El domingo 25 de junio de
1905 el obispo Thomas Conaty colocó la primera piedra de lo que sería la
Iglesia de la Inmaculada Concepción, en la avenida Shamrock de Monrovia,
California. Construida sobre un terreno
de seis acres y con un costo estimado de treinta y cinco mil dólares, el
domingo doce de agosto del año siguiente el edificio fue inaugurado por el
obispo en compañía de nueve sacerdotes más, entre ellos J J Sheehy quien desde
ese día sería el pastor de la nueva iglesia. Pero tanto el terreno como el
edificio no habían costado un solo centavo a la institución, pues habían sido
donados por Lewis Bradbury y sus hermanas. El donativo había sido hecho en honor de sus padres, los finados Lewis
Leonard Bradbury y Simona Martínez de Bradbury.
En el censo del año 1900
realizado en Estados Unidos, Simona Martínez declaró haber nacido en septiembre
de 1846, pero algunos ubican su nacimiento entre 1845 y 1849. Lo que sí es una
certeza es que murió en su casa de
Oakland, California, el 10 de diciembre de 1902. No era raro que la prensa de
la época le llamara “La Cenicienta de Rosario”, la razón era que ella, de ser
una simple sirvienta en la casa del poderoso L. L. Bradbury, dueño de la Mina
Tajo, hacia 1867 terminó siendo la esposa de éste y, poco después, una de las
mujeres más ricas e influyentes del
estado de California.
Las fiestas que ofrecía en
su casa eran las mejores, a ellas asistía la élite de la sociedad californiana.
Pero aquella sirvienta nativa de Rosario demostró a todos no ser una mujer
frívola y simplemente la esposa del multimillonario. Al contrario, su
inteligencia sorprendió a todos quienes la conocieron en California. Tras la
muerte de su esposo, en julio de 1892,
ella supo manejar y acrecentar su fortuna. No en vano, al morir el diario Los Angeles Herald se refirió a
ella así: ”Excelente y Capaz Mujer” “
Aunque ignorante del idioma inglés y de los métodos de los negocios de estados
Unidos, cuando vino a este país, se dice que desarrolló una marcada habilidad
para los negocios y comprensión de los asuntos en general.” Además desde los
años 1880´s ella había abrazado el catolicismo con vehemencia y a la vez se
hizo más altruista. De ahí el que sus hijos donaran la iglesia de Monrovia.
Pero la millonaria señora de
Bradbury nunca olvidó sus orígenes, y también a Mazatlán le tocó parte de esa
magnanimidad. Tiempo atrás la Cenicienta de Rosario había comprado a don
Francisco Romanillos un terreno que abarcaba desde Olas Altas hasta las
cercanías del muelle, en lo que en ese entonces era la manzana dieciocho del
cuartel cuarto; también había adquirido ella otros dos terrenos contiguos. En
ese entonces el muelle no era sino una pequeña construcción sobre el mar unos
cuantos metros frente al edificio de la
aduana.
Al inicio de la década de
los años 1880’s el ingeniero de la ciudad
Nicolás Suárez Pizarro levantó un plano de la ciudad en el que propuso
la apertura de una o dos calles justo en los
predios de la señora Bradbury. Esta
o estas calles, de oriente a poniente y viceversa, servirían para conectar Olas Altas con la
calle del Arsenal, hoy día Venustiano Carranza.
Sin embargo, el plan de don Nicolás Suárez no tuvo eco y quedó archivado durante varios años hasta que el síndico del
ayuntamiento, Alejandro Narcio, lo retomó.
Para el año 1885 Lewis
Bradbury y su familia residían en Oakland, California, y el día 26 de mayo de 1885 el síndico Narcio escribió
una carta a este empresario explicándole sus intenciones de abrir una calle que
pasaría justo por su propiedad. Mas, adulador y apelando a sentimientos
patrióticos, le dijo: “Comprendiendo que a usted le debe Sinaloa el
mejoramiento del Mineral del Rosario por su constancia en el trabajo, me
permito creer en que usted amante por la patria de sus hijos accederá a que
esta mejora se realice.” Pero la
situación económica del ayuntamiento no era de lo mejor, por ello Narcio le
pidió a Bradbury aceptara por la parte del terreno que se necesitaba para abrir
la calle la cantidad de un mil quinientos pesos, los cuales le serían pagados
en quince mensualidades de cien pesos. El precio y las condiciones de pago que
proponía el síndico al empresario eran en realidad ridículos. ¿Cómo podría
alguien aceptar tan descabellada propuesta tratándose de un terreno entre la
Aduana y Olas Altas?. Y aún más, era la señora Simona quien se jactaba de ser
la propietaria de dicho predio y no su esposo.
