jueves, 26 de mayo de 2016

El Espía Soviético Rudolf Ivanovich Abel


Muy pronto aparecerá la nueva película de Steven Spielberg titulada Bridge of Spies, Puente de Espías, la cual está basada en parte en una época de la vida del abogado James Donovan.  Tom Hanks actúa como este abogado y Mark Rylance como el espía soviético Abel. Historia basada en hechos reales, estos son los antecedentes:

La tarde del día 22 de junio de 1953 un niño voceador de un periódico de Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos, recibió su paga por el servicio de entrega del periódico. En el numerario iba una moneda de cinco centavos que pesaba un poco menos de lo  normal. Al notarlo el niño arrojó la pieza de metal  contra el suelo y ésta se partió en dos. Muy pronto la moneda cayó en manos de los investigadores del FBI (Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos). El “nickel” contenía en su interior una nota con diez columnas de números de cinco o seis dígitos que por meses fueron indescifrables.  Fue así como dio inicio uno de los casos de espionaje más famosos en los Estados Unidos. Ya era mediados del año 1957 y los investigadores estadounidenses continuaban si conocer el significado, origen o destinatario de dicho mensaje secreto. Sin embargo, en París, Francia, el espía soviético Reino Hayhanek tras pasar cinco años en los Estados Unidos había recibido instrucciones de regresar al territorio de la URSS. Mas, renuente a cumplir dicha orden, Reino decidió desertar y a principios de mayo de ese año se puso en contacto con la Embajada Estadounidense en París. Mientras vivía en Finlandia Reino había obtenido una acta de nacimiento a nombre de Eugene Maki, quien había nacido en Idaho el año 1919, con ella en mano la embajada estadounidense en Helsinki le expidió pasaporte estadounidense. La información que el desertor proporcionó en la embajada fue checada de inmediato por el FBI y se dio a aquél un permiso especial para viajar a los Estados Unidos.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos, con sus respectivos aliados, se habían enfrascado en una confrontación política, económica a la que se dio en llamar Guerra Fría, y en la que ambas potencias competían por la superioridad militar. Los espías de ambas partes jugaban un papel muy especial en esa guerra sin balas.

La información que Reino proporcionó a los investigadores estadounidenses rindió frutos. La mañana del 21 de junio de ese año, 1957, agentes de Inmigración acompañados de los del FBI arrestaron en un hotel de Manhattan a “Mark”,  Rudolf Ivanovich Abel, considerado por muchos como el “espía maestro” y jefe de todas las operaciones soviéticas en Estados Unidos. . En el cuarto del hotel encontraron una gran variedad de objetos que delataban las actividades, tales como una batería, tornillo, brocha de afeitar y muchos más diseñados para esconder en su interior reportes como el encontrado en la moneda de cinco centavos. Del cuarto de hotel los investigadores se dirigieron al departamento de Abel en el que encontraron más objetos similares. Las pruebas recogidas en ambos lugares abarcaban veinticinco mesas. Abel era el contacto de Reino en Estados Unidos. El reporte del FBI describe a Ivanovich como una persona que se negaba a cooperar; Abel no era como Reino. Por ello cuando el  FBI ofreció al espía soviético  la libertad y un empleo de diez mil dólares al año a cambio de sus servicios de contraespionaje. Él les respondió “deben pensar que todos los rusos son unos miserables y pueden ser comprados”

James Donovan era un joven y exitoso abogado perteneciente a una firma de Brooklyn. El lunes 19 de agosto de ese mismo año, apenas desempacaba sus maletas después de haber pasado unas vacaciones en compañía de su familia en Lake Placid cuando recibió una llamada; uno de los abogados compañeros del bufete le solicitaba hacerse cargo de la defensa de Rudolf Ivanovich Abel. Poco después  Donovan aceptó el encargo y fue a entrevistarse con el espía; éste lo nombró su defensor. La prensa y la sociedad estadounidense ya habían sentenciado a Abel; la pena ante los tribunales podría ser la muerte. Donovan, en cambio, debería probar la inocencia del ruso, y además demostrar a los estadounidenses y a todo el mundo  la imparcialidad de la justicia estadounidense. El caso era más grave de lo que ambos pensaban, aunque traería a Donovan la fama.

