domingo, 29 de mayo de 2016

Incidente en Villa Unión


Es innegable que el doctor Martiniano Carvajal y su equipo de colaboradores fueron quienes combatieron y dieron fin a la epidemia de peste bubónica que azotó Mazatlán en los años 1902-1903. Cada que se habla de dicha peste y, por ende del doctor, se refieren a él como si por su sola voluntad él hubiera acabado con la mortal enfermedad. Lo que nadie menciona es que ni Carvajal ni nadie hubieran podido combatir la peste tan eficazmente de no ser por el Suero de Yersin. El suero que descubrió Alexandre Yersin. 

Pero también el doctor Martiniano Carvajal estuvo a punto de morir durante esta epidemia… y no precisamente por la enfermedad. Esta es la anécdota. 

Durante dicha epidemia miles de mazatlecos abandonaron esta ciudad intentando evitar ser contagiados, pero muchos de ellos ya habían adquirido la enfermedad y en su emigración sólo la propagaban. Fue así como llegó a Villa Unión, El Quelite y otras poblaciones. En Villa Unión la enfermedad cobró varias vidas. Fue por ello, que se propuso erigir tanto en El Quelite como en Villa Unión sendos lazaretos.

El día dos de marzo de 1903 el doctor Carvajal viajó a Villa Unión para supervisar personalmente los trabajos, pero el día tres murieron dos personas en esta población y los dos agentes de sanidad que quedaban en el pueblo hicieron lo que solían hacer en estos casos: de inmediato dispusieron incinerar las casa que habitaban estas dos personas. Y así lo hicieron, muy pronto ambas viviendas estaban siendo consumidas por el fuego. Pero ambos agentes lo hicieron tan imprudentemente que muy pronto las casa contiguas comenzaron a incendiarse… y luego las de enseguida… y otras más. El resultado fue de catorce casas incendiadas por causa del mal manejo de la situación por parte de los agentes sanitarios.

Los propietarios de las otras doce casas incendiadas muy pronto montaron en cólera y comenzaron a agredir a los dos agentes de sanidad.

A los dueños de las doce casas destruidas se sumaron muchas personas más. Muy pronto más de cien villaunionenses correteaban por las calles a los agentes mientras los apedreaban. Los dos hombres se internaron en el monte y escaparon como pudieron de la muchedumbre. Pero por fortuna también en Villa Unión se encontraba un destacamento del ejército que intervino de inmediato y restauró el orden.

Pero el asunto no terminó ahí. La muchedumbre consideraba que el culpable de todo era el doctor Martiniano Carvajal y comenzaron a buscarlo en Villa Unión, gritando consignas en contra de él y jurando que lo matarían en cuanto lo encontraran. 

Para mediados de marzo se presentaron unos cuantos nuevos casos en Villa Unión y Siqueros, pero para el día veintiocho los efectos del suero de Yersin junto con los esfuerzos de Carvajal y su equipo rindieron frutos: ya no había ningún caso nuevo; para esta misma fecha, en ambas poblaciones, habían sido vacunadas un total de 643 personas. Mientras que en Mazatlán el día veintinueve cinco pacientes fueron dados de alta del lazareto, y los ocho que aún permanecían en él ya convalecían.

En lo Salvaje del México Occidental

Escrito por Andrew J. Grayson. Traducción de Antonio Lerma Garay
Pronto después de mi llegada a Mazatlán, de Durango, tuve el placer de conocer al Teniente Rivington del barco H. B. M. Clio, entonces en el puerto ‑naturalista amateur y, claro, de espíritu agradable‑ al señor Bead, artista americano; y al señor Schleiden, joven alemán nacido en la ciudad de México, pero educado en San Francisco. Aunque nos conocimos aquí, por vez primera, por la natural simpatía común por la naturaleza, nos atrajimos y nos hicimos buenos amigos ‑cada uno amante de la pistola y sus deportes, de las excursiones y de las aventuras en los bosques. Todos extranjeros de diferentes partes del mundo, pero hablando el mismo buen idioma: el viejo inglés. Fieles a nuestros instintos, planeamos y fijamos el día para nuestra expedición en el estero, yendo del punto sur del cuello de tierra donde está construido Mazatlán, hasta lo más lejos que pudiéramos. El estero corre casi paralelo al mar por muchas millas hacia el sur.
Después de dos días de preparativos encontramos que sería necesario obtener un permiso de la Aduana. Siempre se requiere un permiso para traer cualquier cosa o sacarla del puerto de Mazatlán, ya sea por mar o por tierra, aunque sea un pequeño paquete. Hay una Aduana para el interior, y una Aduana marítima; y justo en la boca del estero, por donde teníamos que pasar, está una garita para observar y revisar cada canoa que sube o baja. Asegurado el permiso después de tres horas de regatear, cada artículo fue anotado, o la intención era nombrarlo, en el pase, desde largos rollos de hamacas y cobijas hasta cafeteras y cucharas. Congratulándonos de que estábamos libres para partir, tomamos un buen desayuno y empezamos nuestro viaje por la playa hasta el estero, disfrutando del fresco aire de la mañana, complacidos por el encantador viaje que venía.


