jueves, 26 de mayo de 2016

Drakato




En la esquina sureste de las calles Belisario Domínguez y Sixto Osuna, justo donde hoy se ubica la pastelería Panamá,  se encontraba una de las tiendas más exclusivas en el Mazatlán de la primera parte del siglo XX,  Casa Drakato, propiedad de don Gerónimo Drakato. Él había nacido en Patrás, Grecia y a finales del siglo XIX se había instalado en Mazatlán donde se desempeñó como sastre y luego fue nombrado cónsul de su país en nuestra ciudad.

Los sueños de aquel griego iban más allá de ser un simple sastre en un país ajeno y en 1910 abrió Casa Drakato, que sería el comercio más exclusivo de Mazatlán. Todos los productos que se vendían en esa casa eran de primera calidad, importados de Europa.

Me cuenta la maestra Alicia Ayala Cruz que el señor Drakato era alto y blanco. Sus ojos parecían de color negro, pero al  acercársele podía ver uno su verdadero color azul añil. Su nariz era perfectamente recta. El  mejor adjetivo que se le pudiera poner a este hombre es que era pulcro.  Su ropa jamás mostraba una sola arruga. Miembro del gran rito escocés, el señor Drakato había alcanzado los máximos grados dentro de la logia masónica.

Todavía en 1943 fue la Casa Drakato la encargada de confeccionar los noventa uniformes, de muy buena calidad, que se entregaron a sendos oficiales de la policía municipal de Mazatlán.

El día primero de cada mes Casa Drakato publicaba su periódico, un tabloide titulado “Revista de la Casa Drakato”  en el que promocionaba los productos que vendía así como interesantes editoriales de la época. Su editorialista estrella era el licenciado Manuel Torre. En la primero plana aparecía la fachada del edificio que ocupaba así como su escudo  de armas. Niña en ese entonces, dice la maestra Ayala que preguntó a don Gerónimo qué significaba ese ojo en el escudo. “Es de quien cuida mi buen proceder”, le contestó él. Cuenta ella que el señor Drakato un día decidió regresar sólo de visita a su natal  Grecia, pero que ya nunca regresó.


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