La Segunda Guerra Mundial dio inicio el primero de septiembre de
1939 cuando el ejército Nazi invadió Polonia y Alemania le declaró la guerra a
Francia y a Gran Bretaña.
En mayo de 1942 submarinos alemanes atacaron los buques
mexicanos Potrero del Llano y Faja de Oro, los días 13 y 20 respectivamente.
Estos ataques llevaron al presidente Manuel Ávila Camacho a solicitar al
Congreso le declarara la guerra a las Potencias del Eje, Alemania, Japón e
Italia. Aprobada la declaración de
guerra, México envió su famoso Escuadrón 201 al frente de batalla en las
Filipinas.
Desde meses antes de la declaración de guerra, el gobierno
estadounidense había recomendado a su similar mexicano reforzara sus puertos en
el Pacífico ante una posible invasión japonesa, en especial se mencionó a
Mazatlán y a Manzanillo. Las fuentes estadounidenses estimaron que el ejército
mexicano movilizó a los principales puertos de la costa oeste unos 20 000
efectivos por si las predicciones del vecino del norte resultaran ciertas.
Sin embargo, trece meses antes de dicha declaración de guerra se
suscitó en Mazatlán un pequeño capítulo
que nos da una idea de lo que nuestra ciudad era en esa época. El Hotel
Belmar fue el escenario perfecto para lo que sucedió ese viernes 11 de abril de
1941.
Esa noche, en el restaurante del hotel, estadounidenses
miembros del Club Rotario celebraban una
de sus reuniones. Una banda tocaba música apropiada para la ocasión, había
vinos, platillos, cerveza. Así como un buen número de hombres altos, rubios y
de ojos azules. En unas mesas había rotarios que hablaban inglés, en otras los
rotarios locales hablaban español, pero en otras mesas había quienes hablaban
alemán.
Estados Unidos aún no había entrado a dicha guerra, aunque…
Todo iba bien en la fiesta
hasta que a la banda que animaba la reunión se le ocurrió tocar el himno
nacional de los Estados Unidos. Apenas comenzó aquella pieza cuando de una de
las mesas se levantó un hombre y vociferando en el idioma de Nietzsche arrojó
una botella en contra de los músicos, protestando así porque tocaban dicho
himno. De inmediato se vio volar otra
botella y también se oyeron voces altisonantes en aquel idioma.
En respuesta, de otra
mesa se levantaron varios estadounidenses, algunos de ellos veteranos de la
Primera Guerra Mundial, defendiendo tanto su emblema como a aquellos músicos.
“Motherfuckers”, “Scheißkerle” y “Chingados” se oían en el salón
mientras que platos, botellas y vasos volaban de las manos de los combatientes
en contra de sus oponentes. Desde luego, se pasó a los puñetazos, hombre contra
hombre, como en las películas. Las mujeres, los músicos y varios más buscaban
la salida de ese campo de batalla.
De cinco a diez minutos duró aquella batalla en el Hotel Belmar
hasta que hizo su aparición la Policía de Mazatlán que con sus reconocidos
métodos científicos apaciguó aquella veintena de batallarosos.
La verdad es que la nota periodística no habla del número de
combatientes por bando, mucho menos del método científico que utilizó la
policía mazatleca para calmarlos. Lo que sí dice es que no hubo muertos, sólo
heridos y que no hubo un solo detenido.
© Antonio Lerma Garay