Cuando íbamos a partir un oficial de la garita, o casa de guardia, nos requirió llevar allá toda nuestro equipaje para examinarlo. Le dijimos que teníamos un permiso, pero todo el dulce lenguaje que el señor Schleiden pudo darle no nos libró. Así que fuimos obligados a desempacar e ir con bolsa y equipaje hacia el oficial. Los artículos fueron comparados con nuestro manifiesto, y ¡Oh Dios! ¡Él descubrió una cajita de galletas sin manifestar! Esto nos hacía objeto no sólo de una multa, sin de asegurar todo nuestro equipaje y confiscarlo. Llevábamos demasiado, decía él, para una mera cacería. Hicimos una junta y yo empecé a pensar que nuestra expedición había llegado a su fin. "¿Es posible" ‑decía el Teniente Rivington‑ "que bajo este así llamado Gobierno Liberal un grupo de caballeros no pueda ir de cacería sin un problema tan tonto"? Con entusiasmo, el eñor Schleiden contestó: "Déjenme esto a mí. Les garantizo que estaremos más allá de esta suave agua en menos de media hora." Después de unas pocas palabras en tono bajo, el señor Schleiden y el oficial desaparecieron detrás de la casa. Pronto regresaron y supimos, por la feliz sonrisa en el semblante de Schleiden, que todo estaba bien. Dejamos al lector que juzgue los términos por los que nos permitieron partir.
Subimos el estero con una suave y gentil brisa. A veces se angostaba como un río, y entonces se ananchaba como un lago; todo franqueado al filo del agua con manglares, tierra arriba salpicado de bellas y fragantes acacias; en el fondo, las colinas, se levantan gradualmente hasta desvanecerse en el azul distante de la Sierra Madre. Las garzas blancas, y otros miembros de la familia, junto con otras aves marinas, paradas en los lodosos y poco profundos bancos, daban al cuadro un aspecto de reposo y dulzura nada fácil de describir. Pasamos una pequeña villa de chozas donde viven los leñadores y fabricantes de carbón, quienes proporcionan a Mazatlán esos artículos para su consumo. A mediodía nos encontramos en canales más angostos, rodeados por deprimentes pantanos con manglares. Grandes racimos de ostiones crecían en las raíces del mangle. Ocasionalmente vimos, caminando en el agua poco profunda o posado en una rama seca, al gran Wood ibis y al rosado Pico de cuchara y en lo más oscuro sentada la garza cabeza amarilla. Así, fuimos tranquilamente hasta un sombreado brazo del estero, más angosto que el resto; y ahí las grandes ramas de los frondosos árboles, peculiares de estos bosques, sobrearquean el agua, protegiéndonos de los rayos del sol.
¡Cuán refrescante y cuán silente es la naturaleza aquí! Es mediodía en el trópico y todas las criaturas vivientes toman su siesta. Ni un objeto se ve moverse, salvo las plantas flotando en el agua, que viajan con la corriente. El ojo se esfuerza en penetrar en el bosque a ambos lados, por el acechante jaguar o el ligero gato salvaje. A un gran caimán echado en el lodoso banco, le dimos una carga de nuestra mejor arma, sólo para verlo sumergirse en el agua pero poco lastimado. Pero nuestra arma junto con el huir de los caimanes hizo mucho eco: los chirridos de las aves acuáticas, el cacareo de las chachalacas, el "cap cap kiop" de la pequeña garza verde, el ronco grito de la culebra come aves, y el monótono "cuac cuac" de la garza nocturna.
 Los hábitos de la garza nocturna de cabeza amarilla (Nychterodius violaceus, Reich.) son principalmente nocturnos. Se alimenta sobre todo de peces pequeños, reptiles acuáticos y cangrejos. El plumaje del adulto es sobrio y elegante. La elongación del plumaje escapular e interescapular forma una línea que va más allá del fin de la cola. La amplia cresta y dos largas y angostas plumas occipitales le dan un aire de peculiar elegancia. Los colores, por lo general, del plumaje son azuloso y gris plomo. La capucha y el amplio parche de los lados de la cabeza son blanco amarillentos; el resto de ésta es negro y las largas plumas del occipucio son blancas.


La garza nocturna (Cancroma cochlearia, ‑) también se encuentra aquí. Pareciera que la naturaleza juega extrañas rarezas en sus obras de creación; por decir lo menos, no hay falta de variedad. Aquí tenemos una ave toda parecida a la garza nocturna, en sus hábitos y apariencia general, aunque diferente al tener un enorme y desproporcionado pico, muy parecido a un bote quilla arriba. Por qué difiere tanto en este solo aspecto de sus semejantes; es difícil hace conjeturas, pero sin duda algún sabio propósito para facilitar la captura de las presas acuáticas. El pico, aunque de apariencia larga y tosca, es ligero y comparativamente débil. La mandíbula inferior no es sino un estrecho borde, y pegado a éste está una membrana que forma la bolsa que es capaz de estirarse considerablemente, como la del pelícano. Si es capaz de retener su alimento como lo hace el pelícano soy incapaz de determinarlo, pero es posible que en esa bolsa cargue susbsistencias para sus hijos.
La Garza pico de canoa se encuentra sólo en las regiones más cálidas del trópico, habitando las orillas de ríos lentos, lagunas y charcos lodosos, rodeados de bosques. Aquí ella encuentra abundancia de peces pequeños, ranas y otros reptiles acuáticos, de los cuales subsiste. Como la garza nocturna, caza sus presas de noche. Durante el día permanece quieta en los palos en compañía de otros de su especie, y seleccionando del bosque los más densos y altos puntos aislados, cerca de los bancos o estancadas lagunas. Aquí a la babosa culebra le gusta revelarse entre las flotantes plantas acuáticas, y los innumerables enjambres de mosquitos cuentan de la malaria que acecha en estas oscuras soledades. Los colores generales de esta ave son gris cenizo en la cresta, con espalda y flancos negrizos. El plumaje es suave y mezclado. Las membranas de todas las plumas, excepto en alas y cola, están extrañamente descompuestas.
Después de haber procurado varios especímenes en este sombrío recoveco, pusimos los remos en movimiento hacia nuestro destino. A las cinco en punto llegamos a la cabeza de este brazo del estero, al embarcadero llamado Confite. Hay otro brazo que se extiende más hacia el sur, en el cual se comenzó un canal para conectar el Río Mazatlán y otras cadenas de lagos, extendiéndose paralelo a la costa casi doscientas millas al sur. La intención de este canal era conectar los lagos y hacer toda esa distancia navegable para vapores pequeños. Pero como todas las empresas en México, ésta fue abandonada.
 En el embarcadero tomamos posesión de un refugio abandonado, hecho de toscas vigas apoyadas en postes, de donde colgamos las hamacas en la noche. Los ostiones eran abundantes en este lugar. De hecho los brazos y raíces de los mangles estaban cargados de ellos, aunque muy pequeños. No obstante, inducimos a un nativo a que nos consiguiera unos del lecho del estero, lo cual él hizo buceando; eran más grandes y de excelente sabor.
Mientras el doctor preparaba la cena, Rivington y yo, con nuestras armas, dimos una caminata por la vecindad. Es una locación muy bonita, poblada de árboles espinosos, tapizado de un exuberante pasto y cactus. Hay unas cuantas chozas desparramadas aquí y allá que parecerían desocupadas de so ser por algunas aves domésticas y ceñudos perros mestizos. Pero al escudriñar adentro descubrimos, lo usual, una mujer arrodillada, no orando, sino moliendo maíz en el metate haciendo el habitual pan de los mexicanos: tortillas. Uno o dos nióes sin lavarse y dos hombres estirados, echados en el piso fumando sus cigarritos; esos eran sus ocupantes. Eran demasiado holgazanes o indiferentes para siquiera mirarnos. Qué hace esta gente aquí, no pude saberlo porque no había signos de cultivo o mejora de ninguna clase. El lugar está como lo hizo la naturaleza, con su belleza virginal.


Un tren de burros llegó de Baroni cargado de bolsas de maíz que de este embarcadero son llevadas en canoas a Mazatlán. Estas canoas son hecha del sólido tronco del cedro (Cedrela Odorata) que logra un maravilloso crecimiento en esta región. En el que llegamos medía casi 1.80 m. de diámetro. Para navegar son muy mal hechos y pesados, y ante la falta de quilla no puede navegar contra el viento.
Pasamos una noche placentera en nuestras hamacas y después de un buen desayuno de ostiones fritas partimos a una hora temprana. El teniente Rivngton y yo nos adelantamos al tren de burros. La mañana estaba perfectamente magnífica; como todas las mañanas en esta estación del año en esta localidad. No vimos ni una habitación hasta llegar al Río Mazatlán, que dicen que está a una legua del embarcadero. El río es un buen cauce de agua clara y buena para beber, pero en esta estación del año es agua revuelta, poco profunda. De hecho durante algunas de las estaciones de sequía desaparece totalmente antes de llegar al mar, aunque en las montañas continúa siendo un veloz riachuelo.
Como nuestros compañeros no aparecían, procedimos al pequeño pueblo de Baroni2 , cerca de una milla arriba, y fuimos entretenidos por Doña Luci en el rancho del señor Rodolph, un caballero inglés residente en Mazatlán. Las mujeres mexicanas son excedidamente amables con los extranjeros, siempre otorgando la hospitalidad de su casa, ya sea muy humilde.
Hacia el anochecer nuestra caravana se hizo visible, presentando un largo tren de burros, porque habíamos asegurado los servicios de un tren de maíz y uno, no acostumbrado a tales escenas, nos parecía un buen trato por la risa que envolvía. Tal escena no había sido vista en Baroni desde que el último pronunciamiento de los soldados devastó esta parte. Nos visitaron muchos de los aldeanos, hombres y mujeres, entre los que se encontraba el alcalde del lugar. Este hombre de valor, mestizo, nos invitó a un fandango que se daría en su casa esa misma noche. Gratamente aceptamos la invitación, particularmente cuando se daría en honor de nuestra llegada.


