran en libros editados y no editados, así como una media docena de historias sobre Mazatlán jamás contadas ni investigadas.
 
El número mínimo de suscripciones para lograr este proyecto es de 200. Espero alcanzar esa cifra a más tardar el 31 de julio.
 
Mayores informes por esta misma vía o en algmzt@hotmail.com
 
Atentamente
Antonio Lerma Garay

domingo, 25 de junio de 2017

Las Cenizas Mortuorias de Rudy

Nacido el 16 de octubre de 1918 en Jerome, Arizona, Adolph Carrillo Diaz, era un indio mescalero apache  puro. Muy joven, se unió al ejército estadounidense y durante la Segunda Guerra Mundial participó como paracaidista. Habiendo tenido al menos 49 saltos,  y tras obtener varias medallas alcanzó el grado de sargento.

En 1946 se unió al Departamento de Policía de Los Ángeles, California, en el escuadrón de narcóticos. Fue ahí donde jugó el papel por el que sería más recordado como investigador: fue él uno de los primeros agentes en llegar a la escena donde perdió la vida Marilyn Monroe, además de que como detective que era participó en las pesquisas de esta muerte. En 1967 se retiró de la policía y comenzó a trabajar como actor. En 1968 participó en la película “Bandolero”, protagonizada por Raquel Welch, James Stewart y Dean Martin. Pero ese mismo año su ex esposa Dorothy Abbott se suicidó, deprimida debido al rompimiento matrimonial.



En 1976, Diaz se casó con la joven Beverly Gallaher, con quien tuvo varios hijos. Alto, fornido, y debido a sus rasgos, Adolph, mejor conocido como Rudy Diaz, participaba en los filmes como un tipo rudo, western casi todos éstos.

Una faceta poco conocida de Rudy Diaz  fue que tuvo en su corazón predilección por una ciudad y puerto del pacífico mexicano: Mazatlán. No era raro verlo en las calles y playas mazatlecas pasando total y completamente inadvertido para los locales.

Ya alejado de las cámaras, el paracaidista, el policía, el detective, el actor Rudy Diaz murió el 5 de diciembre de 2006, a los 88 años de edad. Pero antes de finar hizo  a sus familiares una última petición. Tras la muerte del hombre, algunos de éstos viajaron a Mazatlán para cumplir la palabra que habían empeñado: Fue así como las cenizas morturoias de este actor fueron esparcidas en las aguas mazatlecas. En el Mazatlán que Rudy tanto amó.


(En la imagen: Rudy Diaz en la película “Bandolero”)

sábado, 24 de junio de 2017

El Día en que México Arrió la Bandera Estadounidense


La Isla Clipperton o de Clipperton se ubica en el Océano Pacífico, frente a  la costa del estado de Michoacán, a unos 1280 km de Acapulco.  Esta isla, que en un tiempo fue parte del territorio mexicano, es la parte de la Eurozona más cercana a México.

Fue hacia marzo de 1898 cuando la compañía estadounidense «Oceanic Phosphate Company»  comenzó a explotar los guanos que se encontraban en dicha isla, se calcula que en un momento hubo unas 20000 toneladas de este material,  cuyo precio oscilaba en unos 300 000 pesos oro. La verdad es que la isla estaba deshabitada, si bien era visitada por los buques de guerra mexicanos, y fue por ello que los trabajadores de la guanera construyeron casas para habitarlas, pero también izaron la bandera de los Estados Unidos y comenzaron a considerarla como territorio de dicho país. Entre los trabajadores había un total de treinta y seis japoneses que habían llegado a la isla en junio de ese año a bordo del navío «Alice Blanchard».

Pero, la lección que había dado a México la secesión de Texas había quedado bien grabada para el gobierno mexicano y fue por ello que estos incidentes  no fueron del agrado del presidente Porfirio Díaz.

La historia del cañonero mexicano «Demócrata» se entrelaza continuamente y a través de los años con la de Mazatlán. No era raro encontrar aquí anclado a este navío, tampoco era extraño que de aquí fuera enviado a cumplir misiones en otras costas del país.

Enterado el gobierno mexicano de que la Isla Clipperton comenzaba a ser considerada territorio estadounidense, se ordenó a Teófilo Genesta, capitán del  cañonero «Demócrata»  reivindicar  dicho territorio. Durante la travesía el buque de guerra mexicano encontró mal tiempo.  Era el 14 de diciembre de dicho año cuando ancló en las aguas de esta isla, y el mar continuaba agitado. De inmediato un bote fue bajado al mar, transportando un in determinado número de soldados mexicanos. Sin embargo, debido a la turbulencia de las aguas, éste se estrelló contra la barrera de coral y quedó muy dañado. Ante este peligro, los hombres abandonaron sus rifles y espadas y tuvieron que nadar para salvarse no sólo del mar embravecido, sino también de los tiburones que  abundaban en esas aguas.

