domingo, 3 de julio de 2016

El Misterioso Cuadro de Fortunato Arriola



A las ocho de la mañana del 3 de septiembre de 1864 fue inaugurada la Cuarta Feria Industrial de Mecánicos de San Francisco, para la cual se erigió un gran pabellón en Union Square, entre  las calles Stockton y Powell. La feria exhibía miles de artículos de las diversas ramas de la  industria: minerales, vegetales, madera, carbón, asfalto, petróleo, además de una gran variedad de productos  y maquinaria; vinos, frutas, madera, muebles, gabinetes, bombas de agua, etcétera. Había más de 500 personas y compañías presentando al  público sus productos. Debido al elevado número de productos en  exhibición, esta feria fue considerada como la más extensa jamás hecha en todo el estado de California.  

Pero esta exposición  también tuvo una galería de arte con un elevado número de pinturas al óleo hechas por los más prestigiados artistas locales. Al fondo de esta sección, como si sus obras no tuvieran mérito suficiente, se encontraban una pintura de tamaño natural de una señorita de Mazatlán, otro de una señorita de San Francisco y uno más, un autorretrato del autor de éstos.

Fortunato Arriola era el autor de estos tres cuadros. Él nació en la sierra sur de Sinaloa, en Cosalá, el año 1827. Su abuelo era un español que había sido enviado por el gobierno de su país a México en una misión político-diplomática. El hijo de éste, padre del pintor, había permanecido en México y supo aprovechar la situación de aquel entonces ya que adquirió ricas tierras y minas. Sin embargo, debido a las constantes turbulencias políticas así como las había adquirido, las había perdido. Fortunato sabía que al arte corría por sus venas  y quiso  ir a Europa a estudiar, pero su padre se lo impidió suplicándole no lo dejara solo. Fue así como aquel joven se hizo un artista autodidacta.

Sintiendo el llamado del arte, Fortunato en 1847 abandonó Cosalá y se fue a vivir al puerto, a Mazatlán, donde conoció a quien sería su esposa, la joven Guadalupe Arzápalo. Pero esta ciudad tampoco llenó sus expectativas y en 1857 viajó a San Francisco, California, dejando atrás a su esposa y siete hijos.  Ahí abrió su estudio en el número 235 de la calle Washington, esquina con Waverly, y a  partir del día 23 de enero de 1859, quizá antes, comenzó a publicitarse en el diario Alta California Daily de la siguiente manera: “Fortunato Arriola, Artista. Retratos al óleo hechos en vivo o a partir de daguerrotipos. Paisajes de la naturaleza y fotografías pintadas al óleo. Pinturas de niños en el estilo más satisfactorio.

En efecto, para sobrevivir, Arriola pintaba retratos, paisajes, banderillas con emblemas, y llevaba a cabo cualquier encargo de pintura que se le hiciera. Pero también daba clases de pintura. Toby Rosenthal, un prestigiado pintor de esa generación y quien fuera su alumno  le encontraba un parecido con el artista Diego Velázquez,  y sobre él escribió así: Fortunato era alto, de piel amarillenta, con grandes ojos color negro, de nariz casi griega, labios rojos, con barba y bigote negro.

En octubre de 1866 la galería Snow & Roos exhibía en su escaparate principal una nueva ´pintura, de la cual la prensa local escribió: “Notamos en el escaparate de los señores Snow & Roos un gran cuadro al óleo de “Helmet Rock y Punta Lobos”, de Arriola. La vista está tomada del lado sur de la entrada al Golden Gate, y la imagen tiene sus méritos, aunque  con algunos fuertes defectos de apariencia. La escena es invernal, las nubes espesas y oscuras, el agua corriendo pesadamente en la playa rocosa, y las colinas se visten en el brillante verdor  que sólo se ve en la localidad durante la estación de lluvias o inmediatamente después de ésta. En general, se calcula que el  cuadro suma no poco a la ya alta reputación del joven artista.” Las pinturas del señor Arriola ya eran consideradas como de buen gusto. Atrás había quedado aquella Feria Industrial de Mecánicos en la que la obra del cosalteco fue colocada en la parte posterior de la galería.