Un fandango en el verdadero estilo mexicano es toda una curiosidad. A las ocho en punto llegamos a la casa del alcalde. Encontramos el lugar iluminado con velas de cebo atadas a los palos de grandes cepillos fuera de la casa. Estaba barrido, limpio, y unas bancas ya estaban ocupadas por una docena o más de chispeantes, ojinegras y apiñonadas señoritas, junto con muchasa personas del sexo opuesto. En el centro del lugar había una gran plancha, de 1.2 por 2.1 m. con estacas en cada lado que la elevaban del suelo, como para darle amortiguamiento cuando bailaban. Esta placa fue tajada de un árbol sólido, y una similar se encuentra en cada villa del país, exclusivamente dedicada para este baile peculiar que llaman jarabe. Su honor, el alcalde, era el violinista y músico principal asistido de una flauta y un clarinete. Pasó un buen tiempo desde que la música comenzó para que alguien se aventurara a abrir el baile. Después, sin embargo, un joven nativo brincó al cuadro haciendo todo tipo de contorsiones, dando patadas y arrastrando los pies furiosamente con sus "guaraches". Al final sacudía su pañuelo rojo y hacía señas a una señorita. Modestamente ella camino hacia la plancha y enfrentó a su compañero. Durante por lo menos una hora bailaron sin interrupción, sólo ocasionalmente cambiando de lugar en la placa. Así, el fandango continuó toda la noche con parejas alternando en la placa, diversificada, sin embargo, por un ocasional cuarteto o contradanza. Pero nunca eran tan felices como cuando bailando el jarabe en esa amortiguante plancha y teniendo tiempo para los vívidos tonos del violín del alcalde. El jarabe es una danza que parece ser peculiar al mexicano. Fue introducida por los primeros españoles y es, sin duda, de antiguos orígenes moriscos. Es salvaje y grotesco, y al tener algo de indígena, le queda admirablemente al gusto de esta gente
Nos fuimos como a las doce en punto, cuando estaba en su mejor momento. El mezcal había estado dando vueltas con libertad, los bailadores ganaban más confianza y la escena se puso excitante. El mezcal es licor puro y con gran contenido de alcohol. Es destilado de la cabeza del maguey, después de haber sido asado en el suelo. La planta, asada, es dulce y de buen sabor. Entonces le es extraído el jugo, o material de sacarina, que es tan espeso como la melaza, y pasa por el usual procedimiento de fermentación y destilación. La planta crece silvestre en todasas partes del campo. A veces se hacen plantíos de ella, pero no necesita cultivo ni cerca para protegerla; de hecho se protege ella misma ya que cada hoja, con forma de lanza, está armada en la punta y las orillas con filosas espinas. De las fibras de sus largas y duras hojasa los mexicanos fabrican cuerdas y sacos. De la sabia del tallo hacen otra bebida, sólo fermentada, llamada pulque; y entra de variasa formas en la economía del mexicano. Le toma siete años para completar sus crecimiento cuando florece y muere.
La casa de doña Lucy era pequeña, de sólo u cuarto, construida de postes y palos, enjarrada con barro; el techo era de paja, lo usual. Por esta casa no había cultivos a la vista, a menos que así llamemos a unass cuantas plantasa de chile en lo alto de un andamio, a 1.8 metros de altura, un jardín. Al menos eso fue todo el cultivo que vimos. Al no haber más que un cuarto todos ocupamos el piso: la mujer en un lado, los hombres en el otro, y los niños y perros desparramados promiscuamente.
Baroni es un pequeño casco con no más de veinte jacales de lodo y techos de paja, desparramados aquí y allá. Los habitantes parecen ser muy pobres, pero dichosos en su pobreza. Cultivan las tierras bajas del río a pequeña escala, cosechando maíz, frijol, melones, etcétera. El suelo es excedidamente rico y capaz de producir en grande. Inmensos árboles Ficus nymphæifolia dan sombra a la casa del alcalde. Uno de estos árboles, a 1.8 m. del suelo, resultó medir veinticinco metros de circunferencia. Este tamaño, sin embargo, no se prolonga hasta gran altura ya que su naturalezaz la lleva a dar inmensas ramas a tres metros de la raíz.


El campo río arriba y río abajo es muy bello y espesamente arbolado, y será, en lo futuro, la gran región granjera del valle del Río Mazatlán. La mañana erea fresca y vigorizante. El cielo estaba oscurecido por una espesaa niebla y el pasto mojado por un rocío pesado. Aves de bello plumaje volaban en todas direcciones. Varias especies de loros mantenían un constante parloteo, mientrass que grandes bandadas de guacamayas gritaban sobre nuestras cabezas o se sentaban en parejas en las ramas de los altos árboles, acariciándose de la manera más afectuosa.
Cuando llegamos a los lagos nuestras bolsas se llenaron de especímenes. Pusimos nuestro campamento entre dos pequeños lagos. Unos árboles nos dieron refugio de los rayos del sol y del rocío mojante de la noche, y sus ramas horizontales nos proveyeron de un lugar conveniente para mecernos en nuestras hamacas. Innumerables aves acuáticas pasaban en bandadas de un lago a otro, directamente sobre nuestro campamento, proporcionándonos un buen deporte cada mañana. el lago grande literalmente era un enjambre de aves acuáticas de numerosas especies. Noté un gran número de varias especies de nuestros patos del norte; entre los más abundantes estaban los de ala verde, los de ala azul, widgeons, paleros, lomo de lona, cabeza roja, pico ancho, ojos dorados, etcétera. Eran comunes el curlew, plover, stilt, avocets y snipe. Todas éstas son migratorias, parten en la primavera a las regiones del norte y las planicies centrales para reproducirse. Pero los más numerosos eran los patos nativos de los trópicos: los pichichines o de patas largas (Dendrocygna fulva y D. autumnalis, dos especies muy cercanas). Vimos también unos cuantos patos silvestres muscovy, la misma especie de la cual los nuestros han sido domesticado. Pocas personas saben que el pato muscovy, que se encuentra prácticamente en cadea corral, originalmente fue llevado de Sudamérica a Europa, y domesticado lo mismo que el pato silvestre. En estado silvestre el pato muscovy es una especie bella. Su plumaje va de oscuro, verde y violeta con un lustre metálico, excepto en las puntas de lass alas, que son blancas. Estos patos, lo mismo que las especies de patas largas, se posan en los árboles en cuyos huecos ponen sus huevos, como el bello pato pequeño de los bosques de Estados Unidos. Son nativos de los trópicos y su distribución geográfica se extiende del Golfo de California al Amazonas. A menudo, ambas especies se encuentran domesticadas por los nativos, pero a menos que se les recorte las alas, seguirán a los silvestres.
Este lago, que llamamos grande, como a una milla de nuestro campamento era poco profundo y de varias millas de extensión. Caminamos en él con facilidad, ocasionalmente despertando un lagarto o una tortuga; pero éstos son viejos conocidos míos porque en Catahoula, el lugar donde nací, abundan los lagartos y los peces aguja. Obtuve muchos interesantes especímenes de aves, todos ellos transmitidos para su identificación al profesor Baird, del Instituto Smithsoniano.


