Hay quienes aseguran que el
de Mazatlán es el faro natural más alto del mundo. Aunque falsa, esta versión
no es nada nueva. Ya a principios del siglo XX el cónsul de Estados Unidos en
este puerto, Louis Kaiser, había enviado una nota al Departamento de Estado, en
Washington, dándoles a conocer esta aseveración de los mazatlecos. Sin embargo,
él se excusaba sobre la veracidad de tal afirmación. En la actualidad dicha
versión prevalece, y aun hay quien ha sugerido la intervención de la
Organización Guinness para dejar en claro cuál es el faro natural más alto del
mundo. No obstante, se debe tener presente que el faro de Mazatlán se ubica en
la cima de lo que fuera la Isla del Crestón, elevándose 157 metros sobre el
nivel del mar. Es por ello que yo continúo afirmando que en el Océano Atlántico
existen al menos cuatro faros que superan en altura al nuestro: El Lovers’ Leap
en Jamaica tiene 487 metros de altura; en Trinidad y Tobago existen dos faros
que superan la altura del mazatleco, el de la Isla Chacachacare con 251 metros
y el Brigand Hill con 217; el faro de isla San Vicente asciende a 222 metros.
Sin embargo, lo
verdaderamente importante es recordar a las nuevas generaciones, y a quienes lo
hemos olvidado o simplemente lo desconocemos, cuándo comenzó a brillar el faro
de Mazatlán.
En enero del año 1871 Henry
Edwards pasó quince días en Mazatlán y brindó su testimonio de que en esos días
aún no había un faro en el puerto. Así lo dejó escrito: “al sur se levanta la montañosa isla llamada El Cristón Grande, el pico
más alto y al que tuve el placer de ascender y desde donde se dominan los
alrededores. En el extremo suroeste de El Cristón hay una cueva singular cuyas
paredes están fuertemente impregnadas de sulfuro y llevan a desconocidos e
inexplorados pasajes hasta el corazón de la montaña. El pico de esta
interesante isla parece estar formado por la naturaleza para un faro, y en las
manos de otra gente seguro ya le habrían dado ese uso. Pero debe anotarse aquí
un hecho único, de gran significado, extraordinariamente ilustrativo de la
nación mexicana, mientras que durante los pasados diez años se han colectado
más de dos millones de dólares de varias nacionalidades por derechos de faro y
casi la misma cantidad por concepto de pilotaje, no hay un solo faro en toda la
costa mexicana”
En una carta enviada el
cuatro de octubre de ese año por Edward G. Kelton, cónsul estadounidense, a la
Secretaría de Estado en Washington, señala “Un observatorio y un faro han sido
erigidos.” Un reportaje aparecido en la prensa de California, Estados Unidos,
que en realidad trataba sobre la situación política de México, dio la noticia
de que el faro de Mazatlán había iniciado sus actividades: “El primer faro de
la Costa del Pacífico de México fue iluminado en Mazatlán en octubre pasado.”
No obstante, en Europa, el
16 de abril de 1880 La Gaceta de Londres publicó una noticia que nos brinda
datos más precisos sobre el primer día en que comenzó a brillar el Faro de la
Isla del Crestón:
“AVISO A LOS MARINEROS. (No. 54) Norteamérica. Costa Oeste. Mazatlán.
Luz Fija en la Isla del Crestón. SE HA RECIBIDO INFORMACIÓN que el día primero
de noviembre, 1879, se exhibió una luz del faro recientemente erigido en la
cima de la Isla del Crestón, lado oeste de la entrada del Puerto de Mazatlán.
El faro es una luz fija, blanca, del cuarto orden, y puede ser visible en clima
claro desde una distancia de unas veinte millas. El faro consiste en una torre
cuadrada que se alza del centro de un edificio cuadrado –ambos pintados de
blanco. Linterna roja. Posición aproximada Lat. 23º 10’ 45” N, longitud 106º
23’ 10” W. Por orden de su Lord. Fredck. J Evans, Hidrógrafo Oficina
Hidrográfica. Almirantazgo. Londres. 31 de marzo de 1880. Este aviso afecta a
las siguientes Cartas de Almirantazgo: Cabo Corrientes a Islas Kodiak, No. 787.
Bahía de Manzanillo a Golfo de California, No. 2323. Fondeos en la costa de
México, No. 1876. También Almirantazgo de faros en Sudáfrica y Costa Occidental
de Norteamérica, 1880. Página 10”
El señalamiento marítimo
había sido fabricado en París, Francia, y contaba con una gran lámpara de
petróleo con espejos para reflejar y realzar la luz. Debido a que ésta era
fija, no giratoria, los navegantes en la distancia a menudo la confundían con
una estrella.
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