viernes, 29 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
El Fusilamiento de Coleman J. Smith
El día 31 de enero de 1863 al
menos dos estadounidenses se encontraban hospedados en el Hotel Cosmopolitan de
Mazatlán; uno de ellos era un joven de nombre James Isaac Williams, el otro era
Coleman J. Smith, un capitán y
propietario de una goleta, quien había vivido en Alameda County, cuya principal
ciudad es Oakland, California. Ya oscurecía cuando el primero de ellos se
retiró a su habitación, se desvistió y
se acostó. Sin embargo, alrededor de las nueve de la noche otro hombre
pasó por el cuarto en que se hospedaba Williams y notó que sangraba del cuello.
De inmediato él dio la voz de alarma. Al escucharlo varios hombres más
corrieron hacia el cuarto del joven suicida y lo hallaron aún con vida. Sin
embargo, el joven no podía hablar debido a que ya agonizaba. Al verlo así un
hombre corrió en busca de un doctor, pero cuando éste llegó al hotel Isaac ya
había perdido la vida.
En el cuarto se encontró una
nota escrita a lápiz en un miserable trozo de papel, la cual decía: “Mi vida es una carga, y no culpo a nadie más
que a mí. A nadie se culpe por este acto. He sufrido todo el tiempo que pude soportar y
vivir. Sepúltenme donde sea mejor. J.
Isaac Williams.”
Todo indicaba que se trataba
de un suicidio, aunque no aparecía el cuchillo que Williams debía haber
utilizado para quitarse la vida. Fue por ello que los hombres iniciaron una
búsqueda de dicha arma blanca y sólo encontraron un cuchillo de cocina común,
pero que no había sido usado en el “suicidio” ya que no tenía rastros de
sangre. Unos voluntarios entraron al baño y encontraron escondido en la taza un
cuchillo de carnicero ensangrentado y que se veía recién afilado. Isaac no
podía haberse suicidado en su cama y haber dejado el arma en el baño. Ahora
había indicios de que no se trataba de un suicidio como quería hacer creer
aquella nota, sino que alguien había matado al joven.
Por alguna rara razón
alguien comenzó a sospechar del capitán Coleman
y se trasladaron al cuarto de éste. Ahí
encontraron una camisa blanca con rastros de sangre. En el patio también
se encontró una chaqueta ensangrentada que, admitió el sospechoso, era de su propiedad.
Ahí mismo la policía de
Mazatlán arrestó al capitán bajo sospechas de que había sido él quien había
asesinado al joven Williams. Las pertenencias del difunto fueron entregadas al
cónsul de los Estados Unidos en el puerto.
El capitán de la goleta tenía en realidad una mala reputación.
En una ocasión en su barco viajaba por
el Golfo de California cuando uno de sus marineros le exigió le pagara los días
trabajados. Smith no se amilanó y conminó al trabajador a dejar de molestarlo.
Luego, al pasar cerca de una isla acercó el barco a ésta y bajó a tierra junto
con quien osaba exigir su dinero. El
capitán del barco regresó solo a éste. Tiempo después el cuerpo del infortunado
fue encontrado en la misma isla; había sido asesinado con un arma de fuego.
También se supo que Coleman había sido involucrado en tres homicidios más, los
cuales habían tenido como fin despojar de su dinero a los asesinados. Con la ropa ensangrentada propiedad del
capitán y con estos antecedentes la policía tenía sobradas razones para el arresto.
En la época en que sucedió
el homicidio del joven Williams los juicios eran sumarios verbales, muy rápidos. El asesinato en cuestión sucedió el
día 31 de enero y un par de semanas después el hombre fue sentenciado a morir
fusilado. El juez fijó las doce horas del día 22 de febrero; el fusilamiento
tendría lugar precisamente en el traspatio del hotel donde se había cometido el
asesinato. Pero el caso no paró ahí ya
que Coleman apeló la sentencia. A pesar
de esto, el Tribunal Superior confirmó la
sentencia.