CONTINUARÁ

Coloquio “Intervención Francesa en Sinaloa”



El 10 de diciembre del año 2014 fui invitado a participar en el coloquio “Intervención Francesa en Sinaloa” que se efectuó en el edificio sede del Congreso del Estado, en Culiacán, Sinaloa. El acto inaugural asistieron los presidentes municipales de Mazatlán, Navolato y Culiacán, así como un elevado número de los diputados locales; el salón estaba repleto. Tras la inauguración  formal, vino la toma de las  fotos y luego… casi se vació el salón.
Participamos cinco ponentes,  Gilberto López Alanís, Dr. Rigoberto Rodríguez Benítez, Dr. Pedro Cázares Aboytes,  y Dr. Javier Fuentes Posadas y el suscrito. Fue ahí donde recibí mi grado de doctor… bueno, así me anunciaron ellos.

Entre los pocos asistentes que quedaron, si acaso treinta personas, con toda atención nos escuchaban el presidente municipal de Navolato y su esposa. Esta es mi participación en este evento. Luego vendrían una serie de preguntas

Los Buques de Guerra Franceses
Antonio Lerma Garay

La Intervención Francesa en México inició en los albores de los años mil ochocientos sesentas, y uno de los primeros objetivos del ejército invasor fue apoderarse de la ciudad y puerto de Mazatlán. Pero ¿por qué para el Imperio Mejicano de Maximiliano I era necesario tomar primero Mazatlán? ¿Por qué no posesionarse primero de otra ciudad del noroeste de México, de La Paz, de Guaymas, de Tepic, de Hermosillo o de Culiacán?  Para poder responder  a esta pregunta necesitamos remontarnos todavía varios años más atrás, precisamente hasta la mañana del día doce de julio de 1852 cuando las fuerzas del gobernador Francisco de la Vega se enfrentan a los hombres del coronel Pedro Valdez y a ciudadanos mazatlecos en la Plazuela Machado de Mazatlán. Derrotado aquél y hecho prisionero, tras ser liberado se retira a El Quelite, donde decreta al puerto como cerrado para el comercio. Entonces el coronel Pedro Valdez, con el consentimiento de los ciudadanos mazatlecos y los comerciantes extranjeros, declara a la ciudad y puerto como independiente del estado de Sinaloa, declarando como su nombre oficial Mazatlán, Territorio Federal. Cierto es que el gobierno central  no aprobó esta escisión, pero la pugna entre el coronel y de la Vega continuó lo que produjo el autonombramiento de Valdez como gobernador del estado deponiendo a aquél. Luego vino la derrota del ex gobernador en la ciudad de Culiacán el 16 de octubre de ese mismo año. Por último, el día veinticuatro siguiente Pedro Valdez emite un decreto por el que Mazatlán pasa a ser la capital del estado de Sinaloa.

Aunado a lo anterior se encuentra el hecho de que en ese entonces Mazatlán era el principal puerto del Pacífico mexicano; una gran cantidad de importaciones y exportaciones se efectuaban por este punto geográfico, originando altas sumas de dinero por concepto de aranceles. Por último, pero también de vital importancia,  debido a lo señalado en el punto que antecede Mazatlán se convirtió en la principal ciudad del norte de México, no en vano los periódicos estadounidenses se referirían pocos años después  a esta ciudad como “la metrópolis de Sinaloa”. Fue por estas tres estratégicas razones, porque se trataba de  la capital del estado de Sinaloa,  así como el principal puerto del pacífico y a la vez la principal ciudad del norte de México, que era imprescindible para el Imperio Mejicano apoderarse cuanto antes de Mazatlán.

En realidad la marina francesa  inició hostilidades en Mazatlán desde diciembre de 1861 cuando el buque de guerra Serieuse efectúa un breve bloqueo del  puerto.  Luego, de mayo 23 a junio 16 de 1863, lo mismo hizo La Bayonaise, al mando de Mullet,  que no sólo bloqueó el puerto sino que liberó un barco francés, Rubens, que había sido incautado por  contrabando, además de hundir un barco pequeño. Pero apenas había zarpado este buque cuando ancló en aguas mazatlecas el Diamant, día 17, que en ese entonces no realizó hostilidades. El día 21 del mismo mes se acercó el Galatea  y ambos buques navegaron hacia el norte, hacia San Francisco, California. Plácido Vega, entonces gobernador del estado, escribió una carta al presidente Benito Juárez haciéndole saber sus sospechas de que los franceses preparaban su ataque a los puertos mexicanos desde aquel punto de California. 
Sería un error grave omitir que el cinco de febrero de mil ochocientos sesenta y tres fue de este puerto de donde partió la Brigada Sinaloa hacia Acapulco para la defensa del territorio nacional. La brigada se componía de dos mil hombres (sinaloenses, sonorenses, cuatro o cinco bajacalifornianos y varios más de otros estados) contaba con dos mil quinientos fusiles y doscientos mil tiros. La brigada viajó  a bordo de seis barcos regulares: Mazatlán, Caribe, Emigdia,  Alerta,  Conde Cavour y Esmeralda los que se vieron obligados a anclar en las cercanías de Zihuatanejo pues un buque de guerra francés los seguía de cerca.  Su comandante era el general Plácido Vega Daza quien, dicho sea de paso,  merece una revisión imparcial de su biografía para aclarar una serie de imprecisiones  y mentiras que historiadores y aficionados de la Historia  repiten sobre él.

El siguiente episodio registrado de ataque de los buques de guerra franceses a la ciudad y puerto se efectuó un año después, los días 26, 28 y 31 de marzo del año siguiente. Se trata de los súper cacareados ataques contra Mazatlán que realizó una pequeña corbeta de guerra  de veintidós  cañones llamada Cordeliere; magnificados por la ignorancia y un patriotismo mal entendido.

