martes, 27 de noviembre de 2018

1832. Tsunami en Mazatlán


El Tsunami de 1832
Antonio Lerma Garay


En 1964, cuando el maremoto originado por un terremoto en Alaska, supuestamente arrasaría Mazatlán, la gigantesca ola que aterrorizados esperábamos era llamada por mucha gente «Ola Azul» u «Ola Marina»; la palabra «tsunami» aún no irrumpía en el léxico mazatleco. Por todos es sabido que dicha «Ola Marina» nunca llegó, pero siendo la nuestra una ciudad con puerto sí ha padecido los caprichos de Poseidón. Fue en 1832 cuando aquel pequeño pueblo quedó bajo las aguas debido a una ola gigante que entró por Olas Altas y fue a introducirse a la Bahía del Fondeadero.

La muy breve descripción de este evento quedó asentada en una acta del ayuntamiento de Mazatlán, del día primero de agosto de 1885. El marco en que se da es que la Capitanía de Puerto se quejaba de que varias personas, entre ellas el señor Adolfo O’Really, invadía la zona marítima federal. He aquí la transcripción:

«En el catálogo de esas leyes, más o menos reformadas, vinieron a coleccionarse las que cita en su apoyo la Capitanía del Puerto, leyes que si desgraciadamente estuvieran vigentes, Mazatlán sería reducido a una cuantas fincas en razón de estar el centro del puerto casi en contacto con las olas de las aguas que rompen en la Playa del Sur y por el poniente con las aguas que rompen sus olas en el destruido Malecón de las “Olas Altas”, y que ateniéndose a hechos tradicionales, en 1832, por la parte del poniente se levantó una ola que cruzó por el centro XX XXXXXX de la ciudad, hasta unirse con las aguas del Astillero que entonces se extendían por la parte sur hasta la calle de “Venus”. En este caso y conforme a las leyes que cita el señor Capitán del Puerto, Mazatlán sería considerado como Zona Marítima, supuestos que no tenía los 20 metros de pleamar para adjudicar un terreno que no fuera de la federación; pero los tiempos del retroceso pasaron abriendo paso al progreso y con la antorcha de la ilustración, esas leyes dejaron de existir.»

miércoles, 21 de noviembre de 2018

El Dizque Centro Cultural Universitario, Un Elefante Blanco de la UAS



El diccionario de la lengua española, editado por la Real Academia Española, establece que un  elefante blanco es cuando una cosa  es costosa de mantener y no producir utilidad alguna. La Secretaría de la Transparencia de la República de Colombia defiNE al elefante blanco en los siguientes términos «Un “Elefante Blanco” es una obra pública de construcción, mantenimiento o instalación de un bien inmueble, la cual tiene un impacto negativo para la comunidad debido a que ha sido abandonada o está  inconclusa,  sus costos superan los beneficios de su funcionamiento, no es utilizada, o su uso es diferente para aquel que fue creada.»

El 5 de mayo del año 2014 fue inaugurado con bombo y platillo el Centro Cultural Universitario de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Localizado en la calle Rosales, entre Leandro Valle y Melchor Ocampo, anteriormente aquí se encontraban las escuelas preparatorias Mazatlán y Antonio Rosales. Han pasado ya, pues, más de cuatro años desde que fuera entregado a la comunidad cultural y universitaria este elefante blanco, pero…qué ha sucedido: NADA.

Sí, de vez en cuando se permite ahí algún evento,  pero… LOS DATOS NO SE PUEDEN MAQUILLAR, LOS RESULTADOS SON INOCULTABLES, LA REALIDAD ES CONOCIDA POR TODOS: El CCU es una obra desaprovechada, su impacto en la vida cultural del puerto y de la universidad ha sido muy poco, si no es que NULO. Las razones son obvias: quienes lo dirigen no tienen la menor idea de lo que es un Centro Cultural, no saben crear enlaces con otras instituciones; se niegan a abrir sus puertas para las distintas expresiones artísticas y culturales que buscan un espacio para ello, independientemente de filias y fobias; no saben tender puentes. Es obvio que no les interesa  promover ese centro.

Y nada importara si ese elefante blanco fuera mantenido con dinero del maharajá, pero no. Se trata de dinero público, proveniente de los impuestos que todos los días pagamos todos. ¿Acaso no le debe la UAS a la sociedad una ligera explicación sobre su forma de mal manejar este cenotafio? Porque, en contraste y desde el sector privado, el Centro Cultural Valladolid, encabezado por  Maru Enciso, con un presupuesto que para nada se puede comparar al del CCU,  promueve mejor y mil veces más a quienes buscan un espacio para expresarse, para presentar sus obras, sus libros, etcétera.