jueves, 26 de mayo de 2016

De Simona Martínez de Bradbury para Mazatlán




El domingo 25 de junio de 1905 el obispo Thomas Conaty colocó la primera piedra de lo que sería la Iglesia de la Inmaculada Concepción, en la avenida Shamrock de Monrovia, California.  Construida sobre un terreno de seis acres y con un costo estimado de treinta y cinco mil dólares, el domingo doce de agosto del año siguiente el edificio fue inaugurado por el obispo en compañía de nueve sacerdotes más, entre ellos J J Sheehy quien desde ese día sería el pastor de la nueva iglesia. Pero tanto el terreno como el edificio no habían costado un solo centavo a la institución, pues habían sido donados por Lewis Bradbury y sus hermanas. El donativo había sido hecho  en honor de sus padres, los finados Lewis Leonard Bradbury y  Simona Martínez  de Bradbury.

En el censo del año 1900 realizado en Estados Unidos, Simona Martínez declaró haber nacido en septiembre de 1846, pero algunos ubican su nacimiento entre 1845 y 1849. Lo que sí es una certeza es que  murió en su casa de Oakland, California, el 10 de diciembre de 1902. No era raro que la prensa de la época le llamara “La Cenicienta de Rosario”, la razón era que ella, de ser una simple sirvienta en la casa del poderoso L. L. Bradbury, dueño de la Mina Tajo, hacia 1867 terminó siendo la esposa de éste y, poco después, una de las mujeres más ricas e influyentes  del estado de California.

Las fiestas que ofrecía en su casa eran las mejores, a ellas asistía la élite de la sociedad californiana. Pero aquella sirvienta nativa de Rosario demostró a todos no ser una mujer frívola y  simplemente la  esposa del multimillonario. Al contrario, su inteligencia sorprendió a todos quienes la conocieron en California. Tras la muerte de su esposo,  en julio de 1892, ella supo manejar y acrecentar su fortuna. No en vano, al morir  el diario Los Angeles Herald se refirió a ella así:  ”Excelente y Capaz Mujer” “ Aunque ignorante del idioma inglés y de los métodos de los negocios de estados Unidos, cuando vino a este país, se dice que desarrolló una marcada habilidad para los negocios y comprensión de los asuntos en general.” Además desde los años 1880´s ella había abrazado el catolicismo con vehemencia y a la vez se hizo más altruista. De ahí el que sus hijos donaran la iglesia de Monrovia.

Pero la millonaria señora de Bradbury nunca olvidó sus orígenes, y también a Mazatlán le tocó parte de esa magnanimidad. Tiempo atrás la Cenicienta de Rosario había comprado a don Francisco Romanillos un terreno que abarcaba desde Olas Altas hasta las cercanías del muelle, en lo que en ese entonces era la manzana dieciocho del cuartel cuarto; también había adquirido ella otros dos terrenos contiguos. En ese entonces el muelle no era sino una pequeña construcción sobre el mar unos cuantos metros  frente al edificio de la aduana.

Al inicio de la década de los años 1880’s el ingeniero de la ciudad  Nicolás Suárez Pizarro levantó un plano de la ciudad en el que propuso la apertura de una o dos calles justo en los  predios de la señora Bradbury. Esta  o estas calles, de oriente a poniente y viceversa,  servirían para conectar Olas Altas con la calle del Arsenal, hoy día Venustiano Carranza.  Sin embargo, el plan de don Nicolás Suárez no tuvo eco y quedó archivado  durante varios años hasta que el síndico del ayuntamiento, Alejandro Narcio, lo retomó.

Para el año 1885 Lewis Bradbury y su familia residían en Oakland, California, y el día  26 de mayo de 1885 el síndico Narcio escribió una carta a este empresario explicándole sus intenciones de abrir una calle que pasaría justo por su propiedad. Mas, adulador y apelando a sentimientos patrióticos,  le dijo: “Comprendiendo que a usted le debe Sinaloa el mejoramiento del Mineral del Rosario por su constancia en el trabajo, me permito creer en que usted amante por la patria de sus hijos accederá a que esta mejora se realice.”  Pero la situación económica del ayuntamiento no era de lo mejor, por ello Narcio le pidió a Bradbury aceptara por la parte del terreno que se necesitaba para abrir la calle la cantidad de un mil quinientos pesos, los cuales le serían pagados en quince mensualidades de cien pesos. El precio y las condiciones de pago que proponía el síndico al empresario eran en realidad ridículos. ¿Cómo podría alguien aceptar tan descabellada propuesta tratándose de un terreno entre la Aduana y Olas Altas?. Y aún más, era la señora Simona quien se jactaba de ser la propietaria de dicho predio y no su esposo.

