jueves, 9 de junio de 2016

El Día Que Walt Disney Llegó a Mazatlán



Me pregunto si alguien en Estados Unidos, México o el resto de nuestro continente, de Europa y muchos otros lugares del mundo desconoce la obra de Walt Disney. Me pregunto quién nunca ha oído o leído sobre él, quién desconoce su obra. No pasan muchos segundos antes de responderme que su nombre y su obra son más conocidos alrededor del mundo que los de la gran mayoría de los seres humanos en todo el planeta, vivos o fallecidos. Durante mi niñez uno de mis programas de televisión preferidos era Disneylandia, que cada miércoles se transmitía en un canal local. Pero todos sabíamos que Disneylandia no era sólo el nombre de un espectáculo televisivo y del cine, sino además un lugar situado en California, Estados Unidos, donde los visitantes podían conocer “en persona” a todos aquellos personajes de sus películas: Blanca Nieves y los siete enanitos, Dumbo, Mickey, Pluto, los Tres Cochinitos, etcétera. En nuestra imaginación infantil hacía eco aquella frase con la que este lugar se describía a sí misma como “el mágico mundo del color” Por ello visitar dicho lugar, conocer sus personajes, era el sueño más acariciado por la gran mayoría de mis coetáneos, incluido yo, por supuesto. Pero siempre hay prioridades, cosas más necesarias, de hecho indispensables, por ello los años pasaron al igual que nuestra niñez, y aquellos sueños de visitar aquel mundo mágico, soñado y hecho realidad por el señor Walt Disney, se vieron frustrados para mí y la gran mayoría mis amigos y conocidos.

Pero todos aquellos sueños que el señor Disney convirtió en realidad al inaugurar su “mundo mágico”, el dieciocho de julio de mil novecientos cincuenta y cinco, pudieron nunca haber pasado de ser un planes y proyectos, ya que trece años antes el creador de Disneylandia vivió en carne propia qué es un huracán, y para ello no pudo escoger mejor campo de pruebas que… Mazatlán.

La mañana del sábado nueve de octubre de mil novecientos cuarenta y tres en el aeropuerto de la ciudad de Los Ángeles, California, el señor Walt Disney, su esposa Lillian Bounds, Phyllis Hauret, sobrina de ésta, y dieciocho pasajeros más abordaron un avión de la compañía Pan American Airways. El ejecutivo Joe Schenck llegó un poco tarde a la cita razón por la cual por fortuna, o por desgracia, no encontró asiento disponible y no pudo abordar la aeronave, con destino al aeropuerto de la ciudad de México. El aeroplano era modelo Clipper, considerado como uno de los más grandes en su época. Todo indicaba que el vuelo no encontraría contratiempo alguno. Pero ninguna persona del aeropuerto angelino había tomado en consideración el clima que prevalecía en el noroeste de México, omisión por la que los viajeros de la aeronave habrían de pagar las consecuencias.

El señor Disney había sido contratado por el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho para realizar unas producciones cinematográficas en México.

Desde California hasta Sinaloa el avión había volado sobre la costa, pero al llegar a las cercanías de Mazatlán se encontró frente a una tormenta descomunal. En realidad la nave estaba frente a uno de los más fuertes huracanes que hayan azotado la región. Unos cálculos estimaban que la velocidad del viento rebasaba los trescientos veinte kilómetros por hora; otros decían que llegaba a los doscientos cuarenta; uno más aseguró que al menos soplaba a ciento sesenta.

El meteoro azotaba ya a Mazatlán y las ráfagas del viento obligaron al piloto del Clipper a suspender su plan de vuelo para buscar un sitio cercano dónde aterrizar. A pesar de los fuertes vientos el piloto decidió que lo mejor era buscar refugio en el aeropuerto de esta ciudad. Fue así como alrededor de las nueve horas locales aquel avión aterrizó en Mazatlán en medio de un huracán que apenas había comenzado a mostrar su poderío.
El piloto dio prueba de su experiencia y logro que la aeronave aterrizara sin mayor problema, luego se las ingenio para acercarla al edificio del aeropuerto. Sin embargo, el huracán apenas comenzaba a azotar la región y permanecer a bordo del avión sólo significaba peligro. Todos sabían que lo mejor era llegar hasta el edificio que tenían a unos cuantos metros de distancia, pero nadie se atrevía a intentar la huida. Sin embargo, como pudieron, la señora Lillian y su sobrina Phyllis se atrevieron a desafiar la fuerza del viento y lograron llegar hasta la construcción. Pero para el resto de los pasajeros fue imposible seguir los pasos de las dos mujeres, y se vieron obligados a permanecer en la nave. Durante las siguientes cinco horas, aterrorizados sintieron cómo ésta era sacudida sin cesar por el viento, incluso llegaron a creer que en cualquier instante la arrastraría. Pronto una ala del avión se desprendió del fuselaje, luego la otra. Poco a poco el avión se convertía en jirones por la fuerza del ciclón.

A la una treinta de la tarde, utilizando el radio de onda corta de aquel Clipper destrozado, el piloto de la nave se comunicó con el exterior para anunciar que la ciudad se encontraba sin electricidad, telégrafos teléfonos o agua potable. Pero para alivio de locales y visitantes esa misma tarde el huracán continuó su trayectoria rumbo al norte, dejando detrás una ciudad destrozada, aunque sin reporte de muertos.

Esa tarde Walt Disney, su esposa, Phyllis y demás pasajeros del avión destrozado fueron conducidos hasta el Hotel Belmar, en Olas Altas, el cual además de encontrarse deteriorado por los efectos del huracán, tenía muy pocas habitaciones disponibles. Pero por supuesto que no había manera alguna de negarle una habitación al creador de Disneylandia y a sus acompañantes. Ahí pasaron esa noche, el día siguiente y sólo parte del posterior, once, ya que este día un avión fue enviado desde la capital de la República para recoger a los importantes personajes para llevarlos precisamente a dicha ciudad.

En una entrevista que Walt Disney dio poco después, al referirse al huracán que le tocó vivir en Mazatlán dijo: “Toda una muralla de agua caía sobre nosotros. La ciudad completa estaba inundada”…“pensamos que nos llegaba el fin”

Paradójicamente la única manera que había en Mazatlán de comunicarse con el exterior era precisamente con el radio de onda corta del Clipper, y las autoridades locales lo usaron como propio. El propio general Pablo Macías Valenzuela, Comandante en Jefe de la Región Militar del Pacífico, tomó la radio en sus manos y mandó un mensaje pidiendo auxilio a las autoridades federales.


En un principio se dijo que el huracán no había causado muertes, luego se habló de cinco a siete. Días después se hablaba de cuarenta y seis personas muertas sólo en Mazatlán. Sin embargo, el huracán que había forzado a Walt Disney a visitar el puerto sinaloense causó daños a las siembras en otros lugares de Sinaloa, como Navolato, Quilá y Culiacán, además de muertes en Angostura, Ahome, Guasave y Sinaloa de Leyva.

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