Muy pronto los soldados mexicanos llegaron a tierra. Julián Santos, fogonero del buque, llevaba consigo una bandera mexicana, la cual debía ser izada en es parte del territorio mexicano. No pasó mucho tiempo antes de que alcanzaran tierra más militares mexicanos. Los ciudadanos estadounidenses no opusieron resistencia alguna. Se inició un breve parlamento en el que los nacionales explicaron a los extranjeros que la Isla Clipperton era  territorio mexicano y no estadounidense. Ante esto, los mismos extranjeros arriaron la bandera de las barras y las estrellas. Minutos después, tras una ceremonia marcial, fue izada la bandera tricolor.

Japoneses y estadounidenses fueron desalojados de la isla y fueron subidos al «Alice Blanchard», que ancló en San Francisco, California, el 16 de diciembre.

Tras este incidente  se anunció que la compañía guanera demandaría al gobierno mexicano por daños y perjuicios. Sin embargo, en el otro lado del mundo, el 4 de enero de 1899, un periódico publicado en Francia anunciaba que la Isla Clipperton era parte del territorio francés.

La verdad es que meses antes, ese mismo año, ya había sucedido un incidente similar.


(Fotografía del cañonero «Demócrata»  cortesía de la Secretaría de Marina)

miércoles, 21 de junio de 2017

martes, 13 de junio de 2017

A Mi Madre


Perfecto sabías que llegaría cuando estuvieras desmenuzando la carne del pollo,  que yo no iba a faltar a esa cita. Con gusto, de reojo me  veías llegar a la cocina. Tu sonrisa y tu mirada me anunciaban que  ya me esperabas, que me habías apartado el cartílago pectoral del ave. No había necesidad de pedírtelo, siempre lo tenías ahí, reservado sólo para mí. Tus ojos brillaban al verme saborearlo. Entonces pensaba yo que esa ternilla era lo que más me gustaba. ¡Qué equivocado estaba!

Ahora, décadas después,  me doy cuenta de que ese cartílago era un mero pretexto,  que en realidad disfrutaba de todo ese momento: saber que me esperabas, tu mirada de reojo, tu sonrisa, el brillo en tus ojos, tu gusto por complacerme.


Si  mil veces naciera, mil veces te elegiría como mi madre.

viernes, 9 de junio de 2017

Se Seguirá llamando “Avenida Reforma”



Se Seguirá llamando “Avenida Reforma”

Hace unas cuantas semanas el ayuntamiento de Mazatlán, encabezado por el alcalde Fernando Pucheta emitió un acuerdo por el que decidió cambiar el nombre de la calle “Reforma”, imponiéndole el de una persona que aún vive.
Cambiar el nombre de una calle o de una colonia es un atentado en contra de la Historia y de la Cultura de la ciudad. Una calle y su nombre no son entes ajenos a la cultura e identidad de la gente, del pueblo; todo lo contrario. Por una calle la gente, el pueblo, transita, camina, se pasea, va de compras, estudia, trabaja, habita. Con esta casi imperceptible relación entre el pueblo y una determinada calle, el nombre de ésta deja de ser una simple denominación, trasciende y se convierte en parte de la cultura del pueblo a través de la costumbre y de la tradición.
La definición de “cultura” que sostiene la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) coadyuva en mi planteamiento: «...la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. »
Sin embargo, ayer me llegó una nota periodística de Pedro Seminario en el que anuncia que dicho cambio de nombre queda revocado. A la letra, dice asi:
«En un encuentro informal, previo a la ceremonia de toma de protesta del Rector de la UAS, el gobernador del estado, Quirino Ordaz Coppel le comentó al maestro José Ángel Pescador Osuna, distinguido miembro de El Colegio de Sinaloa y Director del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en Sinaloa, que podía estar tranquilo ya que ya no se impondría el nombre de Lety Coppel a la avenida Reforma en el puerto de Mazatlán, respetando con ello la historia. Quirino dijo al respecto que vale la pena imponer a una calle el nombre de la extraordinaria mujer altruista, para lo cual se pueden analizar otras opciones en alguna otra zona de la ciudad.»
No obstante, aún queda en el aire el que se cambie de nombre a otra calle de la ciudad. En este punto me atrevo a preguntar ¿Cuál es la necesidad de cambiarle el nombre a una calle? ¿Acaso no puede el ayuntamiento pedir a una fraccionadora poner el nombre de la persona a quien se desea honrar a una calle o avenida que apenas va a ser inaugurada? Ahí está Pradera Dorada VI que apenas está en proceso de apertura y seguro hay varias más.