Coleman J. Smith pudo
aplazar su muerte, pero no por mucho tiempo. La sentencia definitiva lo condenó
a morir fusilado el día 15 de marzo. Y llegado el momento, el hombre fue
llevado al paredón donde uno de los soldados intentó vendarle los ojos, pero el
hombre lo rechazó. Además pidió ser él quien diera la orden al pelotón. Ambos
deseos le fueron concedidos. Sin vendas en
los ojos, sin mostrar miedo ni arrepentimiento, él hombre dio la orden al
pelotón para que le dispararan. Fue así como, atestiguado
por un elevado número de mazatlecos curiosos, Coleman fue ejecutado por haber
asesinado al joven James Isaac Williams.
sábado, 23 de julio de 2016
Carlos Karam Quiñones, director del INAPI Sinaloa, cuestionado.
Esta nota fue tomada de: Noroeste. Culiacán. 13 de julio de 2016. P. 2 Local, Palabra de Lector.
¡Vivan la transparencia y la Innovación!
¡Vivan la transparencia y la Innovación!
El INAPI y su Convocatoria; un verdadero traspié
Antonio Lerma Garay
El 14 de marzo de este año el
Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación, dirigido por Carlos Karam
Quiñones, lanzó la Convocatoria para Denominar
con el Nombre de Un(a) Sinaloense Distinguido(a) al Premio a la Mejor Tesis de
Posgrado, cuyo proceso se ha visto
controvertido debido a las inconsistencias en que se ha incurrido por parte del
propio INAPI. Leí con atención la carta aparecida en el diario Noroeste del día
13 de julio de este año, signada por la doctora Dina Beltrán López, en la que
cuestiona el procedimiento seguido para designar el nombre de la Mejor Tesis de
Posgrado, como lo propone este instituto.
Basta con leer la primera línea de la
convocatoria para darse cuenta de una
serie de errores en la redacción, que la hacen ver que quien o quienes la
redactaron conocen poco el idioma español. El texto puede ser leído en la
página oficial del INAPI. Desde el
primer renglón se puede ver que el convocante confunde el género gramatical con
el sexo de las personas; algo que puso de moda el señor Vicente Fox Quezada
basado, tengo entendido, en su concepto de equidad de género. Este
desdoblamiento léxico (ciudadanos –as–) al que constantemente recurre el INAPI
en su convocatoria no habla bien de quienes intervinieron en su redacción; si
les era tan imprescindible recalcar que se incluye a hombres y mujeres, en vez
de ciudadanos(as) pudieron utilizar la palabra ciudadanía. Pero aún hay más,
resulta que al convocar a ciudadanos y ciudadanas, el INAPI excluye a un gran
porcentaje de la población ya que el artículo 34 de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos establece que “Son ciudadanos de la República los
varones y mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los
siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años, y II. Tener un modo honesto
de vivir.” Es decir, la convocatoria en cuestión excluye a todos los jóvenes
que son menores de edad, muchos de ellos estudiantes de preparatoria y secundaria.
Ya en las bases del documento que inicia el proceso que la
doctora Dina cuestiona, en el apartado I
Objetivos, se señala: “Denominar al
Premio a la Mejor Tesis de Posgrado a la memoria de un(a) distinguido(a)
sinaloense de excepción, con aportaciones de gran relevancia para la cultura,
la ciencia y la formación de recursos humanos.” Sin embargo, en el apartado
1 de Propuestas se establece: “Los(as)
participantes deberán proponer a la memoria de un(a) sinaloense destacado(a) en
el ámbito científico y tecnológico, su nombre para complementar la denominación
actual que lleva el Premio a la Mejor Tesis de Posgrado.” En este nuevo
párrafo se excluye a sinaloenses ejemplares en el campo de la formación de
recursos humanos y en la cultura; no obstante, se agrega para quedar únicamente
a aquellos sinaloenses que han destacado en el “ámbito científico y tecnológico” Es decir, el apartado 1 de
propuestas, contradice parcialmente al apartado I de objetivos, ambos de la
misma convocatoria.
Pero este tipo de errores no es nuevo
en el INAPI. El artículo séptimo del Código de Ética del INAPI, signado por
Karam Quiñones el año 2014, se plasmó de esta manera: Para efectos del presente
código se entenderá por I. Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación.
Es obvio que lo que se pretendió aclarar en dicho precepto es que a lo largo de
dicho código al decir “instituto” debe entenderse “Instituto de Apoyo a la Investigación e
Innovación” pero al no hacerse esa aclaración en el artículo séptimo y dado que
de ahí en adelante se alude al INAPI (no se refiere a éste ya que no existe esa
aclaración preceptual) simplemente como “instituto”, lo que conlleva una serie
de imprecisiones en muchos de sus 40 artículos.
