En la esquina sureste de las calles
Belisario Domínguez y Sixto Osuna, justo donde hoy se ubica la pastelería
Panamá, se encontraba una de las tiendas más exclusivas en el Mazatlán de
la primera parte del siglo XX, Casa Drakato, propiedad de don Gerónimo
Drakato. Él había nacido en Patrás, Grecia y a finales del siglo XIX se había
instalado en Mazatlán donde se desempeñó como sastre y luego fue nombrado
cónsul de su país en nuestra ciudad.
Los sueños de aquel griego iban más
allá de ser un simple sastre en un país ajeno y en 1910 abrió Casa Drakato, que
sería el comercio más exclusivo de Mazatlán. Todos los productos que se vendían
en esa casa eran de primera calidad, importados de Europa.
Me cuenta la maestra Alicia Ayala Cruz
que el señor Drakato era alto y blanco. Sus ojos parecían de color negro, pero
al acercársele podía ver uno su verdadero color azul añil. Su nariz era
perfectamente recta. El mejor adjetivo que se le pudiera poner a este
hombre es que era pulcro. Su ropa jamás mostraba una sola arruga. Miembro
del gran rito escocés, el señor Drakato había alcanzado los máximos grados
dentro de la logia masónica.
Todavía en 1943 fue la Casa Drakato la
encargada de confeccionar los noventa uniformes, de muy buena calidad, que se
entregaron a sendos oficiales de la policía municipal de Mazatlán.
El día primero de cada mes Casa Drakato
publicaba su periódico, un tabloide titulado “Revista de la Casa Drakato”
en el que promocionaba los productos que vendía así como interesantes
editoriales de la época. Su editorialista estrella era el licenciado Manuel
Torre. En la primero plana aparecía la fachada del edificio que ocupaba así
como su escudo de armas. Niña en ese entonces, dice la maestra Ayala que
preguntó a don Gerónimo qué significaba ese ojo en el escudo. “Es de quien
cuida mi buen proceder”, le contestó él. Cuenta ella que el señor Drakato un
día decidió regresar sólo de visita a su natal Grecia, pero que ya nunca
regresó.
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