jueves, 26 de mayo de 2016

El burro jubilado



"El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija",  dice un  viejo refrán. Y por raro que parezca a la edad de doce años un burro tuvo la oportunidad de comprobar el mensaje contenido en ese dicho. Gavilán era el nombre de aquel ungulado artiodáctilo, de color rojizo y nariz blanca, que fue comprado hacia el año mil ochocientos noventa y cinco por el multimillonario Lloyd Rawlins para utilizarlo en su mina San Luis, de Dimas, Durango. El equino era el medio de transporte preferido del millonario en sus andanzas por la sierra duranguense. 

Pero un día el señor Lloyd decidió regresar a su casa de Los Gatos, California, y dejó a su hijo Stuart como encargado de la mina y de su burro Gavilán. Sin embargo, en la comodidad de su casa el millonario extrañaba los rebuznos de su antiguo compañero y creyó que éste merecía un mejor trato que el que podía recibir en las minas. Fue así como aquel hombre escribió a su hijo ordenándole lo pusiera en un barco y lo embarcara rumbo a San Francisco. Poco después de haber recibido la misiva el joven Stuart y su esposa e hijo viajaron a Mazatlán acompañados de aquel rucio. Muy pronto la señora y el niño Rawlins ocuparon una cabina del barco Curacao que de Mazatlán navegaría hacia Guaymas, Ensenada y San Francisco. Además el capitán del navío, señor Paulsen, ordenó se acondicionara un compartimiento especial para que Gavilán viajara sin problemas. De igual forma los dueños del animal dispusieron que éste fuera atendido de la mejor forma. Fue así como durante la navegación no pasó un solo día sin que recibiera bastantes piensos así como agua. 

El día treinta y uno de marzo de mil novecientos siete el buque ancló en los muelles de San Francisco llevando una elevada cantidad de pasajeros, así como varias toneladas de carga. De ésta se distinguían dos mil ciento treinta cajas de tomate de la región de Mazatlán, setenta caguamas gigantescas que habían sido atrapadas en Bahía Magdalena, y aquel burro de la sierra de Durango. Ese día el señor Lloyd fue a recibir a su nuera, a su nieto y al rucio Gavilán, y una vez que  estuvieron en Los Gatos el equino pudo comprender el motivo de aquel viaje. El millonario pensionó a su burro de doce años de edad y nunca más permitió que carga alguna se posara sobre su rojizo lomo.

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