lunes, 13 de marzo de 2017

Ramón Corona y Antonio Rosales Derrocan a Jesús García Morales

                                                       Jesús García Morales

Sin lugar a dudas los tres principales generales con que contaba el presidente Benito Juárez en su lucha contra Maximiliano I y sus defensores,  invasores franceses y proimperialistas mexicanos, fueron Porfirio Díaz Mori, Mariano Escobedo  de la Peña y Ramón Corona Madrigal. Si bien hubo muchos más patriotas que se distinguieron durante la Invasión Francesa, pero  fueron estos tres  quienes le dieron la victoria.

Ramón Corona fue quien incansablemente defendió el suelo sinaloense, en especial Mazatlán y el sur de Sinaloa, pero sus relaciones con los demás defensores de la patria no eran miel sobre hojuelas. Plácido Vega Daza era el poderosísimo gobernador de Sinaloa, cuando fue al centro del país a defender la patria al frente de la Brigada Sinaloa, la cual salió de Mazatlán el día 5 de febrero de 1863. Luego el presidente Juárez ordenó a Vega partiera a San Francisco, California,  a comprar armas y pertrechos para el ejército mexicano, poniendo así fin a su carrera política.

Allá, en San Francisco, el general Vega tuvo la oportunidad de auxiliar a un personaje que al menos en dos ocasiones había intentado derrocarlo: Antonio Rosales. Huyendo y sin dinero, éste se presentó ante su antiguo enemigo diciéndole que se ponía  a su disposición para auxiliar a la patria frente a la invasión francesa. Plácido Vega pagó a Antonio Rosales su viaje  de San Francisco a Mazatlán, le dio dinero para sus gastos.
Al partir hacia el centro del país, Plácido Vega había nombrado como gobernador del estado al sonorense Jesús García Morales, y con aquél fuera del país tanto Corona como Rosales se dispusieron a derrocarlo.

Los problemas para García Morales se hicieron visibles ya desde el día 2 de octubre de 1863 cuando doscientos de sus hombres desertaron, tomaron sus armas y se establecieron en un punto denominado Loma Travesada, muy cerca de Mazatlán, a la sazón capital del estado.

El lunes  10 de octubre  Ramón Corona y sus hombres se encontraban en Villa Unión mientras que en Mazatlán sólo se esperaba la inminente llegada de los buques de guerra franceses que se posesionarían de la ciudad. Pero Corona ya había decidido derrocar al alfil de su enemigo Vega Daza y el miércoles 12 estacionó a su ejército en Urías. Esta noticia pronto llegó al puerto y de inmediato los comerciantes removieron de sus negocios los  objetos valiosos.  El jueves llegó y con ello la tensión crecía entre la ciudadanía. El ataque de Corona en contra del gobernador era inminente.

El viernes 14 Ramón Corona envió un ultimátum al gobernador Jesús García Morales conminándole a entregar la plaza, de  lo contrario el ataque comenzaría en forma inmediata. Morales contaba con 500 hombres bajo su mando y tres cañones de 36 libras además de armamento menor;  Corona tenía 600 de infantería y 200 de caballería, además de mil hombres más estacionados en Villa Unión.

Llegó la noche del viernes y con ello la luna llena se hizo presente,  permitiendo una visibilidad óptima para lo que comenzaría a las dos de la mañana del ya sábado. Desde los techos de las casas cientos de mazatlecos fueron testigos del golpe de estado. Los soldados de Corona se movieron desde  Palos Prietos y avanzaron hacia la ciudad. Al llegar a unos 500 metros de la garita los artilleros de García Morales abrieron fuego pero no causaron baja alguna. Ante esto, los hombres de Corona avanzaron contra sus enemigos y abrieron fuego de rifle principalmente contra los de los cañones.  Los demás soldados, al ver que eran superados en número se unieron a las filas de Corona y juntos avanzaron hacia la ciudad. A pesar de esto,  las bajas  en las filas de Corona fueron quince muertos y diez heridos, mientras que en las del gobernador murieron tres y cuatro o cinco lesionados. El gobernador García Morales al saberse derrotado se trasladó hasta los muelles donde fue tomado preso por el mismo Ramón Corona. El paso siguiente fue que las fuerzas de éste se posesionaron de los edificios públicos. Así terminó esta rápida batalla que tuvo como objetivo derrocar al gobernador amigo de Vega Daza.

Sin embargo, ya con los hombres de García Morales derrotados,  las filas de Corona tuvieron más bajas. A las nueve de la mañana del mismo sábado se escuchó una explosión en el cuartel general cuando unas granadas que habían sido dejadas por los hombres derrotados  entraron en contacto con un cigarro que fumaba uno de los soldados. El resultado fue de cuatro hombres muertos y diez heridos.