La carta llegó a manos de Lewis Bradbury a finales del mes de junio siguiente y tras leerla se la entregó a su esposa.  El día primero de julio Bradbury envió a Narcio su respuesta, la cual dejó a éste pasmado. En ella le adelantaba “la señora Bradbury tiene voluntad de disponer de la propiedad Romanillos –ninguna otra parte de los otros lotes– para la ciudad de Mazatlán y en términos  que pienso no pueden dejar de ser enteramente satisfactorios”  Y así fue, el día cuatro de ese mismo mes  Simona Martínez de Bradbury envió una carta al síndico en la que le decía: “Estando dispuesta a obsequiar los deseos de ese ayuntamiento expresados en la atenta de usted, de fecha 26 de mayo dirigida a mi esposo,  tengo gusto en cederle la finca que antes perteneció el señor Licenciado de Romanillos para el objeto de abrir una calle de las Olas Altas a la que conduce al muelle sin más indemnización que la de costear dicha corporación la construcción de una tapia para la protección de mi finca adjunta y una banqueta conveniente para el uso del público. También me reservo las puertas, ventanas y las rejas de la finca que cedo…” Simona le pedía a Narcio le enviara el documento que ella debía firmar para que el predio quedara a nombre del ayuntamiento para posteriormente devolvérselo.

Era increíble los Bradbury rechazaban la oferta de compraventa que les hacía el ayuntamiento de Mazatlán a través de su síndico, a cambio donaban el terreno que serviría para abrir la calle citada. Sin embargo, el día veintiséis del mismo mes Narcio escribió de nuevo a la señora Martínez aconsejándole en lugar de ceder a la ciudad el terreno que había pertenecido a los Romanillo cediera otro contiguo, que había pertenecido a la  familia Masson. Casi dos meses transcurrieron sin que el asunto avanzara, pero el día veinticinco de septiembre Simona envió una nueva carta al señor Narcio, en ella le indicaba “…según el parecer de usted ahora se han decidido que conviene mejor abrir la calle por la casa que fue de la señora Mason en preferencia de la que fue de Romanillos, diré a usted en contestación, que si es indispensablemente necesario abrir dicha calle por ese punto doy mi consentimiento, en el entendido que nada más que once varas de ancho les concedo para ello.” (Once varas equivalen a un poco más de  nueve metros) De la misma forma, Simona Martínez instruyó a Narcio  que entregara la puerta, ventana, zaguán y demás herrería de la casa que se iba a derivar a su apoderado en Mazatlán, el señor Carlos Woolrich.

Pero pasaron varios meses más y el asunto no avanzaba. La causa era que al tratarse de la donación de un terreno, para que ésta fuera legal debía tramitarse ante un notario público. La ciudad de Mazatlán recibiría en forma gratuita un terreno de parte de la señora de Bradbury, pero quién se encargaría de pagar los honorarios notariales en California. Eso era lo de menos para ella. Por eso el día 5 de junio de 1886 ella y su esposo acudieron ante el notario  Leo G Knox para formalizar la donación. También ese mismo día acudieron al consulado general de México en San Francisco, para que realizara la legalización consular del documento anterior.

Al final el predio que Simona Martínez de Bradbury, con el consentimiento de su esposo, donó a Mazatlán fue el de la “casa núm 64 situada en las calles del Arsenal y Olas Altas, cuartel 4to Manzana 18. Linda por el sur con propiedad de la señora Simona M. de Bradbury y Mariana de Yturrios, por el norte con propiedad de la señora Simona M. de Bradbury, por el oriente calle de por medio, con propiedad de la testamentaria de Rey, y por el poniente de por medio con la Playa de Olas Altas.”


Ese fue un pequeño gran regalo que dio a Mazatlán  aquella rosarense, la ex criada  del minero estadounidense, la Cenicienta de Rosario, Simona Martínez de Bradbury.

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