domingo, 19 de junio de 2016

La Invasión Estadounidense a Mazatlán



(Tomado de Mazatlán Decimonónico, de Antonio Lerma Garay)
Hacia el año mil ochocientos treinta Mazatlán no era sino un pueblo de indígenas pescadores en las cercanías del cerro de la Aduana. Diez años después se convirtió en el principal puerto del Pacífico mejicano y alcanzaba ya la suma de diez mil habitantes. De ahí que el gobierno de James K. Polk considerara como máxima prioridad el aseguramiento del puerto sinaloense en caso de una guerra contra la República Mejicana.
El dieciocho de noviembre de mil ochocientos cuarenta y cinco ancló en aguas mazatlecas el buque de guerra Savannah, al mando de John Drake Sloat. El buque saludó la bandera mejicana, que era izada en lo que hoy es el Cerro del Vigía, y el saludo fue respondido de acuerdo con los usos de la época. Sloat era el Comandante en Jefe del Escuadrón del Pacífico, el cual estaba integrado por los barcos: Savannah, de 54 cañones; Congress, de 60 cañones; las balandras Warren, Portsmouth, Cyane y Levant, de 24 cañones cada una; la goleta Shark de 12 cañones y el buque Erie.
Drake Sloat sabía que la guerra entre Estados Unidos y la República Mejicana era inminente, por lo que permaneció en Mazatlán por varios meses. Los vientos de guerra entre ambos países estaban presentes desde mucho antes: el veinte de octubre de mil ochocientos cuarenta y dos, creyendo que la guerra ya había comenzado, el comodoro Thomas C. Jones se posesionó de Monterey, Alta California, República Mejicana.
Sloat y sus hombres presenciaban la escuadra inglesa al mando del almirante George Seymour, a bordo del Collingwood, ir y venir entre Mazatlán, San Blas y California. Existían rumores de que la República Mejicana pagaría a Inglaterra su deuda cediéndole la Alta California o que los británicos se apoderarían del territorio por la fuerza.
El diecisiete de febrero de mil ochocientos cuarenta y seis, aún sin declaración de guerra alguna, el Portsmouth inició el bloqueo a Mazatlán. En marzo de ese mismo año excepto el Congress y el Cyane, todo el Escuadrón del Pacífico se encontraba en Mazatlán.
Fue el quince de mayo de mil ochocientos cuarenta y seis cuando la ambición del presidente estadounidense le llevó a firmar la declaración de guerra contra la República Mejicana. No obstante, ni los mazatlecos ni la flota estadounidense en el Pacífico tenían noticias sobre ello.
En aquel entonces, Mazatlán era punto neurálgico del correo. Muchas noticias llegaban a México a través de las naves que arribaban al puerto. En un viaje que duraba aproximadamente siete días a caballo, la correspondencia era llevada de aquí a lugares como Durango o Guadalajara; el camino inverso del correo era el mismo. Por esta razón, la guerra ya había estallado en el Golfo de México, aunque en el Pacífico Drake Sloat lo ignoraba.
No fue sino hasta el seis de junio de mil ochocientos cuarenta y seis cuando el futuro Comodoro recibió noticias de que la guerra había comenzado, por lo que se preparó a entrar en acción. El día siete de junio Drake Sloat no tomó y ocupó Mazatlán, sino que zarpó rumbo a la Alta California. Mucho más importante que posesionarse del puerto sinaloense, John Drake Sloat tenía otra tarea. Como Comandante en Jefe del Escuadrón del Pacífico, él había recibido instrucciones precisas de que al momento de tener noticias de que guerra había comenzado se posesionaría del territorio de California y lo reclamaría para Estados Unidos.  Fue así como un mes después, el siete de julio de mil ochocientos cuarenta y seis izó la bandera estadounidense en el edificio de Aduanas de Monterey. De ahí, el ejército estadounidense se apropió de la Baja California.
Entre el seis y siete de septiembre de mil ochocientos cuarenta y seis el buque de guerra estadounidense Warren llegó a Mazatlán y encontró anclado en el puerto la fragata de guerra mejicana Malek Adhel. Era éste un barco mercante que el gobierno mejicano había habilitado como fragata adicionándole varios cañones. Los estadounidenses bajaron una lancha del Warren y prácticamente se la robaron a los soldados mexicanos sin disparar un solo tiro. También durante el bloqueo los soldados estadounidenses se hicieron de una barcaza proveniente de La Paz del cual tomaron azúcar, frutas secas y papas.
El primero de mayo de mil ochocientos cuarenta y siete, de uno de los barcos estadounidenses bajaron dos botes de reconocimiento en busca de un punto donde amarrar el barco en caso de atacar. Sin embargo, los botes se acercaron demasiado a tierra y fueron descubiertos por los soldados mexicanos. Éstos de inmediato se aprestaron a repeler lo que parecía un inminente desembarco. Los tambores resonaban, la caballería mexicana galopaba incesante en la arena, entre trescientos y cuatrocientos soldados tomaban posiciones de ataque, las sedes consulares sin pérdida de tiempo izaron sus banderas, mujeres y niños corrían hacia los cerros. Desde sus botes los estadounidenses hacían más de un disparo al aire y amenazaban con desembarcar, pero sabían que les era imposible y se conformaron con burlarse de los preparativos de guerra de los mexicanos.
