Mazatlán. 26 de octubre de 2018. Ayer jueves estaba yo barriendo la
banqueta de la casa cuando vi que venía bajando la loma una señora de unos
cuarenta años. Bajita, delgada, pelo algo rubio y rizado. Ella no se dio
cuenta, pero le miré la cara. También vi que en su mano derecha traía una
carpeta, un folder escolar. No sé por qué pero de inmediato sospeché algo y,
pues… no me equivoqué. Vi en su cara mucha, mucha tristeza, una tristeza
infinita; asocié ese rostro lleno de infelicidad con esa carpeta. El tercer
elemento era ese aire, esa mirada inequívoca de que buscaba algo.
Al llegar hasta donde yo me
encontraba la mujer resbaló y estuvo a punto de caer, pero pudo evitarlo. Repuesta
del susto volteó hacia donde yo estaba. No perdió tiempo, al verme me preguntó
¿Esta es la calle Parada? Es la de enseguida le dije y con un ademán le di a
entender cuál era la calle que ella buscaba. Vi duda en su cara y le pregunté
¿Qué busca?
Busco, busco… busco. Dijo, pero
no pudo decirme qué era lo que buscaba.
- ¿Tesoros perdidos? –le pregunté.
- Sí, me respondió ella y soltó el
llanto. Sin embargo, la pobre mujer tuvo el valor para controlarse y detener su
llanto. Yo sentí una enorme lástima por ella. ¿Cómo supo? me preguntó
enjugándose las lágrimas.
- Por su cara –le respondí con la
verdad.
Nuestras miradas se cruzaron, las
mantuvimos así por unos segundos. El llanto le ganó de nuevo, pero por segunda
ocasión ella tuvo el valor para controlarlo. Supuse que anda en busca de un
hijo, mas no tuve el valor para querer saber detalles; son esas historias de
las que uno no quiere siquiera saber.
Ve usted esa casa color café, le
dije mientras mi dedo índice derecho se la señalaba. Sí, me contestó. Pues
“Tesoros Perdidos” está justo detrás de ella, por la otra calle, la Parada, le expliqué.
Su rostro se iluminó un poco. Le indiqué cómo llegar ahí, le sugerí cruzar por
el callejón, con lo que se ahorraría caminar dos cuadras grandísimas. Gracias,
me dijo despidiéndose y me regaló un esbozo de sonrisa. Que Dios le ayude,
fueron mis últimas palabras para ella.
La vi avanzar loma abajo con su
paso ahora más seguro. Supuse que el llanto le ganó de nuevo porque de algún
lugar sacó un pañuelo que llevó a su rostro. Al llegar al callejón la perdí de
vista, pero... cómo olvidar ese rostro de infinita tristeza.
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Tesoros Perdidos se ubica en
Calle Parada # 2052, colonia Montuosa, entre Gutiérrez Nájera y calle 18 de
marzo. A doscientos metros de la Iglesia de Fátima.