Pero, cómo saber si el sinaloense propuesto
es o ha sido distinguido. El propio INAPI puso como regla en el apartado II,
Propuestas, 6, que para llegar a esta convicción los concursantes deben
investigar y desarrollar una semblanza del personaje propuesto. Aquí de nueva
cuenta, me parece a todas luces, existe una contradicción en la redacción de
esta convocatoria ya que según el diccionario de la lengua española de la Real
Academia, una semblanza es un bosquejo
biográfico, lo cual significa una traza primera de cualquier obra intelectual o
artística, o una idea vaga y preliminar de algo. No obstante las anteriores
definiciones, el INAPI determina que esa semblanza debe tener hasta tres
cuartillas de extensión. ¿Puede una semblanza extenderse hasta las tres
cuartillas sin dejar de ser eso, una semblanza? Checando miles de biografías en
las enciclopedias puede uno darse cuenta de que la gran mayoría de ellas apenas
abarcan de una a dos hojas.
El INAPI nos muestra en su sitio web que
en la terna de finalistas de sinaloenses distinguidos se encuentran sólo tres; el jurista Raúl Cervantes Ahumada, Eustaquio
Buelna Pérez y don Juan de Dios Bátiz. Pero
aún así, le concedo la razón a la doctora Dina Beltrán cuando nos dice que lo
que ahí se nos muestran son textos tomados de internet, y no como establece la
regla 6 de Propuestas del apartado II de la convocatoria, que a la letra dice: “6. La semblanza deberá constar de un texto
de tres cuartillas como máximo, y debe ser desarrollada a través de un proceso
de investigación y/o argumentación por parte del(a) o los(as) integrante(s) de
la propuesta.”
¿Esto es innovación, esto es
transparencia? La verdad es que dista mucho de ser cualquiera de ellas.
El Colegio de Sinaloa tiene la beca
Raúl Cervantes Ahumada en Ciencias Sociales y Humanidades; el nombre de Buelna
satura los eventos y actividades culturales a lo largo y ancho del estado; para
que figure el nombre de Juan de Dios Bátiz, ¿se tomó en cuenta su marcada
xenofobia? Porque no hay que olvidar su papel en la expulsión de los ciudadanos
chinos de Sinaloa.
Y es aquí donde yo me atrevo a preguntar ¿De
verdad en Sinaloa sólo estos tres personajes son ejemplares o distinguidos?
Espero que el INAPI, a través de su
director Carlos Karam Quiñones, desista de este traspié y cancele esta Convocatoria para Denominar con el Nombre de Un(a) Sinaloense
Distinguido(a) al Premio a la Mejor Tesis de Posgrado, debido a todas las irregularidades que ha
habido en el proceso de selección ésta.
De no ser así, queda a los
interesados recurrir a la justicia administrativa para revocar el resultado que
pudiera derivarse el cual sería, a todas luces ilegal. De ser necesario los interesados pueden
llevar el asunto hasta sus últimas instancias, ante la justicia federal.
domingo, 17 de julio de 2016
Después de la Tormenta
Marga López en El Hijo Desobediente
Tin Tan y su compañero Marcelo bebían alcohol, se emborrachaban en un cabaret
de la Ciudad de México. Los efectos de las bebidas ya eran visibles en ambos,
la voz del primero trastabillaba, el segundo apenas atinaba a responder. La
mesera que les atendía los miraba con gran impaciencia. Ella era joven, de unos
veinte años de edad; bella, alta y delgada, de gran cabellera negra. Con
impaciencia, con una voz típica de chilango les reclamó que la tenían ahí parada pero que no
ordenaban nada. Se trata ésta de una
escena de la película El Hijo Desobediente, 1945, dirigida por Humberto Gómez
Landero y estelarizada por este par de comediantes. En el último de los
créditos actorales se puede leer el nombre de una mujer que en este film hizo
su debut y que aparece sólo por unos breves
segundos. Ella es la impaciente mesera que atiende a aquel par de borrachos en
el tugurio: se trata de doña Marga López.