Las autoridades de Mazatlán sabían que el ejército invasor pronto pisaría el suelo mazatleco, por lo que los archivos y documentos importantes fueron enviados a la ciudad de Rosario. Luego de tomar San José del Cabo, la pequeña flota estadounidense se dirigió hacia Mazatlán. Si bien la península había sido presa fácil para el ejército invasor, existía el temor a los patriotas que mediante guerrillas osaban atacarlos. De ahí que para resguardo decidieran dejar en San José un batallón de cuatro oficiales y veinticinco soldados al mando del teniente Heywood.
Contrario a lo planeado, tan sólo tres barcos habrían de tomar el puerto sinaloense: las fragatas Independence y Congress, y la balandra Cyane. Los demás buques estaban ocupados tomando posesión de California. No obstante, al llegar a Mazatlán encontraron al Erie anclado en las cercanías de la isla del Crestón, navío que sólo estaba destinado al transporte de pertrechos.
La tarde del diez de noviembre los tres barcos se alinearon en la isla de Venados. Luego avanzó la fragata Independence y se colocó con un costado hacia la playa Olas Altas; la fragata Congress hizo lo mismo frente a la sección antigua de la ciudad, vigilando el camino que iba de Mazatlán hacia el norte; en tanto que la balandra Cyane se apostó vigilando la bahía del Fondeadero, muy cerca del edificio de la Aduana. Los barcos de guerra estaban ya en posición de ataque y sus hombres dispuestos a empezar el bombardeo de la ciudad.
El once de noviembre de la Independence bajó el grupo encargado de llevar a las autoridades mazatlecas el parte de guerra y solicitud de entrega del puerto; el capitán Elie La Vallette, Henry Walleck, el teniente Henry Lewis y el secretario de Shubrick, Henry La Reintrei, quien serviría de traductor.
En tierra, el grupo encontró que el comandante militar de Mazatlán, coronel Rafael Téllez, había abandonado el puerto, mas fueron recibidos por dos miembros de la Junta y dos oficiales del Ejército Mejicano, quienes los guiaron a la casa del presidente de la Junta, José María Vasavilbazo. Éste informó a los invasores que dicha Junta no tenía voto en las deliberaciones de los militares y que no sabía nada de sus resoluciones respecto a la invasión. Entonces, las capitulaciones fueron enviadas por correo al coronel Rafael Téllez, quien se encontraba en el cuartel de Palos Prietos, unos cuantos kilómetros al norte de Mazatlán. Según versiones del ejército invasor, cuando Téllez recibió los documentos, en voz alta los leyó a su tropa, luego los destrozó enojado y los pisoteó.
Mas Shubrick y sus hombres no esperaron respuesta alguna del coronel Téllez y sus tropas. Ya veintinueve botes habían sido bajados y colocados alrededor de la Independence, y entre las doce y una de la tarde de ese mismo días, fueron hacía tierra llevando setecientos treinta oficiales, soldados y marines al mando de La Vallette y Halleck. Las lanchas pasaron entre la isla de Crestón y tierra firme hasta llegar al rompeolas. En la playa un nutrido grupo de mazatlecos disgustados miraba la forma en que los invasores desembarcaban y descargaban sus lanchas. Una gran multitud veía desde los techos de las casas a los soldados extranjeros avanzar por las calles de Mazatlán, con una banda tocando, hasta llegar al cuartel. A la 1:10 la bandera estadounidense fue izada en suelo mazatleco y veintiún cañonazos fueron disparados desde esa misma fragata.
El trece de noviembre la Junta mazatleca no tuvo otra opción sino firmar las capitulaciones y Shubrick nombró a La Vallette como gobernador de Mazatlán y a Halleck como teniente gobernador. Aunque los invasores permitieron que las actividades del puerto se desarrollaran en forma rutinaria, impusieron un tributo y castigos severos a quienes se opusieran a la invasión, así como prohibieron la venta de alcohol a las tropas invasoras
El catorce de noviembre el Coronel Téllez movió sus setecientos hombres hacia las cercanías de Mazatlán y con el propósito de cortar las comunicaciones con la ciudad de México, envió a Urías a ciento cincuenta de ellos, al mando del suizo Carlos Horn. Al enterarse de esto, La Vallette envió hacia Urías a sus hombres. Por tierra iban noventa y cuatro en tanto que sesenta y dos más se desplazaron por el estero en botes. La mañana siguiente, veinte de noviembre, ambos grupos atacaron Urías e hicieron huir a los mejicanos. El ejército invasor reportó un saldo de cuatro mejicanos muertos y veinte heridos, así como un estadounidense muerto y veinte heridos leves.

