El diecisiete de marzo de mil ochocientos sesenta y seis con caballería y dos
piezas de artillería ligera, trescientos cincuenta soldados franceses y
quinientos mexicanos pro imperialistas, todos pertenecientes a la Brigada Rivas
y bajo las órdenes del comandante Roiq, salieron de Mazatlán rumbo a Villa
Unión con el propósito de apoderarse de esta población. Sin embargo, en las
cercanías de Urías se encontraron con unos quinientos hombres de Ramón Corona,
y se enfrascaron en una batalla. Pero uno de los buques de guerra franceses se
adentró en el canal de navegación y bombardeó las posiciones de los liberales,
obligando a éstos a retirarse. La mañana siguiente, día dieciocho, los
imperialistas pudieron entrar a Villa Unión que casi estaba desprotegido, ya
que tenía sólo un puñado de soldados mexicanos.
Sin embargo, Ramón Corona ya
había sido avisado del movimiento de los invasores, por lo que se traslado
hacia ese punto al mando de dos mil hombres, y alrededor de las once de la
mañana se inició la batalla que se prolongó por más de hora y media. Al final
de ese día los imperialistas se encontraban atrincherados en Villa Unión,
rodeados por los hombres de Corona. Sin embargo, ese día él envió una comisión
de tregua hacia los franceses, haciéndoles llegar este pacto:
“Saludos del general Corona
al comandante francés. Ni el general Corona ni su ejército desean considerar a
los soldados franceses como sus enemigos y prefieren que México y el ejército
mexicano sean dejados para que arreglen sus propios asuntos. Por tanto el
general Corona ofrece a las tropas francesas (que, entiende él, se encuentran
casi sin municiones) paso seguro a través de sus líneas hasta Mazatlán con sus
armas, animales y bagajes. A las tropas mexicanas que deseen acompañar a los
franceses les ofrece el mismo pase seguro, excepto sus armas, que deben ser
entregadas a él. A aquellas tropas mexicanas que, por el contrario, prefieran
abandonar una causa no natural –a la que deben haber sido arrastrados por la
fuerza o por engaño– y que de inmediato se unirán a la causa liberal, les
ofrece la bienvenida con sus armas y equipo.”
Esta propuesta fue rechazada
por el comandante Roiq, quien contestó a Corona “Si nos quedamos sin
municiones, tenemos aún las bayonetas. Y si el general Corona desea reclutas y
armas para la causa republicana debe venir a tomarlas.”
Los franceses en Villa Unión
tenían muy poca munición, carecían de agua y de alimentos tanto pare ellos como
para sus caballos; de hecho éstos tenían ya tres días sin beber agua. Además en
las calles se encontraban decenas de cuerpos de soldados y civiles caídos. Los
aljibes existentes en Villa Unión ya estaban vacíos.
El día veinte los franceses
intentaron en tres ocasiones llegar al Río Presidio para abastecerse de agua,
pero las tropas de Corona les impidieron el paso.
Roiq sabía que no les
quedaba otra más que replegarse, huir hacia Mazatlán. Por ello a media tarde
ordenó concentrar a sus heridos, animales y bagaje en una esquina del pueblo,
en un punto llamado “Camino Bajo” en la salida hacia el puerto. Ya de noche envió
un pelotón hacia el lado sur de la villa, el cual engañó a los liberales
fingiendo que comenzarían el ataque. De inmediato los hombres de Corona se
concentraron en ese punto. El plan de Roiq había funcionado: él y sus hombres
comenzaron a replegarse por el camino a El Walamo y de ahí se fueron por la playa hasta llegar a la Isla de la Piedra. Cuando Corona se dio cuenta del
engaño emprendió la persecución de los imperialistas, pero fue inútil. Ya
amanecía cuando Roiq y sus hombres llegaron a las cercanías de Mazatlán, a la
protección de los cañones franceses.
Los franceses tuvieron 27
muertos y 75 heridos. Los liberales 120 muertos e igual número de heridos. Sin
embargo, el comandante Roiq reportó que había causado más de 300 muertos y más
de 200 heridos a las tropas liberales, en tanto que los imperialistas habían
tenido 16 muertos y 67 heridos
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