Marga López nació en Tucumán,
Argentina, y murió en la Ciudad de México el año 2005, tras una larga y exitosa carrera como actriz. Tele visa nos acostumbró a su
imagen y voz gracias a las innumerables ocasiones en que transmitió las
películas Los Tres García, Vuelven los
García y Un Rincón Cerca del Cielo; en
las dos primeras actuando como Lupita, o
Lupita Smith, y como Margarita en la última. Para el año 1959 ya había
participado en 52 películas y fue entonces cuando su belleza y dotes
histriónicos llamaron la atención de Luis Buñuel, con quien trabajó como
Beatriz en el filme Nazarín, 1959, el cual de vez en cuando se asomaba en la
programación cultural del citado grupo televisivo.
Pero cuatro años antes de la
filmación de Nazarín, en 1955, Marga López actuó en dos películas que por su
tema nunca fueron transmitidas por la televisión abierta de México. La primera
fue Después de la Tormenta, la otra De Carne Somos. En ésta Marga López da vida a Linda, una mujer muy liberal que para sostener a su hombre, Mario Vidal
interpretado por Carlos Rivas, quien aspira a ser un gran escritor, no duda en
rentar su cuerpo por las calles oscuras de la ciudad de México.
En Después de la Tormenta, Marga
López interpreta el papel de Rosa Rivero, una abnegada mujer que sólo vive para
su esposo Melchor, interpretado por Ramón Gay. La historia se desarrolla en la
diminuta Isla de Lobos, en la costa norte del estado de Veracruz. Melchor es el
guarda faro en la pequeña isla, y con él y su esposa viven su gemelo Rafael con su esposa María, Lilia Prado, y
Pepito, el hijo de éstos.
Melchor y Rafael, interpretados ambos
por Ramón Gay, son físicamente idénticos.
María es mucho más joven que Rosa, además es bella y sensual. Pero ésta es incapaz de ocultar los deseos que siente
por su cuñado Melchor, y esto él lo sabe. Pero Rosa también está consciente de esta
situación, y es por ello que ha conminado a su hombre a dejar la isla e irse a
vivir a otro lugar
Un día los hermanos salen en su
canoa a bucear lejos de Isla de Lobos para extraer perlas y ya por la tarde son
sorprendidos por un norte que voltea su pequeña embarcación. En tierra, esa
noche se hace interminable para las dos concuñas ante la incertidumbre del destino de sus hombres. La mañana siguiente llega una
lancha con noticias de los gemelos: la tarde anterior su embarcación fue
hundida por las violentas olas pero uno
de ellos fue rescatado por otra canoa; del otro hombre nada se sabe. Ambas mujeres se preguntan quién será el
sobreviviente ¿Melchor o Rafael?
Más tarde se ve que se aproxima
una lancha que trae al ex náufrago a quien de inmediato Rosa reconoce como su
esposo Melchor. Sin embargo, el hombre dice ser Rafael, el esposo de María.
Tanto Rosa como María y aun Pepito se ven confusos. Rosa no puede creer que el
hombre no sea el suyo, Melchor. Pero María es joven, atractiva y lujuriosa,
además ella desea al gemelo de su esposo, y a él ésta no le era indiferente, así que esa noche la supuesta
viuda a través de una ventana cerrada ve las sombras de su concuña y el sobreviviente haciendo el amor
desenfrenadamente.
Poco después se acerca a la isla
un barco de pesca a borde del cual viene el verdadero Rafael quien había sido
rescatado de las aguas por la tripulación del buque. En cuanto Rosa se da
cuenta de quién se trata, para evitar que su cuñado se entere de la situación, corre a avisarles a María y Melchor quienes se
encuentran en su nido de amor. A pesar
de que entre los tres, Melchor, María y ella, esconden lo sucedido entre éste y
su cuñada, Pepito se encarga de proporcionar datos a Rafael haciendo que el hombre se entere del amorío
que ha habido entre su mujer y su hermano gemelo.
Por su parte la abnegada Rosa es capaz de perdonar el engaño y el desliz
de su esposo, pero…
Marga López y José Luis Jiménez,
actor de reparto, fueron nominados para
recibir el Ariel de Plata del año 1956, mientras que el niño, Pepito Romay fue
nominado y lo obtuvo al igual que Manuel Topete, por el sonido de la película.