A finales de diciembre de mil ochocientos cuarenta y siete La Vallette tuvo noticias de que las fuerzas del Coronel Téllez se reorganizaban en Palos Prietos, por lo que envió dos batallones a combatir a los mejicanos. Luego de una escaramuza en la que resultó un soldado herido, el ejército invasor hizo huir a los mejicanos.
A decir verdad el bloqueo al puerto de Mazatlán nunca fue total, ya que los buques de guerra utilizados tenían que desplazarse entre los diversos puertos del Pacífico mejicano; constantemente iban y venían entre San Blas, Mazatlán, Guaymas, La Paz, San José.
Las armas del teniente de la tripa. Dos anécdotas.
1.-  Ya era el día en que habría de celebrarse el baile anual de los carniceros de la localidad, pero Rita, la virreina de la fiesta, aún no tenía su chambelán. Nada importaba que el ejército estadounidense estuviese posesionado del puerto, la tradición debía continuar por lo que esa mañana la joven mazatleca y sus amigas llegaron hasta donde se encontraba el teniente Wise para invitarlo al baile que se celebraría esa noche en las marismas. Él aceptó de inmediato. Y por ser ella la virreina del baile de los carniceros, dio a su  chambelán el nombramiento de “Teniente de la Tripa”. Sin saber el significado de tal expresión, el militar lo aceptó de buen gusto. Y esa noche allá fue “el teniente de la tripa”, tras el amor de Rita, a parar a las marismas de las orillas de aquel Mazatlán en donde encontró una especie de templete en el medio del arenal, rodeado de numerosos puestos con luces y música. Sin embargo, el ambiente no era precisamente seguro razón por la que, por mera precaución, el militar invasor desaseguró su espada de la funda previendo que podría darse el caso de necesitarla. Rita y él caminaban entre los léperos y sus novias que bebían mientras bailaban al ritmo de un jarabe. De repente, en menos de un segundo alguien sustrajo la espada de la funda. Ni la virreina mazatleca ni su teniente de la tripa pudieron ver quién se había robado el arma. De inmediato se inició la  búsqueda... pero fue en vano. Rita lloraba y suplicaba regresaran la espada a su chambelán pero fue inútil. En protesta la virreina abandonó el baile y fue rumbo a su casa acompañada de su chambelán.

2.- Mas no fue esa la primera vez que el teniente Wise fue víctima de robo en Mazatlán. Una noche en un apartamento, antes de dormirse, colocó sus dos pistolas y ropa en una mesa de centro y dejó la ventana abierta; convencido de que el enrejado de ésta era bastante para dormir con toda seguridad. La mañana siguiente encontró un gancho sujeto a un palo largo con el cual alguien había extraído las armas y ropa.

El desalojo.
Para el primer día del mes de marzo de mil ochocientos cuarenta y ocho llegaron rumores a Mazatlán de que el fin de la guerra se acercaba y que ambos países firmarían un tratado de paz. No fue sino hasta el día treinta de ese mismo mes cuando apareció en el puerto la notificación oficial del armisticio.
Con el objetivo de realizar los preparativos para la devolución del puerto y salida de las tropas estadounidenses, el teniente Wise y unos cuantos soldados más fueron enviados con una bandera blanca a Presidio de Mazatlán a donde llegaron por la tarde y fueron hospedados en la casa del comisario general, Isidro Beruben. La mañana siguiente los estadounidenses desayunaron en la casa de don Isidro junto con una treintena de militares mejicanos, entre los que se encontraba el general Pablo Anaya. Ahí convinieron en la forma en que Mazatlán sería devuelto a los mexicanos.
El diecisiete de junio los mazatlecos vieron primero a los marineros estadounidenses abandonar el puerto y abordar sus barcos. Esa tarde llegaron de Presidio de Mazatlán el general Negrete, designado por el general Pablo Anaya para recibir la ciudad, unos cuantos oficiales, y un escuadrón de caballería. Ahí les esperaban los infantes de marina estadounidenses. Los tambores resonaban mientras ambos bandos presentaban armas. Luego la bandera estadounidense fue arriada y la mejicana izada.

Los últimos soldados estadounidenses abordaron sus barcos.   Después vinieron los disparos desde éstos y desde el fuerte en tierra. Mazatlán era de nueva cuenta de los mazatlecos y de los mexicanos en general.

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