El 5 de noviembre de 1948 “Mark”, nombre clave de Rudolf, había ingresado en forma ilegal a los Estados Unidos cruzando la frontera con Canadá. Pronto se hizo llamar Emil R. Goldfus y se aposentó en el número 252 de la calle Fulton de Brooklyn, donde instaló dos antenas de radio de onda corta. Mark distaba mucho de ser una persona ignorante: era ingeniero electrónico, versado en química y física nuclear, conocía seis idiomas,  era buen músico y pintaba por mera afición además de que gozaba de estudiar matemáticas y criptografía. En 1952 Reino había sido asignado a la misión de Abel, mas no fue sino hasta 1953 cuando ambos espías soviéticos se encontraron en una sala de cine de la ciudad de Flushing, Nueva York. El desertor se quejaría después de que Abel lo trataba como su chofer.

La seriedad y complejidad del caso obligó a que Donovan contratara un abogado que le sirviera de asistente, así como un detective privado quien se encargaría de localizar a Reino y de investigar su pasado, para poder revertir su testimonio. Otro dato que preocupaba al abogado era que extraoficialmente se había enterado que un juez llamado Mortimer Byers sería el encargado de juzgar el caso de Abel. El juzgador tenía fama de no pensarla dos veces para imponer la pena de muerte. Por otra parte tanto Donovan como su familia comenzaron a sufrir ataques por causa de este caso: algunos colegas le cuestionaban por qué defendía a un comunista, su esposa fue molestada verbalmente en un club y su hija se quejaba de que en la escuela los demás niños le recriminaban que su padre era defensor de comunistas. 

El abogado asistente, Thomas Debevoise, y los demás colaboradores de Donovan  informaron a éste que tras el estudio del caso encontraron que el arresto de Abel, así como la confiscación de todos sus posesiones en el hotel habían sido hechos contraviniendo los derechos que le concedía la Constitución de los Estados Unidos. Además  Abel había pasado un total de cuarenta y siete días detenido, los primeros cinco incomunicado. Tras su arresto el espía soviético había sido subido a un avión el cual aterrizó tras cinco horas de vuelo. “¿Qué estamos haciendo en  Alabama?”  sorprendió Abel a los agentes federales. En efecto, tomando en cuenta la dirección y tiempo de vuelo así como  la posición del sol el detenido sabía que se encontraba en ese estado. De ahí había sido trasladado a Brownsville y luego a McAllen, ambas en Texas. En  un principio el caso parecía uno más de Inmigración, y Abel contrató a un abogado de inmigración. Mas tras seis semanas de detención se había hecho saber a Abel que el suyo era un caso criminal. El 8 de agosto siguiente el espía soviético fue trasladado de regreso a Nueva York para enfrentar su causa, la cual debería comenzar el 16 de septiembre. Tres cargos recaían sobre el espía: 1.- Conspirar para transmitir información atómica y militar a Rusia; 2.- Conspirar para reunir dicha información; 3.- Conspirar para permanecer en Estados Unidos sin inscribirse en el registro de agentes extranjeros. La pena por el tercer delito podría ser de cinco años de cárcel, diez por el segundo, y la pena capital por el primero.

Donovan pidió al juez aplazar el inicio del juicio ya que necesitaba estudiar las pruebas de la fiscalía y preparar las suyas. Por fin el proceso inició el día lunes 14 de octubre. En él,  James B. Donovan se comportó como el mejor de los abogados. Intentó que el caso fuera trasladado a  una corte civil, atacó los atestos de Reino,  la forma en que el acusado había sido detenido y sus bienes asegurados, así como los días que había sido incomunicado. Durante la primera audiencia el abogado intentó convencer al juez, jurados, prensa y público en general que se juzgaba no a la Unión Soviética o al comunismo,  ni al espionaje en lo general,  sino que el juicio debería hacerse sobre un caso concreto, el de Abel.

El 25 de octubre tuvo lugar la última audiencia del juicio de Abel. A las 12:15 el jurado se retiró a deliberar el veredicto. Les advirtió el juez que éste debería ser unánime; culpable o inocente. Luego de comer, y solicitar tres pruebas, a las 4:50 de la tarde los miembros del jurado regresaron para ocupar su lugar en la corte. El asistente del  juez preguntó al presidente del cuerpo cuál era el veredicto, éste le respondió: culpable. La pregunta fue repetida, y la respuesta fue la misma. Por tercera ocasión se oyó la misma pregunta, así como la misma respuesta. Donovan pidió al juez individualizara la pregunta para cada uno de los miembros del jurado, y así se hizo; todos y cada uno de los miembros del jurado determinaban que Abel era culpable de los cargos imputados. El juez Byers fijó el día 15 de noviembre para dictar sentencia. La pena de muerte prendía sobre Abel.