Pero la calidad de Después de la
tormenta traspasó las fronteras nacionales y su director, Roberto Gavaldón, fue
nominado para recibir el León de Oro como mejor director en el Festival de Cine de Venecia del año
1955.
domingo, 3 de julio de 2016
El Misterioso Cuadro de Fortunato Arriola
A las ocho de la mañana del
3 de septiembre de 1864 fue inaugurada la Cuarta Feria Industrial de Mecánicos
de San Francisco, para la cual se erigió un gran pabellón en Union Square,
entre las calles Stockton y Powell. La
feria exhibía miles de artículos de las diversas ramas de la industria: minerales, vegetales, madera,
carbón, asfalto, petróleo, además de una gran variedad de productos y maquinaria; vinos, frutas, madera, muebles,
gabinetes, bombas de agua, etcétera. Había más de 500 personas y compañías
presentando al público sus productos.
Debido al elevado número de productos en exhibición, esta feria fue considerada como la
más extensa jamás hecha en todo el estado de California.
Pero esta exposición también tuvo una galería de arte con un
elevado número de pinturas al óleo hechas por los más prestigiados artistas
locales. Al fondo de esta sección, como si sus obras no tuvieran mérito
suficiente, se encontraban una pintura de tamaño natural de una señorita de
Mazatlán, otro de una señorita de San Francisco y uno más, un autorretrato del
autor de éstos.
Fortunato Arriola era el
autor de estos tres cuadros. Él nació en la sierra sur de Sinaloa, en Cosalá,
el año 1827. Su abuelo era un español que había sido enviado por el gobierno de
su país a México en una misión político-diplomática. El hijo de éste, padre del
pintor, había permanecido en México y supo aprovechar la situación de aquel
entonces ya que adquirió ricas tierras y minas. Sin embargo, debido a las
constantes turbulencias políticas así como las había adquirido, las había
perdido. Fortunato sabía que al arte corría por sus venas y quiso
ir a Europa a estudiar, pero su padre se lo impidió suplicándole no lo
dejara solo. Fue así como aquel joven se hizo un artista autodidacta.
Sintiendo el llamado del
arte, Fortunato en 1847 abandonó Cosalá y se fue a vivir al puerto, a Mazatlán,
donde conoció a quien sería su esposa, la joven Guadalupe Arzápalo. Pero esta
ciudad tampoco llenó sus expectativas y en 1857 viajó a San Francisco,
California, dejando atrás a su esposa y siete hijos. Ahí abrió su estudio en el número 235 de la
calle Washington, esquina con Waverly, y a
partir del día 23 de enero de 1859, quizá antes, comenzó a publicitarse
en el diario Alta California Daily de
la siguiente manera: “Fortunato Arriola,
Artista. Retratos al óleo hechos en vivo o a partir de daguerrotipos. Paisajes
de la naturaleza y fotografías pintadas al óleo. Pinturas de niños en el estilo
más satisfactorio.”
En efecto, para sobrevivir,
Arriola pintaba retratos, paisajes, banderillas con emblemas, y llevaba a cabo
cualquier encargo de pintura que se le hiciera. Pero también daba clases de
pintura. Toby Rosenthal, un prestigiado pintor de esa generación y quien fuera su
alumno le encontraba un parecido con el
artista Diego Velázquez, y sobre él
escribió así: Fortunato era alto, de piel amarillenta, con grandes ojos color
negro, de nariz casi griega, labios rojos, con barba y bigote negro.
En octubre de 1866 la galería
Snow & Roos exhibía en su escaparate principal una nueva ´pintura, de la
cual la prensa local escribió: “Notamos
en el escaparate de los señores Snow & Roos un gran cuadro al óleo de
“Helmet Rock y Punta Lobos”, de Arriola. La vista está tomada del lado sur de
la entrada al Golden Gate, y la imagen tiene sus méritos, aunque con algunos fuertes defectos de apariencia.
La escena es invernal, las nubes espesas y oscuras, el agua corriendo
pesadamente en la playa rocosa, y las colinas se visten en el brillante
verdor que sólo se ve en la localidad
durante la estación de lluvias o inmediatamente después de ésta. En general, se
calcula que el cuadro suma no poco a la
ya alta reputación del joven artista.” Las pinturas del señor Arriola ya
eran consideradas como de buen gusto. Atrás había quedado aquella Feria
Industrial de Mecánicos en la que la obra del cosalteco fue colocada en la
parte posterior de la galería.