Luego vino el día doce de noviembre de ese mismo año cuando la fragata Victoire, la corbeta d’Assas, las balandras Lucifer y Diamant,  bajo el mando del capitán de navío Le Normand de Kergrist bloquean el puerto y solicitaron al gobernador Antonio Rosales entregara la ciudad.  El puerto ya estaba asegurado por mar, por tierra lo sitiaban Manuel Lozada y sus hombres.  Y cuando las fuerzas mexicanas abandonaron la ciudad, olvidando veinticinco piezas de artillería y sin avisar a los invasores, la mañana siguiente se inició un pequeño bombardeo a ésta.  Muy lejos había quedado aquel Mazatlán, Territorio Federal;  ya no era Mazatlán, Sinaloa, México. Desde ese momento oficialmente se llamó  Departamento de Mazatlán, Imperio Mejicano.

Como mera anécdota es de recordarse la llegada de un nuevo Comisario  Imperial don Manuel Gamboa, ex general del ejército mexicano quien había participado durante la Invasión Estadounidense. Vestido pomposamente, él  llegó a bordo del buque Minerva el caluroso día 21 de agosto de 1865. Otra anécdota lo fue la celebración imperial que tuvo lugar con motivo del noventa y seis aniversario del nacimiento de Napoleón I.

El último episodio de los navíos de guerra franceses en aguas mazatlecas se dio con la salida del ejército invasor, precisamente el día 13 de noviembre de 1866.  Y en esta fecha una vez más la ciudad estuvo a punto de ser bombardeada por estos navíos, Marie,  Talisman y el poderosísimo Rhin. Los franceses enviaron una comisión de tregua a parlamentar con Ramón Corona para que les permitiera embarcarse sin ser atacados. Le advirtieron que si lo hacía los tres buques responderían bombardeando la ciudad.   Los cañones de los barcos estaban listos para el ataque, pero por fortuna Ramón Corona no atacó a los franceses en su repliegue.

Por supuesto que estos no fueron los únicos hechos en que intervinieron los buques de guerra franceses en Mazatlán, pero sí son los más representativos.


Culiacán, Sinaloa, a 10 de diciembre de 2014.

Quién Fue Thomas Ritchie


La Cabaña del Viejo Thom en Cabo.
Dibujo de J. Ross Browne. Año 1867.

  
Durante parte del siglo XIX el capitán Thomas Ritchie, el “Viejo Tom Richi”, fue considerado como el fundador de Cabo San Lucas, Baja California Sur. Él, un súbdito británico, tenía sólo diecisiete años de edad cuando ya formaba parte de la tripulación de un barco ballenero, propiedad de su tío,  que tenía su base en este punto de la península. El abandonó el barco y decidió quedarse a vivir en la quietud de esa zona peninsular, mas algunos aseguran que la deserción se debió a que él se sintió atraído por la belleza de una muchacha local. El año en que se aposentó en este lugar, asegura un autor, fue hacia 1828. Su prole fue numerosa, se le conocieron al menos dos esposas, aunque se aseguraba que tuvo siete mujeres.

Alrededor de cincuenta años viviría este inglés aventurero,  el “Viejo Tom”, en  suelo mexicano, pero casi todo ese tiempo en Cabo San Lucas, hasta que la muerte le llamó a esa cita obligada. En una ocasión él viajó a San Francisco, California, de donde regresó a su amado cabo aturdido por el bullicio  de aquella gran ciudad. Debido a sus negocios, en varias ocasiones se vio obligado a viajar La Paz y a Loreto, pero apenas se desocupaba regresaba a Cabo. En una ocasión las autoridades mexicanas ordenaron su captura e internación en la cárcel de Mazatlán. Sus propiedades fueron confiscadas y él fue amenazado  con sufrir la pena de muerte. Sin embargo, un  buque de guerra  británico llegó hasta el puerto sinaloense y, enterado su capitán del caso, amenazó con bombardear esta ciudad si su maltrataba al súbdito inglés.  

En Cabo el “Viejo Tom” poco a poco fue considerado como un mexicano más, y con el paso del tiempo se convirtió en Rey y máximo juez de la zona. Su palabra era considerada Ley en todos los asuntos en disputa; las contrapartes en su Corte quedaban siempre satisfechas con su veredicto y nunca apelaban a alguien superior.

Él era conocido en muchos puertos alrededor del mundo, por ello durante más de cuarenta años no hubo almirante, capitán. Comodoro o marinero cuyo barco tocara Cabo que no fuera a la casa del Viejo para saludarlo. Él, por su parte, se convertía  en el mejor de los anfitriones y  brindaba refugio y sustento a cuanto visitante lo requería. En especial los barcos balleneros llegaban a la casa del viejo, donde encontraban carne de res para saciar su hambre.

La principal ocupación del “Viejo”, la que le redituó grandes ganancias, fue el contrabando de whiskey. Gracias a esta actividad en más de una ocasión se hizo rico, pero así de rápido perdía su fortuna. Lo mismo fue contrabandista que pescador, granjero, ranchero o comerciante. Durante la fiebre de las minas de la península, el “Viejo” supo hacer dinero: cuando los barcos llegaban a Cabo con pasajeros o maquinaria, él se en cargaba de transportarlos por tierra hasta los campos mineros.

A lo largo de su vida Ritchie recibió varias heridas por lo que hubo  quienes aseguraban que él era un hombre que jamás moriría. Sin embargo, los primeros día del mes de  octubre de 1874 el hombre anglomexicano falleció rodeado de su familia.  Su muerte fue consideradacomo una calamidad nacional por los lugareños.  En la tumba de Thomas Ritchie, ubicada en el antiguo panteón de Cabo San Lucas, BCS,   se lee:

Tomas Ritchie nació el 23 de marzo de 1809. Se bautizó en la Iglesia de Santa Maria Woolnoth Lombard Londres, y murió el 13 de noviembre de 1872.
Murió mi caro esposo
Nuestro padre adorado
Yo perdí mi esposo
nosotros nuestro amparo.
Llorar la desventura
nosotros en la orfandad
honremos su memoria
hasta la eternidad.

Dedicado por su viuda y familia.


sábado, 28 de mayo de 2016

El Incidente Rubens-Baston



El 19 de junio de 1861 el señor M G Baston, gerente general de Germain Baston y Compañía, domiciliada en Mazatlán, a través de Hasselbrink et Griot,  su representante en Le Havre, Francia , celebró un contrato con la  Compagnie Générale Maritime de esta ciudad, mediante el cual ésta transportaría mercaderías diversas desde ese puerto hasta  Mazatlán. Para ello la empresa transportadora dispuso que el barco Rubens realizara la travesía, el precio sería de 160 francos por tonelada fletada. En una de las cláusulas de  este contrato se estipuló: “Se prohíbe al capitán tanto  en el viaje de ida como de regreso, incluso en lugares reservados,  cargar ningún tipo de bienes sin el consentimiento por escrito de sus fletadores o de sus representantes” La razón era que Baston y compañía, en ese viaje del Rubens, importaría bienes desde el puerto francés, pero después exportaría bienes desde el puerto sinaloense a Europa.

El señor Germain Baston había hecho esta estipulación debido a que conocía bien que las aduanas mexicanas, y en especial la de Mazatlán, confiscarían toda la carga si encontraban mercancía alguna sin declarar, aun por pequeña que fuera la cantidad.
El barco salió de Le Havre hacia Mazatlán el día 13 de agosto de 1861, y según la empresa fletadora, toda la mercadería que transportaba iba dirigida a la casa Germain Baston. Ésta consistía en 10195 paquetes y 1490 damajuanas. Sin embargo, el señor Galien, el capitán del barco había tomado otra decisión. Sin informar a nadie, él subió al Rubens 112 paquetes de mercadería que pensaba vender en Mazatlán para, de esta forma, obtener beneficios extras.  