A las 10:30 de la mañana de dicho día, el espía soviético escuchó la sentencia impuesta: treinta y cinco años de cárcel por el primer cargo más un mil y dos mil dólares de multa por los otros cargos. Donovan y Abel se prepararon de inmediato para apelar la sentencia. Donovan llevó el caso a la Corte de Apelaciones, la cual confirmó la sentencia; después lo llevó hasta la  Suprema Corte de Estados Unidos, la cual el 28 de marzo de 1960 dictó su resolución definitiva: por cinco voto contra cuatro, los ministros ratificaron la sentencia. De inmediato parte de la prensa estadounidense atacó a los juzgadores que habían votado en contra de la sentencia.

Donovan explicó a Abel que aún quedaba un recurso, que era pedir a la Suprema Corte un nuevo examen del caso. Aunque no se trataba sino de un mero trámite. El abogado preguntó al espía “¿Cree usted que ahora su gobierno tomará medidas que lleven a su libertad?” La respuesta fue  “Mi mayor problema es que no hay en Rusia ningún norteamericano de suficiente importancia en la cárcel”.  Durante todas las etapas del juicio el gobierno soviético se había abstenido de pronunciarse al respecto, aunque desde algún lugar de Europa  un “familiar” de Abel se había encargado de pagar los honorarios del abogado Donovan: diez mil dólares.

Pero si el caso de Abel ya había sido concluido en los tribunales, el  gobierno soviético lo consideraba aún pendiente El primero de mayo de 1960 Francis Gary Powers despegó en su avión Utility 2, U2, de la Base militar de Peshawar, Paquistán. El piloto debería dirigirse hasta Bodo, Noruega, aunque en realidad su  misión era fotografiar desde veintiún mil pies de altura los emplazamientos de proyectiles teledirigidos soviéticos en la región de Sverdlovsk.  Pero algo sucedió, al parecer una falla mecánica del avión causó que se fuera en picada aún sobre territorio ruso. Powers accionó su paracaídas y aterrizó  sólo para ser hecho prisionero. El día 17 de agosto siguiente se celebró en Moscú el juicio al espía estadounidense, al cual Donovan describió como “un despliegue de teatralidad” Powers fue sentenciado a tres años de prisión más siete de trabajos forzados.

En 1961 el dirigente  soviético Nikita Krushev expresó su deseo de que el incidente del U2 quedara en el pasado y como primer acercamiento dejó en libertad a dos pilotos de un avión estadounidense RB-47 que había sido derribado en el Mar de Barents. Todo indicaba que por fin el gobierno soviético buscaba la liberación de Abel. Además familiares tanto de éste como de Powers presionaban al gobierno estadounidense para efectuar un intercambio de prisioneros. El propio Donovan escribió a su gobierno señalando ”Considero que es evidente que por primera vez tenemos una oferta de cambiar a Powers por Abel” En enero de 1962 el abogado acudió a una reunión en Washington, en la cual se le pidió negociar el canje. El día 30 el abogado viajó a Londres, de ahí abordó un avión militar que lo llevó a Berlín. El día tres de febrero, temeroso, éste cruzó a Berlín Oriental para acudir a la Embajada Soviética, donde se entrevistó con familiares de Abel y con “Ivan Alexandrovich Schischkin” quien serviría como intermediario soviético. Donovan sospechaba que aquellas personas no eran parientes del espía preso, y que el tal Schischkin era un personaje ficticio.

Las negociaciones entre Donovan  y Schischkin constaron de varias rondas y fueron algo ríspidas. El abogado sentía temor cada vez que cruzaba a Berlín Oriental. Pero por fin, la mañana del 10 de febrero, soviéticos y estadounidenses, cada parte apostada en su respectivo extremo del Puente Glienicker, estaban listos para el intercambio de espías.  A las 8:45 el abogado neoyorkino  dio una señal. Segundos después, casi al unísono Schischkin  y él mismo dieron señales a Powers y a Abel. Ambos presos caminaron y  cruzaron la línea central del puente sin mirarse. Así Donovan, Powers, Abel y Schischkin dieron por concluido uno de los casos de espionaje más sonados de la Historia. Pero Powers no fue el único estadounidense intercambiado por Abel. Alemania Oriental también liberó a Frederic L. Pryor quien había sido acusado también de espionaje por el gobierno de este país.

Cuando el  juicio apenas estaba en proceso, Donovan había pedido permiso a Rudolf para escribir un libro con esa historia. El espía le respondió “Sin duda alguien lo hará y yo preferiría que fuese usted”. El abogado tituló su obra Extraños en el Puente. El Caso del Coronel Abel. Y ahora, sesenta años después, Steven Spielberg nos deleita con su película.

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