En diciembre de 1868 los
artistas locales acordaron la creación de una Sociedad de Artistas, y Arriola
no se quedó atrás; también suscribió el contrato de creación. Y en la primera recepción que dio la
Asociación de Arte de San Francisco, ya en 1871, Arriola participó con 18 de sus obras.
En febrero de 1868 se
inauguró una exhibición en la misma galería.
Y ahí estuvieron dos obras de
Arriola, ambas con en el Istmo de
Tehuantepec como objetivo central, la primera titulada Amanecer y la otra
Ocaso, ambas en el citado istmo. El reportaje sobre esta exhibición ubicaba a
Arriola como, al menos, un buen artista. Y fue por ello que el periodista fue
hasta el estudio del artista y describió los cuadros que ahí encontró, en su
mayoría paisajes de San Francisco y sus alrededores.
En 1862 Rosenthal, de
familia judía proveniente de Prusia, era
un niño de doce años cuando se apareció en el estudio de Arriola, fascinado por
los cuadros de éste, el pequeño miraba alrededor. Entonces le mostró al
colsalteco un cuadro pintado por él; el hombre quedó prendido y le dijo al
menor: “Te enseñaré todo lo que sé sin
cobrarte, aunque no creo que te enseñaré mucho; tu estilo es superior al mío”.
Y cuando ya no pudo enseñarle más, fue Fortunato a la casa de los padres de
Toby y les dijo llanamente que él ya había hecho todo lo que podía hacer como
maestro del joven, que sólo quedaba enviarlo a estudiar a Europa. Y así fue,
los padres del muchacho de 17 años de edad habían estado ahorrando para cuando
llegara ese momento; muy pronto él abordó un barco rumbo a Alemania.
Pero Fortunato no pudo olvidar que él también
quería ir a Europa, a estudiar más y especializarse en su arte. Habrían de
pasar dos lustros hasta que por fin pudo hacer realidad su sueño, y se fue él
solo a Europa a estudiar, pero antes de hacerlo trajo a su esposa e hijos de
regreso a Mazatlán. El día 4 de agosto
de 1870 se vendieron en una subasta varios de sus cuadros, y ahí hizo públicas
sus intenciones de viajar a Europa en plan de estudios. El viaje incluiría
Italia, Austria, Turquía y,
posiblemente, Francia y Prusia.
Y como suele suceder,
Arriola también era un artista del hambre, y fue por ello que el 17 de
septiembre de 1871 figuró en una lista nada placentera, aparecida en el Daily
Alta California de San Francisco. Pero no sólo se trataba de él, el listado
incluía a cientos de ciudadanos de San Francisco; el pintor adeudaba a la
ciudad la cantidad de tres dólares con treinta y siete centavos.
Por fin, pues, Arriola
viajó a Europa, pero al regresar el destino ya le aguardaba.
Del viejo mundo hasta San Francisco el viaje incluía una escala obligada en
Nueva York, ciudad en la que ya habían hecho aparición sus obras. Y el 10 de
agosto de 1872 el pintor abordó el buque Bienville
que tras incendiarse en el Atlántico se hundió el día 15 del mismo mes y año.
Una persona vio al pintor aferrado a un barril
que flotaba en las aguas, su cara mostraba desesperación, pero a la vez tranquilidad.
Las infalibles leyes de la física permitieron a aquel barril flotar por un corto tiempo hasta
que se hundió llevándose al fondo al artista Fortunato Arriola, aquel cosalteco
ilustre.
Guadalupe Arzápalo y sus
doce huérfanos guardaban en Mazatlán el retorno de Fortunato cuando se
enteraron de su prematura muerte. Al
parecer ella no se acostumbró a la vida de Mazatlán y regresó junto a sus doce
hijos a San Francisco, donde recibió la ayuda de los amigos y colegas de su
finado esposo.