Como lo estipulaban las leyes aduanales mexicanas de aquella época, la compañía fletadora acudió al consulado de México más cercano para reportar la mercancía que transportaría hasta Mazatlán. Pero el señor Galien no hizo lo mismo.

Cinco meses y medio después, el 28 de enero de 1862, el Rubens ancló en las aguas mazatlecas. Pero la situación que imperaba en México era sumamente delicada. Mientras el barco navegaba rumbo al puerto sinaloense, el 31 de octubre las flotas francesa, española e inglesa  habían bloqueado el puerto de Veracruz y amenazaban con invadir México.  En Sinaloa, Mazatlán era la capital del estado, y el gobernador Plácido Vega Daza preparaba a su ejército para la guerra que parecía inminente.

Pero nada de esto impidió que Galien comenzara a descargar la mercancía de Baston y Compañía, y cuando los empleados de la aduana descubrieron los 112 paquetes que no habían sido declarados,  la búsqueda en el Rubens se tornó exhaustiva. El día 24 de febrero el Rubens ya estaba siendo cargado con mercaderías que Baston y Compañía exportarían a Europa, pero las autoridades de la aduana declararon que no era posible continuar con esto y se acusó a Galien de contrabando. Y sucedió lo que Germain Baston temía, el 29 de marzo siguiente un juez de la localidad decretó la confiscación los 112 paquetes y del Rubens.

Al enterarse  de ello,  el vicecónsul de Francia  en el puerto, señor Fernando Cortez,  protestó por esta medida, nada evitó que se llevara a cabo la confiscación.
El 3 de mayo soldados mexicanos, el capitán de puerto y autoridades  de la aduana se posesionaron del Rubens. El día siguiente, 4, el cónsul francés  protesta de nuevo por esa medida. Esa tarde el diplomático acudió al capitán del buque de guerra inglés HMS Tartar, a quien le pidió interviniera en su favor. Éste se limitó a enviar una lancha con hombres para observar lo que sucedía en el Rubens que se encontraba en la rada.

Pero llegó el 23 de mayo y ese día ancló en las aguas mazatlecas la corbeta buque de guerra francesa Bayonnaise, y con ello los primeros aires de la Intervención Francesa en Mazatlán y en Sinaloa. El vicecónsul francés no perdió tiempo y de inmediato fue a entrevistarse con él.  El capitán del buque, señor Mullet, a través de Cortez  hizo saber a la autoridades locales que no traía miras hostiles. Pero al día siguiente envió un oficio solicitándoles desocuparan el Rubens.

El día 25 de la Bayonnaise bajaron dos lanchas con hombres armados, se apostaron a los lados del Rubens y sus hombres subieron al barco y se apropiaron de él sin  hacer un solo disparo. Además el buque de guerra impidió la salida del barco República, dando inicio así al bloqueo del puerto.

El día 26 capturó la goleta mexicana Reforma y la armó en guerra. Al día siguiente, 27, capturó dos barcos mexicanos más. El día 16 de junio echó a pique el Reforma. Y, el colmo de la desfachatez,  solicitó a las autoridades locales permiso para avituallarse. Venia que, obvio, le fue negada a Mullet. Y fue por ello que el día 18 de junio zarpó de estas aguas llevándose al Rubens.

Pero el juicio del delito de contrabando siguió su curso y el 26 de mayo Galien había sido condenado a diez años de prisión, aunque no se encontraba tras las rejas y nunca cumplió la sentencia. Además, ante la imposibilidad de cargar el Rubens, la empresa de Germain Baston se vio obligada a contratar los servicios del buque inglés Siam para que transportara su mercancía hasta Europa. Sin embargo, antes de ser confiscado por las autoridades aduanales, ya habían sido subidos al Rubens 180 paquetes de mercadería, la cual nunca fue devuelta a tierra. Por ello, meses después, este buque regresó a Le Havre con esa mercancía propiedad de Germain Baston y Compañía.

Entonces Germain Baston y Compañía demandaron ante un tribunal de Le Havre tanto a Galien en lo personal como a la Compagnie Générale Maritime, que para ese entonces había cambiado su nombre a Compagnie Générale Transatlantique. La compañía mexicana demandaba por daños y perjuicios la suma de 372 843.42 francos, que luego se elevó a 391425.22.  El 24 de mayo de 1864, aun cuando la guerra entre México y Francia ya se desarrollaba, el tribunal francés falló a favor de Germain Baston y condenó a la fletadora al pago de los daños y perjuicios causados, aunque modificó la suma.


(La imagen corresponde a un buque de guerra francés también de nombre Bayonnaise, pero anterior al que bloqueó Mazatlán)

Henry Clay y la Constitución Política del Estado Libre de Occidente


Henry  Clay


En enero de 1809 Henry Clay era  miembro de la legislatura del estado de Kentucky cuando  recibió de su compañero  Humphrey Marshall una gravísima ofensa. Acalorados por los debates parlamentarios, aquél proponía que los legisladores usaran ropa estadounidense más  moderna, éste abogaba por seguir usando el viejo ropón británico. El sarcasmo de Marshall hirió los sentimientos de Clay y estuvieron a punto de pelearse en el recinto parlamentario, pero un fortachón colegislador no lo permitió. Pero Clay no pudo más y reto al otro a un duelo.  La mañana del 19 de enero en la desembocadura del Silver Creek en el Río Ohio, ante varios testigos y jueces del evento, ambos caballeros se dieron la espalda, caminaron diez pasos, dieron la vuelta y se dispararon mutuamente. En el primer round Clay hirió al otro, en la segunda ocasión las  balas se perdieron sin tocar a  nadie, pero en la tercera Clay fue herido en el muslo. Éste quería continuar con el  duelo, pero sus acompañantes lo impidieron alegando que sangraba demasiado. Ninguno de los dos murió y poco después reanudaron su amistad.

Abogado, político y gran orador, Henry Clay fue representante de su nativo Kentucky  ante el Senado de los Estados Unidos y ante la Casa de Representantes.  De 1825 a 1829 sirvió como Secretario de Estado al presidente John Quincy Adams.  Fue candidato a la presidencia en varias ocasiones, pero nunca la alcanzó. En Estados Unidos Clay es considerado uno de los  más grandes defensores de la libertad. Se oponía a la esclavitud, se opuso a la anexión de Texas y también a la guerra contra México.

Pero, qué tiene que ver este Secretario de Estado con la  constitución política de uno de los estados de aquel México recién nacido. En realidad la Constitución Mexicana de 1824 fue una copia mexicanizada de la Constitución de Estados Unidos.

