Me pregunto si alguien en Estados Unidos, México o el resto de
nuestro continente, de Europa y muchos otros lugares del mundo desconoce la
obra de Walt Disney. Me pregunto quién nunca ha oído o leído sobre él, quién
desconoce su obra. No pasan muchos segundos antes de responderme que su nombre
y su obra son más conocidos alrededor del mundo que los de la gran mayoría de
los seres humanos en todo el planeta, vivos o fallecidos. Durante mi niñez uno
de mis programas de televisión preferidos era Disneylandia, que cada miércoles
se transmitía en un canal local. Pero todos sabíamos que Disneylandia no era
sólo el nombre de un espectáculo televisivo y del cine, sino además un lugar
situado en California, Estados Unidos, donde los visitantes podían conocer “en
persona” a todos aquellos personajes de sus películas: Blanca Nieves y los
siete enanitos, Dumbo, Mickey, Pluto, los Tres Cochinitos, etcétera. En nuestra
imaginación infantil hacía eco aquella frase con la que este lugar se describía
a sí misma como “el mágico mundo del color” Por ello visitar dicho lugar,
conocer sus personajes, era el sueño más acariciado por la gran mayoría de mis
coetáneos, incluido yo, por supuesto. Pero siempre hay prioridades, cosas más
necesarias, de hecho indispensables, por ello los años pasaron al igual que
nuestra niñez, y aquellos sueños de visitar aquel mundo mágico, soñado y hecho
realidad por el señor Walt Disney, se vieron frustrados para mí y la gran
mayoría mis amigos y conocidos.
Pero todos aquellos sueños que el señor Disney convirtió en
realidad al inaugurar su “mundo mágico”, el dieciocho de julio de mil
novecientos cincuenta y cinco, pudieron nunca haber pasado de ser un planes y
proyectos, ya que trece años antes el creador de Disneylandia vivió en carne
propia qué es un huracán, y para ello no pudo escoger mejor campo de pruebas
que… Mazatlán.
La mañana del sábado nueve de octubre de mil novecientos cuarenta
y tres en el aeropuerto de la ciudad de Los Ángeles, California, el señor Walt
Disney, su esposa Lillian Bounds, Phyllis Hauret, sobrina de ésta, y dieciocho
pasajeros más abordaron un avión de la compañía Pan American Airways. El
ejecutivo Joe Schenck llegó un poco tarde a la cita razón por la cual por
fortuna, o por desgracia, no encontró asiento disponible y no pudo abordar la
aeronave, con destino al aeropuerto de la ciudad de México. El aeroplano era
modelo Clipper, considerado como uno de los más grandes en su época. Todo
indicaba que el vuelo no encontraría contratiempo alguno. Pero ninguna persona
del aeropuerto angelino había tomado en consideración el clima que prevalecía
en el noroeste de México, omisión por la que los viajeros de la aeronave
habrían de pagar las consecuencias.
El señor Disney había sido contratado por el gobierno del
presidente Manuel Ávila Camacho para realizar unas producciones
cinematográficas en México.
Desde California hasta Sinaloa el avión había volado sobre la
costa, pero al llegar a las cercanías de Mazatlán se encontró frente a una
tormenta descomunal. En realidad la nave estaba frente a uno de los más fuertes
huracanes que hayan azotado la región. Unos cálculos estimaban que la velocidad
del viento rebasaba los trescientos veinte kilómetros por hora; otros decían
que llegaba a los doscientos cuarenta; uno más aseguró que al menos soplaba a
ciento sesenta.
El meteoro azotaba ya a Mazatlán y las ráfagas del viento
obligaron al piloto del Clipper a suspender su plan de vuelo para buscar un
sitio cercano dónde aterrizar. A pesar de los fuertes vientos el piloto decidió
que lo mejor era buscar refugio en el aeropuerto de esta ciudad. Fue así como
alrededor de las nueve horas locales aquel avión aterrizó en Mazatlán en medio
de un huracán que apenas había comenzado a mostrar su poderío.
El piloto dio prueba de su experiencia y logro que la aeronave
aterrizara sin mayor problema, luego se las ingenio para acercarla al edificio
del aeropuerto. Sin embargo, el huracán apenas comenzaba a azotar la región y
permanecer a bordo del avión sólo significaba peligro. Todos sabían que lo mejor
era llegar hasta el edificio que tenían a unos cuantos metros de distancia,
pero nadie se atrevía a intentar la huida. Sin embargo, como pudieron, la
señora Lillian y su sobrina Phyllis se atrevieron a desafiar la fuerza del
viento y lograron llegar hasta la construcción. Pero para el resto de los
pasajeros fue imposible seguir los pasos de las dos mujeres, y se vieron
obligados a permanecer en la nave. Durante las siguientes cinco horas,
aterrorizados sintieron cómo ésta era sacudida sin cesar por el viento, incluso
llegaron a creer que en cualquier instante la arrastraría. Pronto una ala del
avión se desprendió del fuselaje, luego la otra. Poco a poco el avión se
convertía en jirones por la fuerza del ciclón.
A la una treinta de la tarde, utilizando el radio de onda corta de
aquel Clipper destrozado, el piloto de la nave se comunicó con el exterior para
anunciar que la ciudad se encontraba sin electricidad, telégrafos teléfonos o
agua potable. Pero para alivio de locales y visitantes esa misma tarde el
huracán continuó su trayectoria rumbo al norte, dejando detrás una ciudad
destrozada, aunque sin reporte de muertos.
Esa tarde Walt Disney, su esposa, Phyllis y demás pasajeros del
avión destrozado fueron conducidos hasta el Hotel Belmar, en Olas Altas, el
cual además de encontrarse deteriorado por los efectos del huracán, tenía muy
pocas habitaciones disponibles. Pero por supuesto que no había manera alguna de
negarle una habitación al creador de Disneylandia y a sus acompañantes. Ahí
pasaron esa noche, el día siguiente y sólo parte del posterior, once, ya que
este día un avión fue enviado desde la capital de la República para recoger a
los importantes personajes para llevarlos precisamente a dicha ciudad.
En una entrevista que Walt Disney dio poco después, al referirse
al huracán que le tocó vivir en Mazatlán dijo: “Toda una muralla de agua caía
sobre nosotros. La ciudad completa estaba inundada”…“pensamos que nos llegaba
el fin”
Paradójicamente la única manera que había en Mazatlán de
comunicarse con el exterior era precisamente con el radio de onda corta del
Clipper, y las autoridades locales lo usaron como propio. El propio general
Pablo Macías Valenzuela, Comandante en Jefe de la Región Militar del Pacífico,
tomó la radio en sus manos y mandó un mensaje pidiendo auxilio a las
autoridades federales.
En un principio se dijo que el huracán no había causado muertes,
luego se habló de cinco a siete. Días después se hablaba de cuarenta y seis
personas muertas sólo en Mazatlán. Sin embargo, el huracán que había forzado a
Walt Disney a visitar el puerto sinaloense causó daños a las siembras en otros
lugares de Sinaloa, como Navolato, Quilá y Culiacán, además de muertes en
Angostura, Ahome, Guasave y Sinaloa de Leyva.
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