En diciembre de 1868 los artistas locales acordaron la creación de una Sociedad de Artistas, y Arriola no se quedó atrás; también suscribió el contrato de creación.  Y en la primera recepción que dio la Asociación de Arte de San Francisco, ya en 1871,  Arriola participó con 18 de sus obras.

En febrero de 1868 se inauguró una exhibición en la misma galería.  Y ahí estuvieron  dos obras de Arriola, ambas con  en el Istmo de Tehuantepec como objetivo central, la primera titulada Amanecer y la otra Ocaso, ambas en el citado istmo. El reportaje sobre esta exhibición ubicaba a Arriola como, al menos, un buen artista. Y fue por ello que el periodista fue hasta el estudio del artista y describió los cuadros que ahí encontró, en su mayoría paisajes de San Francisco y sus alrededores.

En 1862 Rosenthal, de familia judía proveniente de Prusia,  era un niño de doce años cuando se apareció en el estudio de Arriola, fascinado por los cuadros de éste, el pequeño miraba alrededor. Entonces le mostró al colsalteco un cuadro pintado por él; el hombre quedó prendido y le dijo al menor: “Te enseñaré todo lo que sé sin cobrarte, aunque no creo que te enseñaré mucho; tu estilo es superior al mío”. Y cuando ya no pudo enseñarle más, fue Fortunato a la casa de los padres de Toby y les dijo llanamente que él ya había hecho todo lo que podía hacer como maestro del joven, que sólo quedaba enviarlo a estudiar a Europa. Y así fue, los padres del muchacho de 17 años de edad habían estado ahorrando para cuando llegara ese momento; muy pronto él abordó un barco rumbo a Alemania. 

Pero  Fortunato no pudo olvidar que él también quería ir a Europa, a estudiar más y especializarse en su arte. Habrían de pasar dos lustros hasta que por fin pudo hacer realidad su sueño, y se fue él solo a Europa a estudiar, pero antes de hacerlo trajo a su esposa e hijos de regreso a Mazatlán.  El día 4 de agosto de 1870 se vendieron en una subasta varios de sus cuadros, y ahí hizo públicas sus intenciones de viajar a Europa en plan de estudios. El viaje incluiría Italia, Austria,  Turquía y, posiblemente, Francia y Prusia.

Y como suele suceder, Arriola también era un artista del hambre, y fue por ello que el 17 de septiembre de 1871 figuró en una lista nada placentera, aparecida en el Daily Alta California de San Francisco. Pero no sólo se trataba de él, el listado incluía a cientos de ciudadanos de San Francisco; el pintor adeudaba a la ciudad la cantidad de tres dólares con treinta y siete centavos.

Por fin, pues, Arriola viajó  a Europa,   pero al regresar el destino ya le aguardaba. Del viejo mundo hasta San Francisco el viaje incluía una escala obligada en Nueva York, ciudad en la que ya habían hecho aparición sus obras. Y el 10 de agosto de 1872 el pintor abordó el buque Bienville que tras incendiarse en el Atlántico se hundió el día 15 del mismo mes y año. Una persona vio al pintor aferrado a un  barril que flotaba en las aguas, su cara mostraba desesperación, pero a la vez tranquilidad. Las infalibles leyes de la  física permitieron a aquel barril flotar por un corto tiempo hasta que se hundió llevándose al fondo al artista Fortunato Arriola, aquel cosalteco ilustre.

Guadalupe Arzápalo y sus doce huérfanos guardaban en Mazatlán el retorno de Fortunato cuando se enteraron de  su prematura muerte. Al parecer ella no se acostumbró a la vida de Mazatlán y regresó junto a sus doce hijos a San Francisco, donde recibió la ayuda de los amigos y colegas de su finado esposo.

Los colegas de profesión del joven fallecido formaron un comité de ayuda a la viuda y sus hijos, donando sus propias obras para venderlas en una subasta pública que se realizó el 18 de noviembre de ese mismo año. Antes de ello el comité de ayuda para la familia de Arriola envió una carta al artista Alfred Bierstadt solicitándole donara una de sus obras para auxilio de la viuda y sus huérfanos. Pero este artista no quiso o no pudo donar una de sus pinturas y les envió un cheque por cincuenta dólares acompañado de una nota que decía: “Este es el único dibujo que tengo a la mano ahora, y me temo que no traerá más que las figuras insertas en la esquina. Podría, sin embargo, traer una suma mucho más grande. Podría ser que valga la pena enmarcarlo.” Petulancia o sinceridad, cómo saber de qué se trataba. El caso fue que su nombre no figuró en el comité de ayuda para la familia de Arriola.