jueves, 25 de mayo de 2017

Winston Churchil y Supertramp



En 1977 el grupo británico de rock Supertramp lanzó su disco «Even in the Quietest Moments, Aun en los momentos más tranquilos Las siete canciones contendidas en el disco fueron escritas por los entonces líderes de la banda, Rick Davies y Roger Hodgson. La portada, en la que predominan el azul y el blanco, se ve un piano y su banquillo, cubiertos de nieve,  sobre aquél la partitura de la última y más larga de las canciones del disco: «Fool’s Overture, Obertura del tonto» de casi once minutos. Esta pieza comienza suavemente con un piano que luego de segundos es acompañado por una flauta, seguidos por unas campanadas y trompetas...

Pero, hablando de ingleses, dicen que el discurso más famoso de la Historia fue el que dio Winston Churchil cuando los nazis comenzaban a invadir parte de Europa, y amenazaban a la propia Gran Bretaña. El 10 de mayo de 1940 Churchil había tomado el cargo de primer ministro, y coincidentemente el ejército de Adolph Hitler había comenzado su ofensiva a Holanda, Bélgica y Luxemburgo. El estadista inglés sabía bien que la Gran Bretaña era uno de los objetivos de los alemanes, y el 4 de junio de 1940, pronunció este discurso que ha recibido el nombre de «We shall fight in the beaches, Pelearemos en las playas». La parte final del discurso es más que emotiva, le advierte al régimen alemán que los ingleses se defenderían y que lucharían hasta el final.  

Transcurre suave, tranquilamente la Obertura del tonto y justo cuando llega a 2:26 (dos minutos veintiséis segundos) Davies y Hodgson reproducen parte esencial del final de  «We shall fight in the beaches»:

We shall go on to the end... we shall fight on the seas and oceans… we shall defend our island, whatever the cost may be...  we shall never surrender  (Iremos hasta el fin… pelearemos en los mares y océanos… defenderemos nuestra isla, a cualquier costo… jamás nos rendiremos)

Las campanadas que preceden a este extracto, que parecen llamar al servicio religioso, no son coincidencia, son incidentales. Al final de éste una campanada más, exaltada, seguida por la nota del piano igual de sonora.

…We shall never surrender

sábado, 13 de mayo de 2017

¿Conoces a la «mazatleca» Kate Corbaley?


¿Conoces a la «mazatleca» Kate Corbaley?

Proveniente de Panamá el vapor Alaska llegó a Mazatlán a las seis treinta de la mañana del 29 de agosto de 1878 y zarpó de aquí  ese mismo día, a las 10:30 de la noche.  En el puerto sinaloense la señora W J Hinckley abordó el barco y se dispuso a viajar hasta San Francisco, California.  Sin embargo, la mujer se encontraba en avanzado estado de embarazo y  dos días después, el  primero de septiembre, la mujer dio luz a una bebé.  El señor Austin era el capitán del Alaska, y según la tradición de ese entonces, era prerrogativa de este oficial  ponerle el nombre  a quien naciera en su  buque, fue por ello que aquella niña fue bautizada como Kate Alaska Hinckley, en honor al vapor que la vio nacer.

Algunos biógrafos de esta niña consideran que nació en altamar, frente a Mazatlán. Creció en Colton y en San Berbardino, California. Se graduó de la Universidad de Stanford, obteniendo los más altos honores. Muy joven Alaska Hinckley se casó con Charles Corbaley, ingeniero de Los Ángeles,  pero tras doce años de matrimonio terminaron divorciándose. Fue entonces cuando la mujer  descubrió su verdadera vocación y pasión: se dedicó a escribir guiones cinematográficos y otras historias. Escribía también artículos para revistas de mujeres.  En una ocasión declaró: «Para algunas personas la vida es narrativa, para otras es drama. Para mí la vida es dramática. Nunca es una historia, y para mí escribir es la forma más fácil de expresión

En  1918 escribió Real Folks, con el que ganó un concurso de la revista Photoplay y que fue su primer éxito. Muy pronto se sumaron otras películas exitosas como Fire Brigade, Silent Sanderson, Teh Badlands y varias más.