El Estado Libre de Occidente fue uno de los estados más grandes territorialmente hablando, abarcaba lo que hoy son los estados de Sinaloa, Sonora y parte de Arizona, en los Estados Unidos. Comprendía desde el río Gila hasta el sur de Mazatlán, con más de 1600 kilómetros de largo, y hasta  los ochocientos en su parta más ancha. Durante la colonia este territorio recibió los nombres de Nueva Navarra y Provincia de Arizpe; ya en el México independiente, en la Constitución de 1824 se le denomina de Sonora y Sinaloa. Ese mismo año Juan Miguel Riesgo había sido declarado primer  gobernador de este gran estado, pero el día 31 de octubre de 1825 el congreso local puso en vigor su propia constitución política haciéndose llamar Estado Libre de Occidente, con la curiosidad que los nacidos y vecinos de este estado recibían el gentilicio de sonorense.

Desde 1818 Henry  Clay se había distinguido por sus discursos en el Congreso. Vehementemente defendía la libertad y los derechos del hombre; abogaba por la independencia de México y de los países sudamericanos. Era mayo de 1825 cuando  Clay, siendo Secretario de Estado y residiendo  en Washington,  recibió una carta que le fue entregada por el Embajador de México en la capital estadounidense, de apellido Salazar. La misiva estaba signada por Nicolás María Gaxiola, Fernando Domínguez Escobosa, Manuel Escalante y Arvizu y don Francisco Velazco. Los cuatro eran grandes personajes, protagonistas de la creación del Estado Libre de Occidente; los tres primeros pronto se convertirían en sus gobernadores.

Los cuatro escribieron a Clay reconociéndole su don de estadista y de gran defensor de las libertades y derechos del hombre. Era por ello, que le hicieron llegar un borrador de lo que sería la Constitución Política del Estado Libre de Occidente del año 1825.

Clay declaró sentirse altamente honrado y conmovido por la distinción que le hacían aquellos hombres que desde tierras tan lejanas, en ese entonces, le pedían sus puntos de vista. El 17 de junio de ese mismo año les respondió una carta tan larga como amable. En ella defendía   la causa de la libertad como el primer gran elemento del gobierno del hombre, y lo consideraba el ligamento que mantiene juntos los variados y conflictivos intereses de una nación poderosa; apelaba al orgullo de los mexicanos, gente leal e inteligente que debe adherirse a la causa, ir alrededor de ella, apoyarla porque es la arca de la seguridad  política; rechazaba la servidumbre, la esclavitud  del africano; apoyaba los sentimientos de Simón Bolívar y de Manuel de Vidaurre, y para el primero tuvo las mejores expresiones.

El día primero de octubre de 1825 el congreso constituyente del Estado Libre de Occidente celebró una sesión. En ésta fue leída la extensa carta que Clay les había enviado en respuesta a la de aquellos cuatro hombres. Según una biografía de Clay esta constitución está basada en la manera de pensar de Clay, precisamente en aquella carta que había hecho llegar hasta El Fuerte, primera capital del Estado Libre de Occidente.

La Constitución Política del Estado Libre de Occidente del año 1825 fue, sin lugar a dudas, una de las constituciones más avanzadas y liberales del siglo XIX.  No hay duda,  uno puede advertir en 318 de sus 319 artículos que la libertad y los derechos del ciudadano por los que abogaba Clay en su carta  eran la esencia de esa Carta Magna. El precepto plasmado en el artículo cuarto establecía: Es obligación del estado, proteger con leyes sabias y justas la igualdad, propiedad y seguridad de todos sus habitantes, aunque sean extranjeros o transeúntes.

Las libertadas consagradas casi un  siglo después en la Constitución de 1917 ya estaban garantizadas desde  aquella época por la Constitución Política del Estado de Occidente, en sus artículos 14 a 19; libertad de imprenta y de opinión; de industria, etcétera. Sus artículos 22 y 23 comprendían un embrión de lo que hoy día es el juicio de amparo.

Sólo el artículo sexto empañó el espíritu libertario al imponer a la religión católica como la oficial.




La Muerte de Carlos Ezeta




La mañana del catorce de julio de 1896 más de una docena de personas se encontraba tomando su desayuno  en el restaurante del Hotel Marechal Niel de San Francisco, California. Entre ellos, sentado en la segunda mesa, a la derecha de la entrada, se encontraba el general Carlos Ezeta. De repente entró un hombre que sacó una pistola,  le apuntó con ella y le grito “Bandido, vengo a matarlo”, y después intentó escupir la cara de Ezeta. “Canalla” le respondió Ezeta. “Villano. Vengo a matarlo” le advirtió el otro. Los comensales estaban aterrados, quienes pudieron cruzaron la puerta de inmediato. 
Sin embargo, aquel joven aprendiz de asesino cuyo nombre era Pedro Jiménez, no se atrevía a accionar su pistola. El general lo supo al ver su  pálida figura y le gritó “baja esa pistola”. Jiménez titubeó y se puso aún más pálido. “Te he ordenado que bajes es pistola” le gritó Ezeta, con lo que el otro se encogió y guardó el arma en uno de sus bolsillos.
Jiménez se sabía dominado por Ezeta, aún así se atrevió a insultarlo “Villano”. Al ver que el hombre había renunciado a cometer el asesinato y al saber que era dominado por las palabras y la presencia de Ezeta, al verlo guardar el arma, varios hombres se abalanzaron sobre él y lo sujetaron. Pero Jiménez no cesaba de reclamar a Ezeta “Villano, me tuviste en el ejército como soldado raso”. La policía ya había sido avisada de este hecho y no tardó en llegar. Pero el joven duró pocos minutos tras las rejas ya que fue puesto en libertad con una fianza de cincuenta dólares. Indignado, poco después Ezeta presentó cargos contra el frustrado asesino quien de nuevo fue puesto en prisión, pero de nuevo fue puesto en libertad bajo fianza.

Varios años antes de esta anécdota, en los años ochentas del siglo XIX, Carlos Ezeta había intentado derrocar al presidente salvadoreño Rafael Saldívar, pero había fallado. Éste, al enterarse, fue hasta donde se encontraba el golpista, le reclamó el hecho y lo invitó a lavar su honra; le puso una pistola cargada para que se suicidara, si lo hacía recibiría honores militares. Pero Ezeta no se suicidó y huyó hacia Guatemala, en cuya capital conoció y se enamoró de una mujer de las mejores familias del país: Josefa Marroquín. La familia de ésta no se opuso a la relación y muy pronto contrajeron matrimonio, del cual nacieron cuatro hijos: Carlota, Matilda, Emilio y Clarita.

Pero Ezeta y su esposa viajaron a El Salvador  y en 1889 lo logró al derrocar a Francisco Menéndez. Fue así como se convirtió en presidente provisional de su país. Luego ganó las elecciones para el período 1890-1894. Pero días antes de concluir su mandato también él fue derrocado y, como pudieron Josefa e hijos abordaron un barco que los llevó a Panamá, mientras que él escapó en otro. Ahí abordaron el buque Acapulco que los llevó hasta San Francisco donde ya les esperaba don Carlos. Ahí vivieron cómodamente en el Hotel Galindo.  Corrieron los rumores de que don Carlos y doña Josefa habían salido de El Salvador con siete millones de dólares, de aquellos millones de dólares. Tenía bastante dinero para gastar… y a eso se dedicaron. ¨Poco después se aposentaron en París, Francia, después en Nueva York, y finalmente regresaron al área de San Francisco. Ahí comenzaron a criar a sus pequeños.

