sábado, 27 de octubre de 2018

Un Rostro de Infinita Tristeza



Mazatlán. 26 de octubre de 2018. Ayer jueves estaba yo barriendo la banqueta de la casa cuando vi que venía bajando la loma una señora de unos cuarenta años. Bajita, delgada, pelo algo rubio y rizado. Ella no se dio cuenta, pero le miré la cara. También vi que en su mano derecha traía una carpeta, un folder escolar. No sé por qué pero de inmediato sospeché algo y, pues… no me equivoqué. Vi en su cara mucha, mucha tristeza, una tristeza infinita; asocié ese rostro lleno de infelicidad con esa carpeta. El tercer elemento era ese aire, esa mirada inequívoca de que buscaba algo.

Al llegar hasta donde yo me encontraba la mujer resbaló y estuvo a punto de caer, pero pudo evitarlo. Repuesta del susto volteó hacia donde yo estaba. No perdió tiempo, al verme me preguntó ¿Esta es la calle Parada? Es la de enseguida le dije y con un ademán le di a entender cuál era la calle que ella buscaba. Vi duda en su cara y le pregunté ¿Qué busca?

Busco, busco… busco. Dijo, pero no pudo decirme qué era lo que buscaba.

- ¿Tesoros perdidos? –le pregunté.

- Sí, me respondió ella y soltó el llanto. Sin embargo, la pobre mujer tuvo el valor para controlarse y detener su llanto. Yo sentí una enorme lástima por ella. ¿Cómo supo? me preguntó enjugándose las lágrimas.

- Por su cara –le respondí con la verdad.

Nuestras miradas se cruzaron, las mantuvimos así por unos segundos. El llanto le ganó de nuevo, pero por segunda ocasión ella tuvo el valor para controlarlo. Supuse que anda en busca de un hijo, mas no tuve el valor para querer saber detalles; son esas historias de las que uno no quiere siquiera saber.

Ve usted esa casa color café, le dije mientras mi dedo índice derecho se la señalaba. Sí, me contestó. Pues “Tesoros Perdidos” está justo detrás de ella, por la otra calle, la Parada, le expliqué. Su rostro se iluminó un poco. Le indiqué cómo llegar ahí, le sugerí cruzar por el callejón, con lo que se ahorraría caminar dos cuadras grandísimas. Gracias, me dijo despidiéndose y me regaló un esbozo de sonrisa. Que Dios le ayude, fueron mis últimas palabras para ella.

La vi avanzar loma abajo con su paso ahora más seguro. Supuse que el llanto le ganó de nuevo porque de algún lugar sacó un pañuelo que llevó a su rostro. Al llegar al callejón la perdí de vista, pero... cómo olvidar ese rostro de infinita tristeza.

+++
Tesoros Perdidos se ubica en Calle Parada # 2052, colonia Montuosa, entre Gutiérrez Nájera y calle 18 de marzo. A doscientos metros de la Iglesia de Fátima.

2 comentarios:

  1. Desgraciadamente, esta es la visión de nuestros días. Cada vez, va siendo mas frecuente que alguno de nosotros tenga perdido un personal tesoro.

    ResponderBorrar