También el  12 de abril de 1874 se realizó una subasta en una exhibición denominada Elaine, de todo lo que se donó ahí, ciento cuarenta y un dólares fueron para el fondo de ayuda para la familia de Fortunato Arriola.

Arriola era un paisajista tropical conocido también como “el luminista americano”, y muchas de sus obras se observaban paisajes de San Francisco y sus alrededores, así como de México. Pero también, para hacerse de más recursos económicos, pintaba retratos de quien lo requiriera. A las ocho quince de la mañana del día 11 de diciembre de 1868 murió la prestigiada actriz Helen Western, cuyas actuaciones incluían a Inglaterra, Irlanda, Escocia, Sudamérica y, por supuesto, su natal Estados Unidos. Pero ella pocos meses atrás lucía bella y feliz en  la Maguire’s Opera House de San Francisco. Presumía la joven no sólo su belleza natural sino también una pintura de ella, en tamaño natural, que recientemente había sido realizada por uno de los más prestigiados artistas de la localidad, don Fortunato Arriola.

Aún hoy día se conservan varias obras de Arriola en museos de Estados Unidos, y aun en la colección privada del comediante Steve Martin, quien sobre él, en una entrevista dijo: “Fortunato Arriola, un desconocido pero buen artista quien, a propósito, murió joven, ahogado en el mar”. Pero de todos los paisajes y retratos que pintó aquel joven cosalteco no hay uno sólo que llame tanto la atención como un óleo de 121 por 193 centímetros que lleva por título “Paisaje Tropical” del año 1870, inspirado quizá por sus orígenes sinaloenses, aunque se anuncia como paisaje de Panamá. Cuando Arriola realizó este cuadro se podían ver tres hombres vestidos como ricos  hacendados cabalgando sendos equinos; el primero es azabache, el del medio blancuzco y el último café. Los  caballos con sus jinetes encima comienzan a cruzar lo que parece ser una gran laguna, al fondo se ven unas montañas. Detrás de los hombres hay dos palmas de plátano, al fondo otros árboles, un alto cocotero y arbustos. Frente a ellos se aprecia el agua tranquila, y más allá un gran árbol que parece ser una ceiba con un gran número de arbustos a su pie.

Este cuadro  fue adquirido por el Museo de la ciudad de Oakland y puesto en exhibición permanente. Sin embargo, cuando fue puesto a la vista de los visitantes, esta pintura de don Fortunato Arriola ya no era la misma que en 1870.

Cocotero, palmas plataneras, ceiba y demás vegetación permanece igual; lo mismo sucede con el lago y las montañas. Pero aquellos tres hombres vestidos como hacendados han desaparecido. Y en su lugar han emergido un hombre sobre el primero de los caballos, enseguida se encuentra una mujer vestida de negro pero que no se ubica sobre ninguno de los ungulados, a su lado hay otra mujer que monta el equino albo y a su lado sobre el tercer animal otro hombre que con su sombrero en la mano derecha parece ventilarse mitigando el calor. Los cuatro personajes, indudablemente citadinos, no campiranos, van elegantemente vestidos, con ropa decimonónica. Es inocultable que en las caras de la primera pareja hay preocupación, angustia mientras que en la de la otra mujer hay dolor. El cuarto personaje parece dirigir palabras de consuelo a ésta. Además en el bridón del tercer equino se aprecia el escudo de los Estados Unidos.

Se han hecho estudios a este cuadro para entender qué o quién usurpó el pincel de Arriola. Sin embargo, hasta ahora nadie se explica cómo emergieron esos cambios  en el cuadro,  ni quién fue el autor de éstos.




1 comentario:

  1. Un saludo Don Antonio, interesante, y enigmática, historia, gracias por compartir....

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