Pero... ¿Es posible gastarse siete millones de dólares en unos cuantos años,  o, en realidad los Ezeta no habían salido de El Salvador con tanto dinero como se especulaba?  No se sabe, nunca se sabrá. Pero los Ezeta habían dejado muchos bienes en El Salvador, y no estaban dispuestos a olvidarlos. Se rumoraba que don  Carlos tenía amistad con el presidente de México don Porfirio Díaz Mori y que éste aun le protegía; se rumoraba que Ezeta preparaba el regreso a su país desde México. El gobierno salvadoreño en turno, al enterarse, envió a la Ciudad de México un ministro plenipotenciario para conferenciar y llegar a un arreglo con Ezeta, éste no era otro que don Rafael Saldívar, quien había intimado al  general para que se suicidara. El resultado de estas conferencias fue que los Ezeta podían buscar la devolución de todos sus bienes que habían sido confiscados, pero don Carlos no podía poner un pie en El Salvador, fue por ello que doña Josefa Marroquín de Ezeta viajó de San Francisco al país centroamericano  para demandar la devolución de sus bienes.

El día 5 de julio de 1901 los Ezeta compraron a Joahna Taylor una casa situada en la calle 14 de San Francisco. Mientras las demandas seguían su curso, el matrimonio se preocupaba por educar a sus hijos y hacerlos crecer como si fueran ciudadanos estadounidenses.

En agosto de 1902 don Carlos decidió visitar México y a bordo de un barco llegó a Mazatlán. Aquí vivió varios meses en forma callada, casi desapercibida. Hasta que llegó diciembre, y con este mes aparecieron las primeras manifestaciones de la peste bubónica. Y aquí estaban don Carlos y doña Josefa, en aquel Mazatlán en el que nadie quería estar debido a la peste.

En enero de 1903 sucedió lo que ellos jamás hubieran imaginado: en una ciudad que le era ajena, en un país que no era el suyo, sin un centavo en el bolsillo, sin un amigo,  aquel poderosísimo general salvadoreño cayó enfermo de peste bubónica.
El general Carlos Ezeta había nacido en San Salvador el 14 de junio de 1852, y vino a Mazatlán para morir víctima de la peste bubónica el día 21 de enero de 1903. Doña Josefa no tuvo dinero para pagar el sepelio de su marido, por lo que el gobernador del estado, Francisco Cañedo, pagó personalmente los gastos funerarios y dispuso que sus restos descansaran en el panteón Ángela Peralta, donde aún permanecen completamente desapercibidos. 


Plano de Mazatlán en 1898



El señor  Louis Kaiser, Siendo cónsul de Los Estados Unidos de América en Mazatlán, envió al Departamento de Estado, en Washington, D. C. una copia de este plano de Mazatlán en 1898.

El que aparece en esta imagen es copia del enviado por Kaiser a Washington, y fue tomado del archivo Despatches from United States Consuls in Mazatlan, 1826 1906.



El Huracán de 1881

Imagen del Huracán Olivia. 1975. Cortesía de Wikipedia

En diciembre del año mil ochocientos ochenta, en Mazatlán las lluvias habían sido tan fuertes y  continuas que habían causado el hundimiento dentro de la rada del buque alemán Teutonic. Y el año siguiente, mil ochocientos ochenta y uno, no fue precisamente uno de los mejores en la Historia de Mazatlán; una epidemia de viruela causó estragos, la explosión del polvorín trajo muerte y destrucción,  la temporada de lluvia fue severa como nunca antes, durante semanas se dejó sentir.   Y entonces vino el 29 de septiembre.

La mañana de ese día estaba sofocada, el viento estaba inmóvil por completo. El buque estadounidense Therese, proveniente de San Francisco, y el alemán Carolina, que había llegado de Burdeos cargado de vino y abarrotes, se hallaban anclados en el puerto descargando mercaderías. El vapor Zaragoza y la goleta Santiago, mexicanos, se hallaban también en las aguas mazatlecas. En el astillero se encontraba fondeado el Joven  Rosario, frente a éste un pequeño barco propiedad de Adolfo O’Ryan. También estaba el Sonora cargando carbón. Unas treinta millas al norte, frente al pueblo Culebras, navegaba el barco Antonio que transportaba madera.

Aproximadamente a las diez treinta de la mañana se comenzaron a sentir los vientos provenientes del sureste.  A las once y media las ráfagas de viento alcanzaban una velocidad de 106 kilómetros por hora. A las dos y media de la tarde el viento alcanzó los ciento sesenta kilómetros por hora. Los estadounidenses residentes en el puerto no podían creer lo que veían y oían: la fuerte lluvia no cesaba, árboles de los más grandes eran arrancados de sus raíces por el viento para  ser llevados como si se tratara de hojas de papel. El horripilante aullido del viento acrecentaba su terror. Creían que se trataba del Día del Juicio Final.

Hacia las dos de la tarde el Therese y el Carolina se encontraban a la deriva,  muy pronto éste encalló en las rocas de la Isla del Crestón, y en pocas horas quedó destruido por completo. Pero el capitán del navío estadounidense mostró mayor destreza y pudo introducir el barco a la Bahía del Fondeadero, justo frente al edificio de la aduana donde quedó mejor resguardado de los fuertes vientos. Otro barco, el Estado de Sonora, también se alejó un poco y fue a refugiarse en las cercanías de las tres islas. Pero el Zaragoza no corrió  con mejor suerte y tras derribar el enclenque muelle fue a encallar justo frente al edificio aduanal, y si al quedar varado no sufrió mucho daño, vino el Santiago que al ser arrastrado por las aguas chocó contra aquél causándose a ambos daños considerables. El Antonio no tuvo mejor suerte y se hundió justo frente al poblado La Culebra.

No en vano el puerto de Mazatlán era temido por los marineros en esta época del año, y si bien  no se reportaron víctimas mortales por estos casos. En tierra todo fue diferente. 
Ya había caído el sol cuando el viento huracanado dejó de sentirse en Mazatlán, pero no las lluvias, que no habían cesado desde los primeros minutos de que comenzara el meteoro. Esa noche todas las calles de la ciudad se encontraban bajo el agua caída del cielo o venida del mar . Muchas de las casas que habían quedado dañadas por la explosión del polvorín no resistieron los fuertes vientos y se vinieron abajo.  El Hotel Iturbide y la tienda de Tellería y Compañía tuvieron que ser apuntalados para prevenir que colapsaran. 


Pero eso fue sólo en Mazatlán, en Villa Unión el Río Presidio se  desbordó e inundo esta población. Esa noche de terror muchos de sus habitantes corrían hacia  terrenos más elevados escapando de las violentas aguas del río. Más al sur,  también Rosario quedó  bajo las aguas. Se calcula que al menos cien  personas perecieron víctimas de este huracán en Villa Unión, Rosario, El Quelite, Matatán y Siqueros. Sin embargo, otro reporte periodístico aseguraba que habían muerto al menos quinientas personas.