Ese mismo día  Corona nombró gobernador del estado  al coronel Joaquín Sánchez y Román y al periodista  Pablo Retes  le dio posesión como prefecto de la ciudad. Pero el nombramiento recaído sobre Sánchez Román no duraría, ya Corona y Antonio Rosales habían decidido que éste sería el nuevo gobernador del estado de Sinaloa.

Por otra parte,   García Morales no permaneció preso por mucho tiempo, ya que el día siguiente, domingo fue puesto en libertad  permitiéndole abordar ese mismo día el buque John L. Stephens que lo llevó hasta Guaymas.



miércoles, 8 de marzo de 2017

Jesús Ramírez Terrón Toma Mazatlán

Bernardo Reyes
Jesús Ramírez Terrón Toma Mazatlán

El Cuartel de Artillería de Mazatlán se encontraba estratégicamente situado en la loma de la calle del Puente (hoy Benito Juárez) donde ahora se encuentran el Centro de Salud y la escuela primaria Antonio Rosales. Desde este punto se dominaba al norte la Bahía de Puerto Viejo, al sur la ciudad entera, al poniente el Cerro de la Nevería, y al oriente la Casa Mata. El 26 de junio de 1880 anclado en dicha bahía se encontraba el cañonero México.  Eran las tres de la mañana de ese día cuando llegaron hasta ese punto el general Jesús Ramírez Terrón acompañado del ex gobernador Domingo Rubí, así como unos cincuenta hombres, muchos de ellos sin armas. En el edificio militar se encontraban aproximadamente 150 soldados. Ahí un oficial de artillería le arrojó la llave de la entrada principal. Una vez adentro  él llamó la atención de sus hombres y los hizo ver cómo arrojaba las llaves para que nadie saliera por donde había entrado. Luego  sus seguidores procedieron a asegurar las armas que encontraron, entre ellas cuatro piezas de artillería. En ese instante todo un pelotón de artillería se adhirió a los recién llegados. Una pared los separaba de los soldados que permanecían fieles a su institución, y Ramírez Terrón dio la orden de derribarla a punta de cañonazos. Durante las siguientes horas el intercambio de disparos no paró y los muertos y heridos no se hicieron esperar. Pero las fuerzas del general rebelde habían asegurado la mayor parte de las municiones disponibles y gracias a ello devino la derrota de la  contraparte, tras la cual tomaron a muchos de ellos como prisioneros. Entre los defensores del cuartel se encontraba un general de apellido Valle, quien nunca se rindió ante los hombres de Terrón, y sólo abandonó la batalla una vez que disparó contra ellos la última de sus balas. Muchos de los vencidos que lograron huir se apresuraban a llegar al cañonero para refugiarse, unos en lanchas y otros nadando. El saldo final del combate, que terminó hacia las nueve de la mañana,  fue de treinta muertos e igual número de heridos.

En 1876, siendo prefecto de Culiacán, el coronel Jesús Ramírez Terrón había sido, quizá, el principal dirigente en el estado del Plan de Tuxtepec que Porfirio Díaz había pronunciado en contra del gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada. Además,  en 1877 fue gobernador del estado de Sinaloa, aunque había fungido en forma interina.  Y en las elecciones estatales de ese año sus aspiraciones de ocupar de nuevo la gubernatura se vieron truncadas porque la constitución le prohibía contender en ellas. Así, para 1880, Terrón se creía el candidato natural para suceder a Francisco Cañedo. Pero Porfirio Díaz lo desairó y en su lugar mandó a Mariano Martínez de Castro. Ante esto, Terrón se trasladó hasta Copalá donde el día 2 de noviembre de 1879 lanzó su Plan de Copala, adhiriéndose a la proclama hecha por el general Miguel Negrete y desconociendo el gobierno de Porfirio Díaz.

Aquella mañana de 1880 no nada más los militares habían quedado a la merced de los golpistas, los funcionarios de las oficinas gubernamentales sabían que si caían en manos de aquéllos podrían ser pasados por las armas, principalmente los encargados de la aduana. Y para prevenir esto, ellos también se refugiaron en el México.

Al amanecer el general Jesús Ramírez Terrón se había apoderado de Mazatlán y no había poder alguno que se lo impidiera. Esa misma mañana el hombre convocó a una junta a los principales comerciantes de la ciudad. Ahí les exigió un préstamo forzoso por la cantidad de cien mil pesos. La casa Echeguren, Sobrinos y Compañía  fue  obligada a cubrir la mitad del efectivo, el resto se distribuyó entre Peña y Compañía, Jesús Escobar, Bartning Brothers, Melchers y otras. El  golpista obtuvo sesenta mil pesos en efectivo más cuarenta mil en documentos cobrables.