En 1926 se unió a la Metro Golden Mayer y fue la responsable de analizar los guiones que escritores en busca de fortuna enviaban a la compañía para transformarlas en películas. Se calcula que ella leyó más de 5000 guiones.

Cuando Kate Alaska murió de neumonía, el 23 de septiembre de 1938, dejó a cuatro hijas, dos hermanas y un hermano.

¿Habías oído hablar de esta escritora «mazatleca»?

En la foto: La señora Corbaley y sus cuatro hijos.

Créditos fotográficos: Revista Photoplay. Enero de 1918. P. 103

lunes, 8 de mayo de 2017

La Primera Bicicleta en Mazatlán

La Primera Bicicleta en Mazatlán

Borda en los límites de la imposibilidad conocer la fecha exacta de la llegada de la primera bicicleta a Mazatlán, es en realidad muy difícil saber siquiera el año en que esto sucedió. Seguro es que llegó en barco, casi seguro que provenía de San Francisco, California, pero cuándo…No obstante, el año 1899 se publicó en Estados Unidos «Davy. Historia de un Gringuito» del  escritor  Henry S. Brooks en la que se nos brindan algunos datos reveladores al respecto. Davy Bowman y su madre se hospedaban en el Hotel Internacional de Mazatlán. Él era un niño de unos siete años de edad. Su padre era el coronel Bowman, superintendente de la Hacienda de los Toros, una mina en realidad, donde pasaba semanas enteras. La época en que se ubica está anécdota es muy cerca de la toma de Mazatlán por el ejército francés.

Una tarde apareció el coronel en el patio del hotel y le mostró a Davy una pequeña bicicleta, ya éste había recibido varias lecciones para montarla por lo que de inmediato su subió en ella y se paseó. Por la tarde, le había prometido su padre, el niño podría ir a la «alameda», es decir a la plazuela a pasearse. Y así sucedió. Horas más tarde, ya que el sol caía y el  calor había cedido unos cuantos grados, Davy y su bicicleta hicieron su aparición en la Plazuela de Mazatlán. Ahí ya se encontraban don Eugenio y el escritor Brooks, amigos del pequeño, quienes lo animaron a pasearse.

Al ver al niño rubio montado en aquel artefacto, todos los niños corrieron hacia él para presenciar el espectáculo inédito. No se trataba de una draisina, tampoco de triciclo para niños. No. Ahí estaba la bicicleta de Davy, la primera en aparecer en Mazatlán.

Entre los pequeños espectadores se encontraba una nativa de nombre Lolita Sánchez,  de la misma edad que Davy. Brooks, al verla interesada en la escena que se desarrollaba, la llamó para preguntarle:

«- Hija, qué piensa de todo esto.
- Creo que el gringuito es muy valiente –exclamo ella.
- Y muy ágil. ¿No?
-Si señor.
- ¿Te gustaría pasear en bicicleta?
- Si señor –dijo hesitando. Pero las bicicletas no son para las niñas. Podría caer  y lastimarme.
- ¿Te gustaría hablar con el gringuito?
- Si señor –dijo ella sin el menor rubor.»


Muy pronto Brooks presentó a Lolita y a Davy. Y mientras ella se mostraba interesada en aquel niño extranjero, éste no ocultaba su indiferencia. Al lado de ellos, un gran número de niños mazatlecos estudiaba, admiraba aquel artefacto de dos ruedas que nunca antes habían visto.

Días después Davy regresó solo a la plazuela para pasearse en su bicicleta, y entonces sucedió lo impensable: un policía celoso de su deber arrestó al pequeño por pasearse en la alameda y marchó con él y su bicicleta al juzgado. Eugenio y el escritor Brooks, al enterarse de este absurdo, corrieron de inmediato al rescate del pequeño. Cuando los dos estadounidenses entraron al edificio quedaron sorprendidos al ver a Davy sentado junto al alcalde como si fueran viejos amigos. Éste no sabía una palabra de inglés y el español del pequeño era muy limitado, pero ahí estaban hombre y niño sonrientes,  platicando lo mejor que la barrera idiomática les permitía.

Muy pronto el alcalde les pidió lo acompañaran. Y ahí iban él, Eugenio, Brooks  y Davy montado en su reluciente bicicleta. Ya en la plazuela, el oficial mexicano le dijo al pequeño ciclista: «De norte a sur, de oriente a poniente, todas las banquetas de Mazatlán son tuyas para que te pasees a gusto»