Los colegas de profesión del
joven fallecido formaron un comité de ayuda a la viuda y sus hijos, donando sus
propias obras para venderlas en una subasta pública que se realizó el 18 de
noviembre de ese mismo año. Antes de ello el comité de ayuda para la familia de
Arriola envió una carta al artista Alfred Bierstadt solicitándole donara una de
sus obras para auxilio de la viuda y sus huérfanos. Pero este artista no quiso
o no pudo donar una de sus pinturas y les envió un cheque por cincuenta dólares
acompañado de una nota que decía: “Este
es el único dibujo que tengo a la mano ahora, y me temo que no traerá más que
las figuras insertas en la esquina. Podría, sin embargo, traer una suma mucho
más grande. Podría ser que valga la pena enmarcarlo.” Petulancia o sinceridad,
cómo saber de qué se trataba. El caso fue que su nombre no figuró en el comité
de ayuda para la familia de Arriola.
También el 12 de abril de 1874 se realizó una subasta en
una exhibición denominada Elaine, de todo lo que se donó ahí, ciento cuarenta y
un dólares fueron para el fondo de ayuda para la familia de Fortunato Arriola.
Arriola era un paisajista
tropical conocido también como “el luminista americano”, y muchas de sus obras
se observaban paisajes de San Francisco y sus alrededores, así como de México.
Pero también, para hacerse de más recursos económicos, pintaba retratos de
quien lo requiriera. A las ocho quince de la mañana del día 11 de diciembre de
1868 murió la prestigiada actriz Helen Western, cuyas actuaciones incluían a
Inglaterra, Irlanda, Escocia, Sudamérica y, por supuesto, su natal Estados
Unidos. Pero ella pocos meses atrás lucía bella y feliz en la Maguire’s Opera House de San Francisco.
Presumía la joven no sólo su belleza natural sino también una pintura de ella,
en tamaño natural, que recientemente había sido realizada por uno de los más
prestigiados artistas de la localidad, don Fortunato Arriola.
Aún hoy día se conservan
varias obras de Arriola en museos de Estados Unidos, y aun en la colección
privada del comediante Steve Martin, quien sobre él, en una entrevista dijo: “Fortunato Arriola, un desconocido pero buen
artista quien, a propósito, murió joven, ahogado en el mar”. Pero de todos
los paisajes y retratos que pintó aquel joven cosalteco no hay uno sólo que
llame tanto la atención como un óleo de 121 por 193 centímetros que lleva por
título “Paisaje Tropical” del año 1870, inspirado quizá por sus orígenes
sinaloenses, aunque se anuncia como paisaje de Panamá. Cuando Arriola realizó
este cuadro se podían ver tres hombres vestidos como ricos hacendados cabalgando sendos equinos; el
primero es azabache, el del medio blancuzco y el último café. Los caballos con sus jinetes encima comienzan a
cruzar lo que parece ser una gran laguna, al fondo se ven unas montañas. Detrás
de los hombres hay dos palmas de plátano, al fondo otros árboles, un alto
cocotero y arbustos. Frente a ellos se aprecia el agua tranquila, y más allá un
gran árbol que parece ser una ceiba con un gran número de arbustos a su pie.
Este cuadro fue adquirido por el Museo de la ciudad de
Oakland y puesto en exhibición permanente. Sin embargo, cuando fue puesto a la
vista de los visitantes, esta pintura de don Fortunato Arriola ya no era la
misma que en 1870.
Cocotero, palmas plataneras,
ceiba y demás vegetación permanece igual; lo mismo sucede con el lago y las
montañas. Pero aquellos tres hombres vestidos como hacendados han desaparecido.
Y en su lugar han emergido un hombre sobre el primero de los caballos,
enseguida se encuentra una mujer vestida de negro pero que no se ubica sobre
ninguno de los ungulados, a su lado hay otra mujer que monta el equino albo y a
su lado sobre el tercer animal otro hombre que con su sombrero en la mano
derecha parece ventilarse mitigando el calor. Los cuatro personajes,
indudablemente citadinos, no campiranos, van elegantemente vestidos, con ropa
decimonónica. Es inocultable que en las caras de la primera pareja hay
preocupación, angustia mientras que en la de la otra mujer hay dolor. El cuarto
personaje parece dirigir palabras de consuelo a ésta. Además en el bridón del
tercer equino se aprecia el escudo de los Estados Unidos.
Se han hecho estudios a este
cuadro para entender qué o quién usurpó el pincel de Arriola. Sin embargo,
hasta ahora nadie se explica cómo emergieron esos cambios en el cuadro,
ni quién fue el autor de éstos.
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