El
doctor estadounidense Rufus B. von Kleinsmid era considerado una eminencia. En su
país sus lecturas y disertaciones provocaban el interés de los estudiosos por
lo que garantizaban lleno total donde se presentaba. En una época fue
presidente de la Universidad de Arizona, silla a la que renunció cuando dos
universidades estadounidenses de mayor prestigio le ofrecieron el mismo puesto,
una de éstas era la Universidad del Sur de California. Pero durante su
presidencia en aquella institución educativa efectuó un viaje a Mazatlán, lugar
donde fue testigo y a la vez protagonizó un incidente que le quedaría grabado
por muchos años.
El
año mil novecientos veintiuno un grupo de jóvenes del estado de Arizona,
Estados Unidos, organizó un viaje a la costa occidental de México, precisamente
a nuestra ciudad y puerto. Todos ellos eran estudiantes y profesores de la
Universidad de Arizona. El grupo se hacía acompañar por el presidente de la
institución, señor Kleinsmid. Los universitarios pasaron de Nogales, Arizona,
al lado mexicano y de ahí viajaron hasta el puerto sinaloense. Apenas habían
llegado, un día de principios de julio, el grupo se dispuso a refrescarse y
nadar en las playas mazatlecas. Para ello las mujeres vestían sus modernos
trajes de baño estadounidenses, los cuales para las autoridades locales
resultaron ser demasiado atrevidos. En esa época en Estados Unidos la mayoría
de los trajes de playa para dama constaban de sombrero, una blusa y una
faldilla que llegaba hasta medio muslo. Sin embargo, otros diseños eran aptos sólo
para gente menos conservadora ya que estaban formados por una sola pieza, muy
parecidos a los trajes de natación de esta época, con los que las damas, para
deleite de los caballeros, podían mostrar brazos piernas y muslos en toda su
extensión así como parte de sus hombros.
Las
turistas de Arizona, emocionadas por el viaje y la playa, pasaron por alto un
pequeño
detalle: para las autoridades mazatlecas los trajes de baño en alusión
resultaban
demasiado impúdicos. Éstas calificaban dicha ropa como “demasiado
escandalosa”.
Fue por ello que cuando aquellas estudiantes y sus maestras estaban en la playa
de Olas Altas, unas ya nadando y otras aún mostrando sus dotes sobre la arena,
apareció un nutrido grupo de policías mazatlecos para arrestarlas a todas.
Aseguradas
las segundas los gendarmes conminaron a las primeras a salir del agua, lo cual
ellas obedecieron de inmediato. Ninguna de las turistas comprendía qué estaba
sucediendo. Pero sabiéndose inocentes optaron por no resistirse al arresto. De
la playa las bañistas fueron conducidas a la jefatura de policía.
El
presidente de la Universidad de Arizona fue de inmediato a entrevistarse con el jefe
de la policía para solicitarle dejara en libertad a sus pupilas y compañeras,
ya que
no habían cometido delito alguno. Ahí fue informado que aquellas turistas de Arizona
habían sido detenidas debido a que sus trajes de baño eran “demasiado escandalosos”
Rufus Kleinsmid hizo ver al policía que no había nada de escandaloso
en que una mujer vistiera de bikini en una paya, pero sus argumentos fueron
inútiles, de la jefatura las bañistas impúdicas serían trasladadas a la cárcel.
El
eminente señor von KleinSmid no se amilanó por la negativa de un jefe de
policía mexicano, y de inmediato fue a abogar por sus conciudadanas ante los
superiores de éste. Sus intercesiones rindieron fruto ya que apenas cumplieron
poco más de una hora bajo arresto cuando alguien, una persona ajena a la
policía pero obviamente de jerarquía superior, ordenó la libertad de aquellas
universitarias estadounidenses cuyas vestimentas de playa habían conmocionado a
la policía local.
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