Llegó el día 30 y Mazatlán permanecía aún en poder de Ramírez Terrón y sus hombres. No obstante, desde Guaymas, Sonora, ya había llegado el cañonero Demócrata, con unos ochenta soldados, que venían al rescate de la ciudad, el  puerto y  los ciudadanos. Ese era el plan… pero sus resultados fueron de lo más contraproducentes. Ese mismo día el buque ancló en Puerto Viejo teniendo al alcance y con buena vista el cuartel de artillería. Y comenzó el bombardeo. El cañonero disparó de 18 a 20 cañonazos en contra del edificio militar, pero no ocasionó ni una baja ya que las balas fueron a parar a otras casas, algunas de ellas incluso pasaron por el cielo y fueron a parar hasta la Bahía del Fondeadero.

El bombardeo causó varias casas destruidas y, por ende, un considerable número de mujeres y niños muertos; pero ni un solo soldado de Ramírez Terrón fue herido. Testigos de la masacre que se efectuaba, los cónsules de Estados Unidos, Alemania y Chile, señores Kelton, Sowerbûtts y Magaña, abordaron una lancha y con una bandera blanca fueron hacia el Demócrata para pedirle a su capitán que cesara el ataque a la población. El cese comenzó, pero el capitán del barco advirtió a los diplomáticos que éste continuaría sólo si los asaltantes en tierra no atacaban al navío. Esa misma noche del cañonero salió una lancha con varios soldados cuya misión era asegurar el pequeño buque Coquille, pero no tuvieron éxito.

La situación en Mazatlán era como una paradoja. Los comercios se habían visto obligados a cerrar sus puertas después de los saqueos de que fueron objeto durante el primer día de la revuelta. Ramírez Terrón y sus hombres se habían posesionado de la ciudad y puerto, pero a la vez ejercían una dictadura que no permitía ni un solo desmán ni alboroto.
Llegó el primero de julio y nada ni nadie podía remover a los pronunciados de esta ciudad. Pero con el día tres llegaron rumores de que desde Rosario avanzaba un regimiento de caballería al mando del coronel Bernardo Reyes. Además, el vapor Newbern había sido contratado para trasladar desde Guaymas y La Paz unos quinientos soldados que venían a combatir a los alzados. Por si ambos regimientos no fueran suficientes, el ejército también movilizó hacia este puerto unos seiscientos hombres  que tenía en Tepic.

Entre la noche del día tres y la madrugada del cuatro Terrón y sus hombres evacuaron Mazatlán llevando cuatro piezas de artillería que habían tomado del cuartel. Eran aproximadamente las dos de la tarde del día siguiente cuando en las cercanías de Villa Unión los casi quinientos  hombres de Terrón se encontraron con el regimiento de Bernardo Reyes, compuesto de doscientos cincuenta efectivos. De inmediato comenzó un combate que se prolongó hasta las seis de la tarde cuando ambas partes pactaron un cese al fuego. La verdad era que los hombres de Reyes se encontraban prácticamente sin parque, y éste había sufrido dos heridas que ponían en riesgo su vida. A pesar de esto,  Ramírez Terrón fue derrotado y se vio obligado a huir rumbo a Rosario, abandonando dos de los cañones que había tomado del cuartel.

Las noticias sobre los cien muertos que resultaron de la batalla de Villa Unión no tardaron en llegar a Mazatlán; se rumoraba, además, que Terrón había derrotado a Reyes y que aquél regresaba a la ciudad para tomarla de nuevo. Al día siguiente comenzaron a llegar los soldados heridos e incluso el propio coronel Reyes quien se apresuró a anunciar la derrota de los pronunciados.

Ramírez Terrón y sus seguidores se trasladaron a Rosario, población de la que también se posesionaron e impusieron préstamos forzosos. Pero las fuerzas federales ya se habían fortificado en Mazatlán con batallones llegados de San Blas,  La Paz, Guaymas y Tepic; las que muy pronto fueron comisionadas a dar con el alzado. Unos cálculos establecen que para entonces Ramírez Terrón contaba con unos seiscientos hombres, otros aseguran que eran unos ochocientos.

No obstante, sabiendo que el ejército venía en pos de ellos, tras pasar unos días en aquella ciudad, los pronunciados se trasladaron hasta Guadalupe Los Reyes, Cosalá.
Algunos autores señalan que Ramírez Terrón murió el día 22 de septiembre en El Salto, gracias a una traición, mientras que la prensa de California señala que murió en combate el día 13 de dicho mes.