La carta llegó a manos de
Lewis Bradbury a finales del mes de junio siguiente y tras leerla se la entregó
a su esposa. El día primero de julio
Bradbury envió a Narcio su respuesta, la cual dejó a éste pasmado. En ella le
adelantaba “la señora Bradbury tiene
voluntad de disponer de la propiedad Romanillos –ninguna otra parte de los
otros lotes– para la ciudad de Mazatlán y en términos que pienso no pueden dejar de ser enteramente
satisfactorios” Y así fue, el día
cuatro de ese mismo mes Simona Martínez
de Bradbury envió una carta al síndico en la que le decía: “Estando dispuesta a obsequiar los deseos de
ese ayuntamiento expresados en la atenta de usted, de fecha 26 de mayo dirigida
a mi esposo, tengo gusto en cederle la
finca que antes perteneció el señor Licenciado de Romanillos para el objeto de
abrir una calle de las Olas Altas a la que conduce al muelle sin más
indemnización que la de costear dicha corporación la construcción de una tapia
para la protección de mi finca adjunta y una banqueta conveniente para el uso
del público. También me reservo las puertas, ventanas y las rejas de la finca
que cedo…” Simona le pedía a Narcio le enviara el documento que ella debía
firmar para que el predio quedara a nombre del ayuntamiento para posteriormente
devolvérselo.
Era increíble los Bradbury
rechazaban la oferta de compraventa que les hacía el ayuntamiento de Mazatlán a
través de su síndico, a cambio donaban el terreno que serviría para abrir la
calle citada. Sin embargo, el día veintiséis del mismo mes Narcio escribió de
nuevo a la señora Martínez aconsejándole en lugar de ceder a la ciudad el
terreno que había pertenecido a los Romanillo cediera otro contiguo, que había
pertenecido a la familia Masson. Casi
dos meses transcurrieron sin que el asunto avanzara, pero el día veinticinco de
septiembre Simona envió una nueva carta al señor Narcio, en ella le indicaba “…según el parecer de usted ahora se han decidido
que conviene mejor abrir la calle por la casa que fue de la señora Mason en
preferencia de la que fue de Romanillos, diré a usted en contestación, que si
es indispensablemente necesario abrir dicha calle por ese punto doy mi
consentimiento, en el entendido que nada más que once varas de ancho les
concedo para ello.” (Once varas equivalen a un poco más de nueve metros) De la misma forma, Simona
Martínez instruyó a Narcio que entregara
la puerta, ventana, zaguán y demás herrería de la casa que se iba a derivar a
su apoderado en Mazatlán, el señor Carlos Woolrich.
Pero pasaron varios meses
más y el asunto no avanzaba. La causa era que al tratarse de la donación de un
terreno, para que ésta fuera legal debía tramitarse ante un notario público. La
ciudad de Mazatlán recibiría en forma gratuita un terreno de parte de la señora
de Bradbury, pero quién se encargaría de pagar los honorarios notariales en
California. Eso era lo de menos para ella. Por eso el día 5 de junio de 1886
ella y su esposo acudieron ante el notario
Leo G Knox para formalizar la donación. También ese mismo día acudieron
al consulado general de México en San Francisco, para que realizara la
legalización consular del documento anterior.
Al final el predio que
Simona Martínez de Bradbury, con el consentimiento de su esposo, donó a
Mazatlán fue el de la “casa núm 64
situada en las calles del Arsenal y Olas Altas, cuartel 4to Manzana 18. Linda
por el sur con propiedad de la señora Simona M. de Bradbury y Mariana de
Yturrios, por el norte con propiedad de la señora Simona M. de Bradbury, por el
oriente calle de por medio, con propiedad de la testamentaria de Rey, y por el
poniente de por medio con la Playa de Olas Altas.”
Ese fue un pequeño gran
regalo que dio a Mazatlán aquella
rosarense, la ex criada del minero
estadounidense, la Cenicienta de Rosario, Simona Martínez de Bradbury.
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